Revista Cine

No diga Jerry Lewis, diga usted 'Mr. Entertainment'

Publicado el 07 octubre 2010 por Crowley


"Hay que establecer diferencias entre el cómico voluntario y el cómico involuntario, como pueden ser Hitler y Mussolini"(Jerry Lewis a Robert Benayoun, en Bonjour, Monsieur Lewis)
Ediciones CATEDRA, en su imprescindible colección "Signo e imágen, Cineastas", ha publicado un libro, recomendabilísimo y muy ameno, de Pablo Pérez Rubio dedicado a la figura del cómico Jerry Lewis, que os animo a fervientemente a leer, ya que gracias a él, descubriréis (yo al menos lo he hecho) cosas que no sabíais y os ayudará a ver con otros ojos, una figura fundamental del cine cómico.
Pablo Pérez Rubio (Zaragoza, 1964) es licenciado en Filología Hispánica y ejerce como profesor de "Lengua y Literatura". Está inmerso en el mundo de la crítica cinematográfica y colabora en diversas publicaciones especializadas y culturales como la valenciana "Turia" o la imprescindible "Dirigido por"; además de ser autor de numerosos libros y monografías de indudable calidad.
Con su prosa, elegante pero nada estridente, hace un completo repaso desde la gestación de Jerry Lewis como personaje, hasta su ocaso siendo una sombra de lo que fue, pasando por un minucioso y esclarecedor análisis de sus filmes.
Los recuerdos que tengo, o tenía antes de la lectura de este libro, de las películas de Jerry Lewis son vagos y bastante difusos.
Si hago un esfuerzo, mi memoria me dice que disfruté de su compañía muchos sábados y domingos por la tarde en mi niñez, tardes que se llenaban de nocilla y risas cada vez que la "pantalla amiga" reponía hitos memorables para mí en aquellos tiempos, como "Lío en los grandes almacenes" o "El botones". No es que fuese mi cómico preferido, ni de lejos, nunca lo ha sido; es más, si me apuran, le he tenido siempre hasta una especial "manía" (pero como les digo, este libro me ha hecho verlo con otros ojos y he sido capaz de valorarle como un creador que amaba su trabajo y su pasión por el show-bussiness).
Lo cierto es que el cine cómico no era para nada mi primera opción de visionado (siempre he tenido esa querencia hacia lo malsano y el fantástico que todo el mundo que me conoce sabe) pero creo, firmemente, que sus personajes poseían unos matices que los hacían ciertamente atractivos a nivel entretenimiento y considero que no es una figura con la que se ha sido excesivamente justo a lo largo de los años (no me negarán que resulta, hasta cierto punto, cruel que Stan Laurel y Oliver Hardy, o los Hermanos Marx estén en lo más alto de la categoría cómica y Jerry Lewis se encuentre casi desprestigiado por ejercer la misma profesión aunque, eso sí, de forma diferente, todo sea dicho). Por ejemplo, antedamos a las palabras de Buster Keaton sobre Lewis (como contestación a una pregunta que se le hacía sobre el futuro de la comedia), que resumen a la perfección lo que ha sido un sentimiento generalizado durante décadas:
"No habrá cambios. Todo parece marchar en ciclos. Siempre ocurrió. Llega alguno como Jerry Lewis que hace reír hablando deprisa, gritando, y haciendo muecas y cosas así... y es taquillero por un tiempo. No sé por qué dura tanto."

Pero no todo han sido críticas negativas. Uno de los primeros en abrir la puerta a los halagos hacia Lewis ha sido Jean-Luc Godard, que siempre ha promulgado la influencia que en él tuvo el cine de Lewis.
Creo que uno de los principales problemas con los que cuenta el cine de Lewis, uno de los handicaps que nos impide ver lo que subyace en su metraje, es la sensación de "risa fácil" que parecen tener sus trabajos. Si dejáramos de lado esas, calificadas por muchos como, "payasadas", nos daríamos cuenta de la modernidad que se desprende de los fotogramas de algunas de sus películas, ya no sólo por esa sempiterna mirada ácida hacia la sociedad, el mundo del cine y los mass media tan frecuente en el cine de unos años para acá, sino también por esos ejercicios de fragmentación narrativa y esa dualidad interpretativa genuínamente Lewsiana (que luego han heredado otros actores como puedan ser Robin Williams, Jim Carrey, Ben Stiller o Steve Martin) que tanto tienen que ver con las teorías de Jung y Freud acerca de la sombra como el lado oscuro del "yo".
Y es que, Jerry Lewis, capaz de hacer suyo el concepto de Caos, es capaz de pasar con un personaje, en un único plano o secuencia, de lo patético a lo grotesco, de la lástima al odio. No deberíamos extrañarnos de esto, ya que ya en su tiempo, Aritóteles, decía en su "Poética" que la comedia era la: "imitación de personajes de inferior calidad, pero no de cualquier especie de vicio, sino sólo de lo risible, que es una variante de lo feo. Pues lo risible es un defecto y una fealdad, sin dolor ni perjuicio, y así, por ejemplo, la máscara cómica es algo feo y deforme, pero sin dolor."
Quizás, por esto,, finalmente, nos reímos con cierta facilidad del otro, porque, por medio de la catarsis, expíamos nuestros propios miedos y vergüenzas.

Su cine está plagado de reminiscencias al cartoon más alocado de Tex Avery y los Looney Tunes, al pop más chillón e incluso al splastick más salvaje, con actuaciones, momentáneas, que rayaban lo borderline (a nivel de personaje interpretado, quiero decir). Todo esto se juntaba en él para conformar un ente nuevo, hilarante, cínico y exagerado, dual si me apuran, como el reverso cómico de un Dr. Jekyll permanentemente riéndose del establishment medio americano (la mayoría de las veces llegando hasta un extremo casi demoledor y grosero).
Mucho tiene que ver, en esto de la comicidad extrema, el hecho de que Lewis trabajase con el director Frank Tashlin, cuyos trabajos anteriores en "Merry Melodies" o "Looney Tunes", dejó una impronta caricaturesca y bufa en su carrera como director, difícil de camuflar. No debemos obviar, tampoco, que Tashlin escribió también muchos de los mejores gags que protagonizaron, entre otros, los Hermanos Marx o "El Gordo y El Flaco".
Aunque, eso sí, Tashlin también consiguió enfatizar, hasta límites insospechados, el ternurismo infantil de Lewis.
Aunque si hay otro nombre, a parte del de Tashlin, que va unido, irremediablemente, a Lewis, ese es el de Dean Martin (al que Lewis acabó considerando un vago que sólo quería vivir la vida, pasar sus días jugando al golf y que no era nada serio a la hora de realizar su trabajo). Según palabras del propio Lewis, en el libro "Dean & Me", que escribió años después de que colaboraran:
"Éramos el maitre y el camarero. El Sargento y el recluta. Don Juan y el mono. El playboy y el idiota. Dean era siempre el amable, el tranquilo, el que tiene el mando. Y yo era el absurdo, el terminantemente inseguro niño de 9 años."
Con Dean a su lado, encontramos de nuevo esa dualidad mencionada más cercana a Hope y Crosby que a Laurel y Hardy), una dualidad que no es sino la representación escindida de una misma persona, patente sobre todo, aquí, en la masculinidad imperante de un Martin siempre seductor y galante con las mujeres, con ese savoir faire tan característico, y un Lewis asexuado y anulado, cuando no invisible, frente al género femenino.
Su colaboración, que se gestó a mediados de los cuarenta (década en la que Abbott y Costello eran la pareja humorística de moda por excelencia), pasó de la radio y la televisión a esas 16, rentabilísimas, películas que realizaron en conjunto para la Paramount. A pesar de ser duo cómico más conocido y aplaudido (por el público) de los años 50, es sin ningún género de dudas la etapa más gris a nivel interpretativo de Lewis como actor, no así para Martin, que desde siempre brilló, no sólo en cuanto a encanto personal, por encima de Jerry.
Dean Martin (Dino Crocetti en realidad), proveniente de familia italiana, fue desde siempre una persona a la que le gustaba vivir y disfrutar la vida intensa y peligrosamente. Traficante de alcohol, barbero, boxeador, cantante melódico de cierta latinidad, mujeriego, jugador, pendenciero... el (triste) arquetipo ideal, en definitiva, del Don Juan hiper-masculino de la época.
Los pasos de Martin y Lewis se unieron, gracias a la música y al destino, en Atalantic City, en un Club donde coincidieron a la hora de actuar. Las melódicas y aterciopeladas canciones de uno (Dean) eran interrumpidas, en estallidos de risas, por las gesticulaciones exageradas del otro (Lewis).
De ahí, a la Paramount, fue un camino vertiginoso y enriquecededor para ambas partes.
Su disolución fue, por así decirlo, afortunada y providencial para ambos, ya que Dean alcanzó notoriedad por su trabajo para "Río Bravo" y Lewis obtuvo el beneplácito (costoso de otorgar y aceptado sólo con un presupuesto muy reducido), tiempo después, para ponerse detrás de las cámaras (ante todo el público en general, ya que en su privacidad, gustaba de rodar películas caseras juntao a amigos como Tony Curtis) en esa revolucionaria (en cuanto a humor absurdo se refiere) película llamada "El Botones".
Y eso es algo encomiable, el hecho de que fue una persona que se empapaba del saber hacer de todo aquel que tenía alrededor y que, además, de forma autodidacta, practicaba nuevas formas de representar su amor por el entretenimiento.
Práctica que le llevó hasta la dirección.
Y hasta aquí les voy a contar, mis estimados lectores.
Háganme caso y lean este interesante libro sobre la vida, obra y milagros de Jerry Lewis y el completísimo análisis de toda su filmografía que en él hay, porque uno puede "odiarle" o puede "adorarle", pero seguro, seguro, que es un personaje que no deja indiferente a nadie.
Sea como fuere, lo que no debemos olvidar es que puso todo su amor en su trabajo y, desde luego, tenemos que entender, finalmente, que Jerry Lewis no es sino otro personaje más de los muchos que ha interpretado, a lo largo de su dilatada carrera, Joseph Levitch.
[En "Las Joyas de la familia"] Lewis no se ha atrevido a matar al personaje, lo ha escamoteado como un prestidigitador escamotea a una palomade la paz para provocar el aplauso; pero, consciente de su falta, Lewis rehúsa la ovación y desaparece a su vez, dejando la ficción a la ficción y el mundo a sí mismo. Esta vez duda en hacer culpable a su público, ya que teme tener a su público. Sabe que él es otro, que de investigador y crítico a pasado a otro nivel: un creador consciente.".(Nöel Simsolo, director, historiador y actor de cine) 
  Jerry Lewis. Autor: Pablo Pérez Rubio
Editorial: Cátedra. Colección: Signo e imagen.
Precio: 13,40 €


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