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No le pegues a los niños. La evidencia demuestra que es un método que empeora su conducta

Por Davidsaparicio @Psyciencia

Hay mucha evidencia que demuestra los efectos perjudiciales del castigo físico en niños y niñas. En Psyciencia hemos publicado sobre este tema en reiteradas ocasiones: compartimos un resumen de los estudios más relevantes sobre sus efectos a corto y largo plazo en la conducta y salud de los niños; publicamos una noticia de investigación sobre el daño cerebral que puede causar; su relación con el incremento de conductas antisociales y cuáles son los derechos de los niños que los protegen del uso de este tipo de medidas. Esta información solo es una pequeña muestra de toda la evidencia que hay en contra de su uso.

Pero tristemente el castigo físico sigue siendo una medida de “disciplina” ampliamente utilizada por padres y cuidadores en todo el mundo. Para que se pueda conceptualizar mejor: los datos más recientes de la Unicef estiman que más de 250 millones de niños entre los 2 y 4 años de edad son objeto del castigo físico. 

¿Por qué se sigue utilizando y aceptando este método violento de disciplina? La respuesta es un poco compleja, pero es muy probable que se deba a la combinación de estos tres factores:

  1. Los padres, madres y cuidadores no están recibiendo información en contra del castigo físico. La información se ha mantenido encerrada dentro de los círculos académicos y no ha sido adaptada para su divulgación en los medios de comunicación, como sí se ha hecho con otros problemas de salud como el consumo de cigarrillo, alcohol, depresión, ansiedad, etc. 
  2. También es probable que los padres y cuidadores que han escuchado o leído sobre los efectos perjudiciales del castigo, simplemente no lo crean y se mantienen en la postura de que es una medida de disciplina necesaria para la “buena educación”.
  3. Solo 62 países en el mundo prohíben el castigo físico y, de ellos, muy pocos implementan medidas que realmente lo vedan. Además, las autoridades no suelen intervenir cuando un padre o una madre le pega a su hijo (a menos que sea muy grave). Quizás esto se deba a que los propios encargados de hacer cumplir la prohibición no conocen los datos ni las investigaciones en contra del castigo físico. 

Para reducir la barrera de la información y mejorar las políticas que protejan a los niños del castigo físico, siete especialistas (incluida Elizabeth Gershoff una de las investigadoras más reconocidas sobre este tema) realizaron una revisión narrativa prospectiva que resume el impacto del castigo corporal. La revisión fue publicada en la conocida revista científica The Lancet y en este artículo la describiré.

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No le pegues a los niños. La evidencia demuestra que es un método que empeora su conducta

La revisión

La revisión comenzó con una búsqueda de investigaciones que incluían términos como: “disciplina física”, “castigo físico”, “castigo corporal”, “nalgadas”, “cachetadas”. Y se excluyeron los estudios que examinaban otras formas más agresivas de castigo corporal como: golpear a un niño con un objeto, pegarles en la cara o en la cabeza, tirarles objetos, palizas, golpes con el puño cerrado, quemaduras, estrangulaciones o amenazarlos con cuchillos o armas. También se excluyeron los estudios que no distinguían entre el castigo físico y el castigo verbal.

Todos estos mecanismos de exclusión y diferenciación son importantes porque a menudo se cree que los datos en contra del castigo físico se refieren a medidas disciplinarias más agresivas y abusivas. Sin embargo, estos estudios hablan precisamente de las formas de castigo físico más utilizadas y aceptadas: nalgadas, correazos, chancletazos. 

Resultados generales

La revisión incluyó a 69 investigaciones de diferentes países e idiomas que cumplían con los requisitos, y sus hallazgos se pueden sintetizar de la siguiente manera: 

  1. El castigo físico predice consistentemente los problemas de conducta en los niños. La abrumadora cantidad de evidencia sostiene que el castigo físico predice el incremento de conductas problemas (internalizantes: depresión, ansiedad, etc. y externalizantes: problemas de conducta y agresividad) a corto y largo plazo. El castigo físico no es una medida efectiva para mejorar la conducta de los niños y genera el efecto contrario que los padres y cuidadores buscan. Incrementa los niveles de estrés, se relaciona con el empeoramiento de los síntomas de TDAH y empeora la relación padre-hijo.
  2. El castigo físico no se asoció con ningún efecto positivo. Ninguno de los estudios ofreció evidencia que favoreciera su uso.
  3. El castigo físico incrementa el riesgo de maltrato infantil. Los estudios demuestran que los padres que usan el castigo físico tienen más riesgo de cometer algún acto de maltrato infantil que involucre la participación de la policía o los servicios de protección al menor. Esto sucede porque al no funcionar el castigo corporal, los padres y cuidadores van escalando su intensidad y uso.
  4. La asociación entre el castigo físico y efectos perjudiciales es robusta a través de diferentes características de niños y sus padres.

Qué podemos hacer para reducir el castigo físico como método de disciplina 

En la revisión se propone una serie de medidas que son necesarias para reducir el uso y aceptación del castigo corporal: 

  1. Es indispensable que los 62 países que firmaron la prohibición de cualquier tipo de castigo físico aseguren el cumplimiento de las leyes de protección infantil. Se ha demostrado que la implementación de este tipo de leyes incrementa rápidamente el rechazo de los padres hacia el castigo físico, reduce el apoyo y su prevalencia. Uno de los mejores ejemplos es Suecia. En este país está prohibido el castigo corporal en todas sus formas desde 1979 y en estudios de seguimientos posteriores han encontrado que los sujetos que reportaron sufrir de castigo físico se redujeron desde el 83% en 1958 al 27% en el año 2011.
  2. Se necesitan planes de educación pública que permitan a la población conocer cuáles son los efectos del castigo físico y proveer de recursos y entrenamiento en habilidades parentales a los padres y cuidadores. Para esto es necesario que los proveedores de servicios de salud (psicólogos, médicos, enfermeros, etc.) tengamos un mensaje coherente en contra del uso del castigo físico. De esta manera, un enfermero o pediatra puede explicarle a un padre por qué no debe usar el castigo físico y puede referir rápidamente a un psicólogo para ofrecer entrenamiento a padres. 
  3. También es necesario que se introduzcan medidas de prevención y reducción del castigo físico en las comunidades e instituciones. Por ejemplo, los hospitales, escuelas, bibliotecas, supermercados e instituciones públicas pueden lanzar iniciativas donde se prohíba explícitamente el uso del castigo corporal. Este tipo de medidas es muy efectivo porque hace que las personas puedan intervenir cuando un padre o cuidador le está pegando a su hijo. Además, son intervenciones de bajo costo, fáciles de implementar luego de un entrenamiento previo. 
  4. Los gobiernos deben incentivar campañas educativas para enseñar a padres y cuidadores a utilizar estrategias de crianza y disciplina que mejoren la conducta y la obediencia de los hijos y que al mismo tiempo estén fundamentados en los derechos de los niños.

Referencia del estudio: Anja Heilmann, Anita Mehay, Richard G Watt, Yvonne Kelly, Joan E Durrant, Jillian van Turnhout, Elizabeth T Gershoff. Physical punishment and child outcomes: a narrative review of prospective studies. The Lancet, 2021; DOI: 10.1016/S0140-6736(21)00582-1

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