Revista Cine

Nadar y guardar la ropa

Por Francescbon @francescbon
NADAR Y GUARDAR LA ROPANuevos autores americanos. Compañeros generacionales de Foster Wallace, de Franzen, de esa Nicole  Krauss que recibe unánimes elogios. Los que van a hacer viejo a Easton Ellis y, por tanto, convertirán a Roth y a DeLillo y a Richard Ford en carcamales paralizados. Ojo: nadie me puede tocar a Cormac MacCarthy. Luego no quiero camorras, que se acerca la Navidad.
Google dijo más o menos:
Dave Eggers: nacido en 1970. Parece brillante. Publica en Random House Mondadori. Un momento.¿Le he perdonado a Random House Mondadori que, pasado más de un año y medio, aún espere una llamada informando sobre El día del Watusi?. Nah. Pero mientras, me han mostrado algunos autores interesantes. Puede que Anagrama sea la editorial favorita que alguna vez me decepciona, pero Mondadori es la editorial no favorita que de vez en cuando me sorprende agradablemente. Menudo argumentazo.
Total: que Dave Eggers tiene un libro basado en una historia real sobre el Katrina. Vaya vaya. Sobre Abdulrahman Zeitoun, cuyo apellido da título a este libro. O sea. Lo de los dos pájaros y un tiro. El regusto agridulce (nada peyorativo: todas las series de David Simon dejan regusto agridulce, eso es una enorme virtud) de la tercera temporada de Treme, ese calado profundo que sólo es detectable a través de experimentos rozando el esperpento (cerrar los ojos y evocar la secuencia de crédito, o evocar el aroma mohoso o las manchas de las paredes inundadas). El tal Zeitoun es un empresario dedicado a las reformas, sirio y musulmán, integrado en la comunidad de New Orleans a la perfección, con esposa americana conversa al islam, con cuatro hijas, con un negocio funcionando. Llega el Katrina y decide enviar a su familia y quedarse en la ciudad al cuidado de sus propiedades y de sus clientes. El Katrina arrasa con todo: con cosas, con casas, con vidas. Pero también arrasa con la presunción de inocencia. Zeitoun es detenido en compañía de otros tres hombres cuando, en una de sus altruistas misiones de ayuda, es tomado por un saqueador. Y, como conserva su acento árabe, acusado de pertenecer a Al Qaeda (pues los americanos tienen un manualillo especulando que los terroristas pueden aprovechar el caos reinante). Aislado varios días sin poder contactar con su familia, que lo dan  por víctima de la inundación, pasa por todo el via crucis del caos y el descontrol hasta que todo se aclara. A mí me hubiera gustado un escritor más agresivo. Eggers es demasiado amable con la situación. Demasiado periodístico y demasiado tendente a la objetividad absoluta. Narra y narra, y alguna vez irrumpe en la especulación de la sensación de los protagonistas. Que es estupor y es comprensión, casi excesiva, ante lo excepcional de la situación y el mal trago que pasan, que casi parecen perdonar, en nombre de la resignación del destino, en nombre del sacrificio por los demás, en nombre, acabo oliéndome, de aceptar los errores de la sociedad como parte de su grandeza. No sé el motivo por el cual Eggers no es más incisivo. Lo que hubiera hecho el estilete de Foster Wallace con algo así, su profundidad de miras. Entonces Eggers dice alguna, araña pero antes no se ha afilado las uñas, tira pero con balas de fogueo y, aunque el libro, como crónica de los hechos y como imagen de cómo una catástrofe puede activar la célula durmiente de la locura institucional estadounidense, funciona a las mil maravillas y es una lectura sumamente estimulante y recomendable, pues a mí el mensaje final, ese regusto que en las series era tan agradable, pues aquí resulta un pelo insípido. Demasiados amagos para tan pocos puñetazos.
Nota del autor del blog actuando como traductor:
Aparte de felicitar a todo el mundo por las fechas, o por lo que sea, y dar las gracias por la paciencia, debo excusar mi última errática fase, discontinua y poco respetuosa con mi máxima, que es escribir lo que sea pero diariamente. Lo que hay: peor sería que me muriera y nadie escribiera aquí. Supongo que es peor, vamos. Otra cosa, poco esperanzadora. Inicio un experimento por el cual intentaré que mis entradas en catalán no sean traducciones de las escritas en español: o sea, voy a ver si escribir directamente en cada idioma saca otras palabras y otras impresiones que la traducción aséptica y fallona de Google Translate. No tengo esos conectores que usan para ver el córtex y sacar gráficos de calor sobre la actividad cerebral. Pero empiezo una hucha para comprármelos.
Y ánimo Tito, y Visca Catalunya lliure.

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