Revista Cultura y Ocio

Nos mataron a María Eugenia

Publicado el 02 junio 2015 por Sonia Herrera Sánchez @sonia_herrera_s

[Este es mi grito de dolor y denuncia ante el asesinato de María Eugenia Hidalgo Tovar en el blog de Dones en Xarxa de eldiario.es. Adiós, amiga querida].

[Aquí teniu l’article també en català: “Ens han matat la María Eugenia”]

Para entender es preciso, también, recordar.

Beatriz Sarlo

Ha pasado una semana y media desde el día en que nos enteramos de tu asesinato. Tengo tantas cosas grises instaladas en la boca del estómago desde entonces… Tristeza, rabia, náuseas, indignación, desconcierto, desolación… Estoy profundamente triste, sí, pero también muy cabreada. Me cuesta sonreír porque sé que tú ya solamente podrás hacerlo en nuestro recuerdo. Me pesan las piernas al caminar y subir las escaleras del metro porque sé que tú no pudiste caminar libre en ese viaje a tu amada Colombia a la que no volvías desde hace tiempo y que no has podido regresar a esta, mi ciudad, tu ciudad… Me cuesta compadecerme, dejarme caer y sentir dolor porque sé que lo que yo estoy pasando es solamente una nadería comparado con el sufrimiento de tu familia.

Pero a nosotras, ese grupo de comunicadoras repartidas por Barcelona, Bogotá, Medellín, Ciudad Juárez, Santiago de Chile y Santo Domingo, con las que tantos momentos compartiste por las calles del Raval, en la playa de la Barceloneta o en vuestro piso del Clot cuando vivías con Caro, a nosotras estos días se nos ahogan los gritos, se nos quedan atravesados en la garganta y solo podemos repetir una y otra vez “Nos mataron a María”. Y sentimos dolor físico en lugares que ni siquiera conocíamos y que seguramente no aparecen en ningún escáner, ni resonancia, ni tomografía axial computarizada que nos hagan, porque lo que nos duele, María, es el alma.

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Sabemos –y nos repiten– que el tiempo lo cura todo. Por suerte para la supervivencia de aquell@s que seguimos aquí, es así, aunque hoy no lo creamos. Pero yo, personalmente, desde hace una semana no dejo de hacerme la misma pregunta: ¿cómo seguir con mi tesis sobre cine y feminicidio después de esto? Siempre ha sido duro, porque sé que no es una película gore que se acaba en 90 minutos. No hablo de un relato de ficción, sino de mujeres de carne y hueso con historias de vida y muerte, con nombres y apellidos, con sueños truncados… Hoy esos sueños son los tuyos y en un primer momento quise sumarme a las tesis de Adorno y parafrasear para mí misma aquello de que “no se puede escribir poesía después de Auschwitz” y decir que ya no puedo hablar ni escribir ni analizar esta violencia después de tu muerte. Porque la barbarie, la injusticia y el miedo nos bloquean, ciertamente. Pero lo siento, no estoy de acuerdo. Tenemos el imperativo ético, como decía Sontag, de recordar, de construir memoria histórica y colectiva de la violencia contra el olvido, de convertir el dolor en resiliencia y resistencia frente a este mundo “chambón y jodido” que tan bien definió mi idolatrado Galeano.

No sé si llegaremos a saber alguna vez cuáles fueron exactamente las causas y las circunstancias de tu asesinato. Como diría Rhett Butler: “Frankly, my dear, I don’t give a damn”. Solo clamamos para que se haga justicia, por ti, querida amiga, pero también por todas esas mujeres asesinadas en el Valle del Cauca (80 en lo que va de 2015) y en toda Colombia, y en México, y en Nicaragua, y en Rusia, y en Argentina, y en la República Democrática del Congo, y en España… Todas ellas, vosotras, ausentes, nos exigís que las/os que seguimos aquí continuemos trabajando por un mundo más igualitario, más justo y menos violento donde las mujeres podamos caminar con libertad por la calle de nuestras ciudades, donde un cuerpo de mujer no signifique peligro de muerte –tal y como escribía el dramaturgo Humberto Robles–, donde no haga falta desgañitarse para que se entienda que vivas nos queremos…

A María Eugenia Hidalgo Tovar. “Y dicen las calles de tu Barcelona que la noche es nuestra, que la nit es nostra” (Bacilos). Siempre presente.


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