Revista Educación

Nuestro deber con los huérfanos y huérfanas de la violencia machista

Por Samuel Núñez Pestaña @saropa22
Nuestro deber con los huérfanos y huérfanas de la violencia machistaMiembros de la Policía Nacional acompañan a los hijos de una joven asesinada en Almería, presuntamente por su pareja. EFE / Carlos Barba

Artículo de Cristina Fallarás, Público, 10 de agosto de 2023.

El trauma se cura. No es fácil. Requiere tiempo, valor, constancia y sobre todo una buena terapia, pero se cura. No sé si curar es el verbo adecuado, no soy psicóloga sino paciente. Por eso sé que puede tratarse, que el daño puede dejar de doler tanto, que la vida puede vivirse sin infierno, poco a poco, salir de la oscuridad en la que un día te metió, por ejemplo, una agresión insoportable, una montaña de agresiones que se te vino encima y fundiste en negro.

La Real Academia define el trauma como "choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente". Valga eso, pues. Daño duradero. En el inconsciente.

Los huérfanos y huérfanas de la violencia machista –seis en solo 24 horas esta semana– crecen tallados a golpes y el daño permanecerá en ellos y ellas de por vida. No solo el espanto de ver cómo asesinan a tu madre, inimaginable, sino todos los horrores acumulados hasta llegar a eso.

Ver a tu padre golpear habitualmente a tu madre, tirarle del pelo, escupirle, empujarla, patearla en el suelo. Verlo desde pequeña, desde pequeño, crecer con eso, que sea tu hogar. Oír los gritos de tu madre, verla llorar habitualmente, entender su silencio dedicado a ti, esa forma de aguantar los golpes y los insultos diciéndole a tu padre "por favor, baja la voz, que están los niños". Porque los niños oyen todo, saben todo, sienten todo y todo lo sufren. Sobre su piel y su organismo, en su cerebro van quedando las heridas.

En un artículo publicado por Isabel Valdés este 9 de agosto, la  psicóloga clínica, especialista en violencia en la infancia, Fanny Sánchez Juan afirma sobre los efectos de dicha violencia: "Puede ir desde complicaciones en el sistema respiratorio, con el desarrollo de asma, a algunas diabetes infantiles que están relacionadas con el trauma. También alteraciones en el sistema digestivo, que es uno de los órganos que más somatiza en la infancia, o problemas cardiovasculares, como taquicardia, o de piel, como psoriasis. Además, hay cambios permanentes en el cerebro. Según se vaya desarrollando todo ese estrés, hay una especie de desconexión de la realidad y pueden producirse disociaciones, que es una de las respuestas típicas ante un evento así en menores".

Las desconexiones de la realidad y las disociaciones de las que habla la psicóloga afectarán a la vida adulta de esas criaturas hasta hacerla insoportable. Afectará a su manera o incapacidad de amar, a su sexualidad, a la violencia que reciban o ejerzan, contra otras personas o sobre sí mismas. Afectará a cómo se alimentan o dejan de hacerlo. Perderán trabajos sin saber por qué. Verán afectada su forma de ganarse la vida. Su construcción económica, social, sexual, amorosa, íntima, todo será distinto de lo que consideramos "lo normal". Es el daño. Es el terrible daño recibido del hombre que maltrató a su madre hasta matarla. Y a ellos y ellas, por lo tanto. La violencia es también, y feroz, contra las criaturas. Y contra los adultos y adultas que serán. Son hijos e hijas de víctima. Son hijos e hijas de asesino también. Y son víctimas, personas violentadas y lanzadas hechas trizas hacia el futuro.

Sabemos bien que ese daño, incluido el de la madre víctima de violencia vicaria que ha visto asesinar a sus criaturas a manos del padre, incluso esa herida atroz, puede tratarse, conseguir que duela menos y que la vida merezca ser vivida. Solo una cosa resulta imprescindible: el tratamiento psicológico adecuado. El trauma, cualquier trauma, puede ser tratado. No es barato ni lo ofrece la Sanidad pública de la forma correcta, necesaria

Considero que es nuestra obligación como sociedad prestar a esos huérfanos y huérfanas de la violencia machista la atención clínica necesaria para que el daño recibido no marque sus vidas hasta el final, que su existencia no sea el infierno que ahora habitan. Es posible. Y además es nuestro deber. Si fuéramos una sociedad sana y correcta, no necesitaríamos esperar al asesinato de la madre para intervenir en todo lo anterior y ofrecer a las criaturas víctimas de la violencia macho la atención que merecen.


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