Revista Cine

Nuestro último verano en Escocia

Publicado el 27 mayo 2015 por Srinterrogante

Para empezar con sinceridad, soy muy entusiasta con ciertos estilos de comedia británica. Considero Un funeral de muerte (Death at a Funeral; Frank Oz, 2007) como un maravilloso mausoleo erguido sobre la idea de la vida, su proceso y su final. Creo que en general, sus guiones, sus personajes y la forma de realizarlos tienen un espíritu muy personal, moralista en muchos casos, sincero y con un estilo muy marcado. Andy Hamilton y Guy Jenkin, con un camino recorrido muy amplio, se adentran en una visión muy particular de la existencia, de la forma más natural posible y con el humor que caracteriza este cine. Aquel que se sienta identificado, ya sabrá por donde van los tiros.
Nos encontramos con una familia desestabilizada y muy especial. Abi (Rosamund Pike) y Doug (David Tennant) se ponen en el papel de unos padres que viven un actual momento de caos: una separación, tres hijos muy particulares y un abuelo con una grave enfermedad. Deciden viajar a Escocia para celebrar lo que puede ser el último cumpleaños de Gordie (Bill Bonnolly), el extravagante padre de Doug. Allí les espera otro problema, su ostentosa y superficial familia, con más problemas internos de lo que parece. El reparto se nutre de caras muy conocidas que dan un resultado magistral, donde se unen a los ya nombrados, un gran Ben Miller, una histérica Amelia Bullmore o algún cameo como el de Agnes Chisolm. Pero son los papeles infantiles los que se llevan el gran mérito, lo que reconoce aún más la labor de dirección de actores de la cinta.
Nuestro último verano en Escocia
Lottie (Emilia Jones), Mickey (Bobby Smalldridge) y Jess (Harriet Turnbull) son la verdadera esencia de este viaje. La inocencia personificada y la sinceridad con la que viven todos los problemas es la razón de ser de la película. Un pilar sobre el que se sostiene una reflexión guiada por la mágica naturalidad de un abuelo que es consciente de lo importante de la vida. La construcción de personajes es una evolución que marca las etapas de una persona, pero su tratamiento cómico e irreverente hacia los problemas comunes es su gran virtud. Un desarrollo que se modula hacia situaciones dramáticas que no son tomadas en serio como tal, sino que se esconden en todo momento detrás de una superficie excéntrica donde impera el humor por encima de todo.
Si su visión infantil es evidente, la naturalidad está además regida por las localizaciones y la música. Los paisajes escoceses son tratados casi como un personaje paralelo al de Bonnolly, un mundo de aceptación y perdón para alcanzar la paz interior y poder perderse en ese temido desenlace. Su ritmo equilibra la rapidez y brusquedad del hogar trastocado y es aquí donde los niños y el abuelo se encuentran y se saltan toda una etapa adulta, considerada casi como un envenenamiento personal. Todo esto hilado con la preciosa música de Alex Heffes, fragmentada en momentos puntuales que ejercen un hipnotismo cariñoso sobre un espectador que queda a merced de los fotogramas.
Una película bonita, tierna, agradable y amable. Hamilton y Jenkin gobiernan cual Odin una cinta que lleva la comedia como bandera hacia un Valhalla alcanzado a través de sus jóvenes tres valquirias unidos a unos personajes que luchan por alcanzar dicho honor. Uno se lleva a esos tres pequeños compañeros fuera de la pantalla mientras abandona tranquilamente la sala con esa paz interior en la que te envuelve.
En una frase: Una comedia sobre la naturalidad de la vida y la muerte.
Victor J. Alvarado

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