Revista Cultura y Ocio

Niño de cuna – @GraceKlimt

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Me he mirado al espejo y me he visto un puñado de canas nuevas, es gracioso como intentan abrirse paso y hacerse notar. A veces, las herencias son así de curiosas.

Me he puesto a echar cuentas, yo que soy muy de números, y es que tengo casi 444 meses, o 13505 días, o 324120 horas, que es lo mismo. 37 años, vaya. Me faltan exactamente 3 meses y 10 días para cumplirlos.

También tengo 1 marido, 2 pájaros, 1 tortuga, 2 perritas, y piso y coche y moto y hipoteca y un montón de seguros, como no.

No sé si os he contado alguna vez, seguro que sí, que no mido más de 1.59 cm, y alucinaríais si viéseis la de cosas que pueden caber en un envase tan chiquito. Tal vez por eso, siempre me he sentido atraída por las alturas, las montañas, los castillos en el aire, la cabeza en las nubes, y los chicos de más de 1.82 cm, por la cosa de compensar, y el equilibrio, y todo eso.

Adoro a mi familia, que imagino que es como todas pero para mí es como ninguna, y qué contaros del montón incontable de conocidos, que se convierte en un montoncito algo más pequeño de amigos, de esos que dicen que se cuentan con una mano y sobran dedos, aunque yo, para contarlos, necesito las dos manos, que soy una afortunada.

Tengo todos los ingredientes para ser feliz. O eso dicen las reglas de la civilización, ¿no?

Y el caso es que, la felicidad, la de verdad, la que también llamo amor incondicional, del de matar, y sobre todo, del de morir por ellos sin dudar, la he conocido en sus ojos.
Un día de abril allá en el 2011 por primera vez, y una noche de noviembre del 2014 por vez segunda.

Es impresionante como puede cambiar tu vida, tu idea del mundo, y tu visión de lo trivial, en un instante.
Y vas, y pasas de ser el centro y el eje y lo principal, a ser solo un satélite que gira en torno a ellos.

Porque ahora sus ojos son lo único que importa.
Que brillen.
Que sonrían.
Que no asome una lágrima si no es de risa.
Que no conozcan nunca la tristeza.

Él tiene 5 novias, y un lío enorme por elegir con cual se va a casar, porque todas le han llamado cariño.
Se le acaba de caer un diente, y eso le hace sentirse entre muy grande y muy nervioso, porque es el primero de la clase al que le pasa, así que no lo cuenta.
Se enfada si no le llamo cosas bonitas, y aún sigue viniendo de noche a nuestra cama.

Ella corretea, chilla, y baila en cuanto suena música en cualquier lado.
Se pasea por casa con un orinal naranja con forma de elefante arrastrando, y monta la guerra cada vez que intentas peinarla.
Ya habla, a su manera, y solo nos abraza si no lo pedimos, y le mira a él ensimismada.

Él se pone celoso cuando nos ve besarnos.
Ella ríe a carcajadas.

Por las noches, cuando duermen, les pido perdón.
Por haberles traído a este mundo descontrolado sin preguntarles siquiera.
Porque estamos locos, los mayores.
Por todo lo que van a sufrir, aunque yo intente protegerles a muerte.
Porque la vida es complicada, y van a llorar y a estrellarse y a tropezarse y a caer y a levantarse y a caer otra vez más, aunque yo no quiera.

Cada día les doy las gracias.
Por hacerme gigante cada vez que sus manos chiquitas me agarran.
Porque nunca podré compensarles la sensación de paz cada vez que me miran.
Por enseñarme a vivir cada día.
Porque qué coño, son preciosos y enormes y me hacen entender aún cuando caigo que volver a intentarlo merece la pena.

Debería haber escrito algo a su altura.
Tal vez un poema que eclipsase al sol y dejase avergonzado y desteñido al arco iris.
O un texto lleno de sentimientos de esos que te tocan la fibra y hacen que la emoción te paralice.

Pero solo se me ocurre pedirles que luchen, que sonrían, que no se crean mejores ni peores que nadie, que no se vendan por nada, que no se rindan.
Que sientan.
Que nunca cuando grandes tengan que avergonzarse al mirarse al espejo.

Que sean un hombre y una mujer de puta madre.

Por cierto, se me olvidaba.
59 meses, 1794 días, 43056 horas, ÉL.
16 meses, 486 días, 11664 horas, ELLA.
Mi razón de vivir.
Mis niños de cuna.

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