Revista Salud y Bienestar

No a la guerra

Por Pedsocial @Pedsocial

OMRAnApenas un par de semanas de que el presidente de nuestra sociedad firmase un contundente alegato contra la guerra, publicado en este blog, el Ejército de Tierra español tiene la ocurrencia de citar a Camilo J Cela, en una etapa suya de literatura grabancera, en la red social Twitter promoviendo la guerra. Para arreglarlo y ante la avalancha de críticas desde todos los espacios, se limita a musitar una excusa lamentando haber herido “sensibilidades”. Que la defensa de un estado puede recaer en la proximidad de imbéciles psicópatas como el autor del “twit”, queda por fuera de sensibilidades. Probablemente también queda fuera de la inteligencia, la denostada realidad que el destinatario del texto de Cela, un inválido necrófilo de cortas luces, consideraba merecedora de la muerte.

Que la responsabilidad de la comunicación de organismos de la administración del estado como es el departamento de Defensa tiene una lectura política es indudable. Que esto suceda mientras llevamos meses con un gobierno en funciones por la incapacidad de unos y otros, no limita las responsabilidades. Claro que si se tiene en cuenta que el titular del ministerio es un conocido fabricante de armas y que el anterior jefe del estado se iba de safari pagado por un traficante de armas sirio, le lleva a uno a preguntarse donde han confundido la defensa con la guerra. Cierto que, dijera lo que dijera Clausewitz, me quedo con la cita de Clemeceau de que la guerra es algo demasiado serio para dejarlo en manos de militares. Si ya resultó malo en Trafalgar, Cavite o Annual,  aún peor debe ser dejarlo en manos de traficantes.

La imagen que ilustra esta entrada de blog ha impactado todos los medios gráficos este fin de semana, como lo que hace la guerra, en esta ocasión en Siria, pero no distante de otras publicadas anteriormente aquí. Ya sean de Gaza, en la propia Siria, VietNam, o Barcelona 1938, las imágenes de la guerra y los niños se explican solas.

Hasta hace un siglo, algunos militares podían argumentar que, en las guerras, ellos ponían los muertos. Pero a estas alturas de la historia es más que evidente que los muertos son la gente: en Guernika, en Dresde, en Hiroshima o en Alepo. Los que matan ya sabemos quienes son.

Que los daños de los conflictos bélicos se alargan mucha más allá que el final de las hostilidades es también una evidencia. Las víctimas como Omran llevaran consigo toda la vida la tristeza de la guerra. Y nosotros la tristeza de no haber hecho lo suficiente para evitarlo.

X. Allué (Editor)


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