Revista Viajes

Naturaleza a la carta

Por Noeargar
Usuhaia, Argentina. 15 de enero 2012Naturaleza a la carta
Hace tan solo 25 millones de años, segundos en términos geológicos, una nueva tierra emergió en mitad del Pacífico. Una mínima parte de lo que una vez fuese el continente de Zelandia, que junto a los continentes sudamericano, africano, australiano y antártico formaban Gondwana -según la teoría de la deriva continental-, apareció por encima del mar debido a cambio en los movimientos de las placa tectónicas completando el mapa del mundo tal cual lo conocemos hoy en día.Las jóvenes tierras de Nueva Zelanda, permanecieron aisladas del resto del mundo durante siglos, siendo de los últimos territorios en ser habitados por el hombre. Los registros más antiguos de la actividad del hombre en esta tierra se remontan al año XIII d.C cuando se calcula que tribus polinesias llegaron en canoa desde el Norte para encontrarse con una nueva tierra, mucho más amplia y fría que sus cálidas y diminutas islas de las que provenían, pero repleta de recursos y nuevos animales para cazar con una naturaleza prístina e inalterada. Tendrían que pasar otros 500 años – 1769- hasta que el hombre blanco pusiese un pie en esta tierra, en las antípodas de la cuna de la civilización, y comenzase a transformar y explotar la tierra, virgen hasta el momento.La larga incomunicación dio como resultado un país con una naturaleza sorprendentemente preservada. Nueva Zelanda conserva con orgullo su gran activo, con multitud de parques naturales y áreas protegidas que componen el 30% del territorio, donde los “kiwis” practican sin límite todo tipo de aficiones al aire libre.Pero Nueva Zelanda sigue siendo una tierra aislada dentro del mundo, aquí, en mitad del Pacifico, todo queda lejos. Un país joven sin historia, que cuida y mima con extraordinario ímpetu, su mejor valor; la naturaleza, la misma que a la vez explotan y venden como nadie sin ningún rubor. La naturaleza es aquí, a la par, el mayor valor y su mejor negocio.Aquí y allá cientos de folletos, capaces de deforestar algún bosque lejano, anuncian todo tipo de actividades. Paguen y vean; un helicóptero sobrevuela la cima de las montañas más altas, enormes cuevas privatizadas donde poder realizar todo tipo de cabriolas entre estalactitas y estalagmitas, géiseres encercados, potentes lanchas recorren angostos ríos emulando el Dakar, salientes, puentes y laderas desde donde despeñarse bien sujeto a una cuerda – camiseta de regalo incluida-, refugios de montaña con lámparas de diseño exclusivos para caminantes VIP, glaciares tan solo accesibles con caros guías, en grupos numerosos y sin encordar – todo por su seguridad -, la caminata alpina más bonita en el día, la ruta más bella del mundo…Un completo menú ecológico y “natural”, un rentable negocio donde pequeños y mayores puedan contemplar sin esfuerzo la naturaleza en su máximo esplendor, bien comunicada, en este rincón aislado del planeta. Pero lo mejor de Nueva Zelanda, es que tiene para todos, naturaleza accesible y lista para consumir por un lado, y por otro, sorprendentemente fuera de menú, algo apartados, incomunicados de las masas y definitivamente aislados de los folletos, los paisajes mas increíbles que sin duda este remoto país puede ofrecer.

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