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Cuentan las crónicas que un verdugo de la Revolución Francesa pedía a sus condenados que, si seguían mínimamente conscientes una vez decapitados, le hicieran el favor de parpadearle.
Y cuentan las crónicas que fueron varias las cabezas que lo hicieron durante, al menos, 30 segundos.
De lo que se puede sacar dos incuestionables conclusiones: que debe doler lo suyo que te corten la cabeza (aunque sean sólo unos cuantos segundos), y lo que es más importante, que hasta en las peores situaciones, en los momentos más difíciles, hay gente amable a la que no le importa echarte una mano… sobre todo si les pides las cosas por favor.
No deberíamos perder la fe en la humanidad. Nunca.
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