El plumaje de las aves nos ha fascinado a lo largo de toda la historia. Las plumas se han usado para escribir, para decorar y para adornar ropas de todas las épocas. Plumas de pavo real que acicalan vestidos de fiesta, plumas de gallo para tocados de cabeza o teñidas para abanicar a damiselas de la corte de Luis XIV, se reinventan ahora para la casa.
Las estructuras queratinosas de la piel de las aves, las más complejas de entre el resto de vertebrados, han entusiasmado a las mujeres desde el principio de la historia. Las emperatrices chinas se dejaban enamorar por biombos decorados con plumas y adornaban sus jardines y jaulas con cientos de pájaros de miles de colores.
Las aves, de hecho, forman parte del imaginario oriental, los fascinantes jarrones de la dinastía Ming o las sedas bordadas con pájaros, que amueblaban los palacios de los más elegantes, desplegaban verdaderos abanicos de plumas. Fascinantes para muchos y repugnantes para otros, las plumas no dejan a nadie indiferente.
Durante los años 20, origen de la moda actual y momento en el que se sentaron las bases de la elegancia contemporánea, las mujer más estilosas desvanecían ante abanicos de plumas, lucían tocados espectaculares, turbantes e incluso vestidos repletos de plumas. ¿Por qué no llenar el hogar de este elemento sofisticado, misterioso y volátil?
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Fuente: Agencia Efe
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