Revista Diario

No voy a luchar contra la persiana.

Por Negrevernis
Se ha roto la persiana del cuarto de Niña Pequeña: exactamente, dos láminas superiores, que permiten pasan mínimamente la luz, pero impiden la apertura total de la ventana. Se ha caído, sí, casi todo el conjunto de la persiana, tras el estor y entre la doble ventana que nos aísla del frío, mientras que el resto se ha liado sobre sí mismo y escondido en el tambor, a salvo de miradas indiscretas. La habitación de Niña Pequeña es ahora un pequeño rincón donde las sombras se intentan adueñar poco a poco del baúl de juguetes y la pizarra magnética, mientras que la luz atraviesa esperanzada entre el hueco de las dos láminas.
- Mamá -llama, mientras se tapa con el edredón rosa, preparada para dormir ya.
- ¿Hum? -contesto, al mismo tiempo que recojo la ropa para la lavadora.
- Mamá, enciéndeme las luces de Hellokitty, que no veo -pide, señalando la fila de minúsculas caritas luminosas que le regaló su padrino por su cumpleaños.
Hoy ganará aliados de colores la luz que se cuela entre las láminas rotas. Abajo brilla la farola del patio comunitario.
No voy a luchar contra la persiana.

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