Revista Cultura y Ocio

Novela policíaca frente a novela de suspense II

Publicado el 08 enero 2015 por Ana Bolox @ana_bolox

En la entrada Novela policíaca frente a novela de suspense I, ya apuntamos algunas de las diferencias fundamentales entre un tipo y otro de historia. Pero no son las únicas. Hay más. Y de ello vamos a hablar en esta nueva anotación.

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Novela policíaca frente a novela de suspense

¿Dónde está el lector?

Aunque en principio pueda parecerlo, no es una pregunta absurda. La posición del lector con respecto al protagonista de la historia difiere si se encuentra dentro de una aventura policíaca o en una de suspense.

 

En la novela policíaca

En el caso de que hayamos adentrado al lector en un rompecabezas con el que ponemos a prueba su capacidad para desentrañar el enigma que le hemos propuesto, es decir, si está inmerso en la lectura de una novela policíaca, el lector siempre se encontrará un par de pasos por detrás del detective.

Manteniendo al lector siempre a la espalda del detective, el escritor de novela policíaca consigue que, llegado el final, el lector se lleve la mano a la frente y la golpee con ese lamento tipo: ¿Pero cómo no me di cuenta de que el asesino en realidad no era zurdo porque el testigo presenció el crimen reflejado en un espejo?

 

En la novela de suspense

Por el contrario, si se ha sumergido en una historia de suspense, el lector siempre irá dos pasos por delante del protagonista.

Seguro que lo has vivido más de una vez: la película o la novela nos muestra al malo malísimo preparando una trampa para nuestro protagonista. Luego, el héroe llega al lugar y todos nos levantamos del sillón, como si creyéramos que puede vernos a través de la pantalla, o pasamos la página angustiados, y hacemos el comentario que el autor ha programado en nuestra mente al planificar su escena con habilidad: ¡Oh, no! ¡Párate! ¡Párate! ¡No pises ahí! Y, ¡plaf!, el protagonista pisa y activa la bomba.

De modo que, dependiendo del tipo de novela que estés escribiendo, ten siempre presente la posición del lector con respecto al protagonista de tu historia. Si eres escritor de novela policíaca, no permitas que el lector anticipe acontecimientos y camine por delante del detective. Si, por el contrario, tu género es el del suspense, juega con la útil herramienta de dar al lector una información que el héroe no posee. De este modo te asegurarás de que tu pobre lector sufre por anticipado los males que acechan a su héroe.

Y esto, por cierto, nos lleva a nuestro siguiente apartado…

 

¿Qué hacemos con la información?

Éste es un punto crucial en ambos tipos de novelas al que el escritor debe prestar especial atención.

 

La información proporcionada en la novela policíaca

Como vimos en el punto anterior, en la novela policíaca la misión del escritor es la de (siempre sin jugar sucio) confundir al lector entre vericuetos de pruebas verdaderas y falsas, distracciones que le obliguen a pasar por alto datos fundamentales e incluso personajes mentirosos (no así el narrador, que jamás debe serlo), de forma que el pobre lector quede envuelto en una maraña de datos de la que le sea difícil extraer la información necesaria para resolver el caso.

El éxito del lector en su labor detectivesca vendrá dado, pues, por su capacidad para retener los datos que se le van proporcionando, distinguir los valiosos de los estériles y los auténticos de los engañosos. Como el detective, el lector tendrá que interpretar esa información que el escritor le va suministrando y realizar las conexiones necesarias para alcanzar la verdad. La diferencia con éste es que el detective se mueve por la senda que el escritor va señalando para él, mientras que el lector debe ir despejando el camino y desbrozando la densa selva que el autor de la novela ha creado para confundirlo. Lo cual, como se decía unos párrafos más arriba, le obligará a ir siempre dos pasos por detrás del detective.

 

La información proporcionada en la novela de suspense

Por el contrario, ya se ha apuntado que, en la novela de suspense, el escritor debe dar al lector una información que el protagonista no posee. Ahí es, precisamente, donde recae la tensión que queremos provocar en el lector: él conoce datos que el héroe ignora. El lector, pues, sabe lo que va a ocurrir: el protagonista va a caer en una trampa terrible. La tensión y el suspense proceden, por tanto, no del conocimiento que el lector tiene de esa trampa, sino de las preguntas que surgen a raíz de ese conocimiento: ¿Cómo va Jack a salir de ese lío? ¿Cómo se librará de las víboras que le acechan en ese espacio cerrado del que parece imposible poder escapar? Y, mientras tanto, ¿quién va a salvar a Eva, apunto de ser arrojada por un acantilado como ofrenda a los dioses? He ahí la tensión y el suspense. Facilitándonos una información que el héroe desconoce, el escritor siembra en nosotros, los lectores, la preocupación por su destino. Un destino al que el protagonista se dirige en la más completa ignorancia.

 

La pregunta dramática

 

En la novela policíaca

La novela de misterio está construida en torno a una pregunta: ¿Quién lo hizo? Y la pregunta dramática que se plantea el lector es: ¿Será capaz el detective de descubrir al culpable?

El escritor de novela policíaca debe levantar la historia sobre esta pregunta y, por supuesto, es imprescindible que la responda al final. Pero no vale con una respuesta cualquiera. La respuesta debe ser lógica conforme a lo que se ha contado a lo largo de la novela, de manera que satisfaga las expectativas intelectuales del lector. De ahí que una de las reglas que debe cumplir a rajatabla el escritor de novela policíaca es la de ser noble con su lector y procurarle todos los elementos necesarios para que pueda descubrir por sí mismo la solución al enigma.

En el juego entre escritor y lector del que se hablaba antes, la misión del escritor es esconder todos esos elementos de forma que estén a la vista, pero pasen (al menos algunos de ellos imprescindibles para resolver el caso) desapercibidos, de forma que el lector, como se decía antes, no tenga otra opción que la de golpearse la frente al final de la historia mientras exclama: ¡Claro, cómo no caí en ello!

Si se llega al final de la novela en estas circunstancias, el escritor habrá hecho un buen trabajo: ha vencido al lector, a pesar de que le ha proporcionado todos los datos necesarios para que resolviera el misterio por sí mismo. Y, de esta forma, ha procurado en el lector no sólo unas buenas horas de entretenimiento, sino también esa satisfacción intelectual de la que hablábamos antes.

 

En la novela de suspense

En la novela de suspense, la pregunta central se levanta en torno a la curiosidad del lector sobre el destino del protagonista: ¿Logrará superar las pruebas a las que se verá sometido y sobrevivir a las asechanzas que le amenazan tras cada página?

A diferencia de la novela policíaca, la respuesta dramática que ha de ofrecer la novela de suspense no es tanto satisfacer las expectativas intelectuales del lector como las emocionales: por supuesto que nuestro héroe ha sobrevivido y, además, ha salvado al mundo, o a la chica en apuros, o…

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