Revista Cultura y Ocio

Novedades, septiembre de 2012: Impedimenta

Publicado el 03 septiembre 2012 por Kovua

Caída y auge de Reginald Perrin de David Nobbs
Novedades, septiembre de 2012: Impedimenta Traducción de Julia Osuna Aguilar
ISBN: 978-84-15578-16-1 Encuad: Rústica Formato: 13 x 20 cm Páginas: 368 PVP: 22,75 €
Inspiradora de una de las comedias televisivas más famosas de todos los tiempos, Caída y auge de Reginald Perrin es una obra maestra del género humorístico en el ámbito anglosajón. Su protagonista, Reginald Perrin, es un hombre gris; un mediocre e infeliz ejecutivo de ventas cuarentón, que malgasta sus días en la empresa Postres Lucisol, sometido a un jefe estúpido para el que desempeña un trabajo alienante, mientras lleva una vida suburbana al lado de su esposa y una familia plagada de gorrones. Hasta que un día, entregado a continuas fantasías que le apartan momentáneamente del sopor, decide tirarlo todo por la borda y dar el gran paso: desaparecer sin dejar el menor rastro, simular su propio suicidio, y adoptar una segunda identidad para volver a comenzar desde cero.
Ficha del libro
El tren llegó once minutos tarde debido a un fallo señalético en Vauxhall. Reggie arrastró sus reacias piernas por la calle de la estación, siguió tirando de ellas por Wordsworth Drive, do­bló a la derecha por Tennyson Avenue y al cabo a la izquierda por Coleridge Close. En la Urbanización de los Poetas reinaba la calma. Las cercas blancas amedrentaban cualquier trasiego banal e irrelevante y el aire olía a asfalto recalentado. Reggie obligó a su cuerpo exhausto a avanzar por el caminillo del jar­dín, rosas a la izquierda, rosas a la derecha y casas de un blan­co reluciente delante de él. Bajo los aleros había unos cuantos aviones alimentando a sus primeros polluelos. La puerta de la calle se abrió y allí estaba Elizabeth, alta y rubia, con unos pantalones malvas cubriéndole los anchos muslos y una blusa de flores azules sobre el pecho plano. Se comieron el guiso de hígado con panceta en el jardín de atrás, en el «patio». Al otro lado del césped tenían plantados abedules y pinos. El hígado estaba en su punto. No hablaron mucho: ambos conocían la opinión del otro sobre todos los temas que uno pudiera imaginar, del fascismo a la pintura emulsionada. Reggie sabía lo silenciosa que le resultaba la casa a Elizabeth desde que Mark y Linda se habían independizado, y siempre intentaba darle algo de conversación, siempre con la sensación de que se animaría al cabo de un par de minutos, pero nunca era así.

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