Revista Cine

No mires atrás

Publicado el 28 mayo 2010 por Andres
No mires atrásNingún conflicto bélico ha sido tan fascinante para el cine como la Segunda Guerra Mundial. Será porque el cine mismo tuvo que combatir en ella como arma de propaganda o como reportero. En las más atroces batallas, al costado de las ametralladoras solían instalarse las cámaras. Mientras se apilaban cadáveres en los campos, hubo alguien que no pudo resistir el poder de la escena y la registró en celuloide para nuestro dolor futuro. Es la guerra mejor documentada. Hilter seguirá por siempre descendiendo del cielo en “El triunfo de la voluntad” (1935) y los prisioneros judíos seguirán elevándose al cielo como humo desde los hornos de cremación.
Pero no hoy a hablarles de un documental sino de una ficción, posiblemente la más realista que ha inspirado esta guerra. El film soviético “Иди и смотри” (Idi i smotri, Come and See. 1985), última película dirigida por Elem Klimov. El “Apocalipsis now” ruso la llamaron algunos críticos, teniendo en mente a su película bélica arquetípica. Lo certero es que del libro del Apocalipsis se extrajo su título. “Y cuando el Cordero abrió el cuarto sello, y oí a una de las cuatro bestias decir como con voz de trueno: Ven y mira" (Apocalipsis 6:1 ). Parece una invitación pero de las que darías cualquier cosa por no haber recibido. Lo que tendrás que presenciar la masacre de tu gente por el fuego de invasores cuyos generales han decidido que tienes derecho a existir sobre la Tierra.
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El proyecto de “Come and See” se realizó en conmemoración de la contundente resistencia del pueblo ruso frente al invasor nazi. Pero nada más alejado a los dramas épicos y de exaltación ideológica del cine soviético de décadas atrás, Klimov, criticado ya de individualista por su entorno, optó por contar la historia al ras del suelo o hasta sumergido en el fango. Él mismo había padecido la guerra siendo niño y conoció ese sentimiento de horror extremo que es peor a tierna edad.
Su protagonista y punto de vista seria entonces un muchacho de 13 años. Al principio, Florya está motivado con la idea de unirse al ejército que está haciendo frente a los nazis. Para ser aceptado busca un rifle entre los soldados enterrados. Su madre le ruega que la mate a ella y a sus hermanas menores, antes de soportar perder a un hijo como perdió antes a su esposo. Pero no hace caso y se va con los soldados. En el ejército por su inexperiencia lo relegan a la retaguardia, conoce a una chica que también ha sido dejada atrás. En eso, aviones alemanes lanzan bombas y paracaidistas. Se quedan sordos por los explosiones. Escapan y juntos regresan al pueblo. En la casa de Florya no hay nadie, pero hay platos con comida aún caliente, o al menos así lo quiere creer el niño. La chica, en cambio, la vomita. A Florya se le ocurre que su familia puede estar en una isla cercana, pero en el recorrido descubren una pila de cadáveres recientes.
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Florya intenta sobrevivir como puede, armado con su viejo rifle con el que aún no ha disparado ni un tiro. Al parecer, juega a su favor su corta edad y su apariencia insignificante, los nazis pueden no fijarse en él o masacrarlo junto al resto. Así confundido entre la gente, después de haberse topado con varios muertos en su camino, Florya observa a los nazis, embriagados por el alcohol y la certeza de que están aniquilando a un pueblo inferior, incendiar con granadas una cabaña llena de gente.
En la Unión Sovietica, Elem Klimov era un cineasta que no gozaba de la venia gubernamental. Su afán de explorar la ironía, su actitud irreverente y su inclinación por privilegiar al individuo sobre la colectividad, no hizo más que condenar sus primeras películas al exilio en los archivos y Klimov fue confinado a trabajar en televisión. Al gobierno soviético, que se tomaba a si mismo muy en serio, no le hizo nada de gracia las parodias a la burocracia en "Welcome, or No Trespassing" (1964) y "The Adventures of a Dentist" (1965). Su siguiente intento fue “Agony” (1975-81), un proyecto muy ambicioso que le demandó varios años de investigación sobre Rasputín y el zar Nicolás II. El resultado también fue a parar a los anaqueles estatales. Su estreno se había previsto para el 60 Aniversario del Octubre Rojo, por lo que no podía permitirse para tal celebración a un zar humanizado que gustaba tomarse sus vodkas con los amigos y que garabateaba pinturas sin talento. Pero eran especialmente inauditas las escenas de las famosas orgías que montaba Rasputín. Tuvo que pasar más tiempo hasta que el siguiente proyecto “Come and See”, bajo un gobierno más tolerante, por fin obtuviera las palmas oficiales. Después de este único éxito, Klimov perdió total interés en hacer películas y aceptó un cargo burocrático como Secretario de la Unión de Cineastas. Murió en el 2003, a los 70 años.
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Después de ver “Come and See” no es tan difícil imaginar el gran desgaste emocional de debió haber significado para quienes participaron en ella. Persiguiendo un realismo absoluto, Klimov no contrató a ningún actor profesional, la cinta está hablada en bielorruso y el uso del Steadycam es contaste, conservando el punto de vista de los personajes. Incluso se utilizaron municiones de verdad (!) en algunas escenas. Pero lo que más deja huella en todos aquellos que vean esta película, son las penetrantes expresiones de horror del protagonista, Aleksei Kravchenko. Es notable cómo el rostro de un niño de 13 años puede tornarse tan envejecido, tan pasmado por la angustia. Ahora mismo hay miles de rostros doblegados por el dolor en el mundo real, pero que Kravchenko, sin ninguna experiencia previa como actor, lo haya logrado para la ficción es destacable. Pero vale mencionar que hubo un truco aquí, que no está relacionado con maquillaje, sino con hipnosis. El actor fue sometido a cierta sugestión hipnótica para ayudarlo a ensombrecer su rostro hasta niveles poco vistos.
Hay una idea perturbadora en el fondo de “Come and See” y que tiene que ver con la niñez o con su falsa inocencia en tiempos de guerra. En algunos pasajes se hace referencia a los niños como una temida amenaza del futuro. Cuando los campesinos están encerrados en la cabaña que va ser incendiada, un soldado nazi les propone como un macabro juego sicológico: “pueden salir si dejan a los niños atrás”. En otro momento, los nazis dejan con vida a una anciana: “tu vas a vivir para que des a luz a más bebes bolcheviques”, le dicen, cuando es obvio que esa mujer no puede reproducirse más. Incluso el extraño final de la película, del que no daré detalles, parece suceder en la mente del protagonista, otro niño, Florya. Una fantasía motivada por la rabia y la impotencia y que es el deseo imposible de que aquel niño que alguna vez fue Hitler nunca haya existido, que una bala perdida haya cumplido con corregir la Historia en su momento.
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