Revista Educación

No tener edad

Por Siempreenmedio @Siempreblog

No tener edad

Recuerdo perfectamente la sensación que tuve el día que me dijeron “no tienes edad para eso”, pero no he retenido en la memoria quién me lo dijo. Tal vez no fue solamente una personal, sino varias, lo que hizo que mi cerebro autodestruyera ese recuerdo feo, pegajoso, agrietado.

Mi reacción, aparentemente desproporcionada, sentó mal. ¿Entonces para qué tengo edad? pregunté escupiendo algo de saliva venenosa. Para sentar la cabeza y no jugar a personajes de películas, me respondieron. Ignorantes. Stars Wars no es una película. Darth Vader no es un personaje de película.

Star Wars scene

Darth Vader soy yo.

Yo, que a mis años, tengo instalada en el teléfono una aplicación que imita el sonido de un sable láser y la uso cada vez que tengo que enfrentarme al mal.

Han Solo soy yo.

Yo, que sigo diciéndole a mi chica “lo sé” cuando ella me dice “te quiero”. Y las ostias que me da son justificadas y reconfortantes.

Y vuelvo a ser Vader cuando sueño responderle a mi hija cuando me pregunte por el sable laser edición limitada colgado de la pared: ¿papá, qué es eso? Y yo pueda responderle “La espada láser de tu padre. El arma de todo Caballero Jedi. No es tan tosca e imprecisa como un arma de fuego. Es un arma noble para tiempos más civilizados. Durante más de mil generaciones los Caballeros Jedi fueron los guardianes de la paz y la justicia en la antigua República antes de estos tiempos oscuros, antes del Imperio”.

Y vuelvo a soñar con decirle a Pablo junior, si algún día hay uno: “Pablo, yo soy tu padre”

Y tengo edad para eso y para mucho más. Para emocionarme con la historia entre el bien y el mal mejor construida de la galaxia, aguerridos luchadores de la república dispuestos a que el lado oscuro no consuma las sociedades de la luz. Y también tengo edad para buscar en Ebay un traje de soldado imperial por si algún día tengo el suficiente dinero, sin poner en riesgo mi matrimonio, para comprármelo y caminar con la Marcha Imperial por el pasillo de casa escuchando a Williams en el ordenador a todo meter.

Y tengo edad para seguir planeando revisiones interminables de la trilogía que más me ha hecho vibrar del mundo mundial. Porque, a mi no me engañan, escuchar esto y que no se les pongan todos los pelos del cuerpo de punta es imposible. Yo llego a estar ahí y me tienen que sacar del sitio en camilla del ataque de emoción que me da.

Porque uno no debería limitar su ilusión ni para jugar ni para hacer el imbécil. No hay limitación alguna para ser niño.


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