Revista Educación

Nostalgia Ochenterera

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Los que estudiamos EGB nos hemos hecho mayores, a pesar de prometernos no convertirnos en aquel ser humano encorvado que señalaba el pasado como mejor. Somos ahora esa persona mayor que no entendía nuestros gustos, que criticaba las pegatinas de actores y cantantes que reinaban en nuestras carpetas, forradas con el plástico sobrante de los libros del colegio y nuestras cuestionada forma de vestirnos, que la moda ochentera fue una apuesta excéntrica que no merece repetirse. Esa generación se resiste ahora a los nuevos gustos, pero ha descubierto una herramienta de invasión que nuestros mayores no tuvieron: la palabra vintage. Así, con muchos de nuestros miembros en cargos de poder creativos, en puestos de programación, mercadotecnia e industria, hemos llenado el mundo, enfermo de globalización consumista, de nuestros símbolos, de los dibujos que nos animaron, de las películas que nos hicieron soñar, de la música que encendió nuestras ya activas hormonas juveniles.

Y lo hemos vuelto a conseguir. Hemos obligado a los jóvenes a preguntarse, ante la cartelera, qué es eso de La Historia Interminable, a la que los mayores hemos etiquetado como película de culto. Ya en este blog he hablado de los placeres de la lectura del libro de Michael Ende que se intentó trasladar, una misión imposible, al celuloide. Ahora, tenemos la oportunidad de disfrutar, sentados junto a los incautos adolescentes, de Bastian, Atreyu y Fújur, en gigantes dimensiones, mientras nuestros ojos brillan, mucho más que los de los nuevos espectadores. La nostalgia ochentera ataca de nuevo.


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