Revista Opinión

Nuevas formas de entender la guerra: Baudrillard y la teoría del simulacro

Publicado el 25 noviembre 2014 por Polikracia @polikracia

El auge de la televisión en los años noventa como medio de comunicación de masas supuso un cambio en la forma de retransmitir la guerra, pero también en el modo de llevarla a cabo. El recurso bélico deja de responder al afán de conquista o sometimiento para pasar a formar parte del entramado capitalista de occidente. En los albores del s. XXI la sociedad del espectáculo se sienta en el sofá para contemplar una representación, un pulso irreal en el que la información (o desinformación) juega el papel principal. Nos movemos en lo indeterminado, en un espejismo de datos y noticias que lejos de acercarnos a la realidad del mundo nos sumergen en la incertidumbre, en el limbo difuso entre la realidad y la ficción. La guerra real pasa a ser virtual, especulativa, de alta rentabilidad. Como una campaña publicitaria de final incierto y dudosa transparencia. La prostitución de imágenes embota nuestra mente y nos deja demasiado exhaustos para replicar o siquiera comprender lo que está pasando, si es que está pasando algo. La llegada de la era digital ha alterado el tradicional sistema de relaciones humanas. La vieja política languidece mientras se consolidan nuevos agentes de poder y control social. En este contexto las reflexiones de Jean Baudrillard demuestran una inteligencia escéptica necesaria para seguir a flote en el mar de lo intangible. No obstante, la irrupción de internet en esta última década ha dinamitado gran parte de las estructuras informativas que se conocían en los años noventa. Es necesaria una relectura. Dirijo el artículo al análisis de sus teorías sobre la guerra y los medios para tratar de constatar su vigencia en la actualidad.

Con la publicación de “La Guerra del Golfo no ha tenido lugar”en 1991, el filósofo francés anunció un cambio de fase en lo que a la creación y desarrollo del fenómeno bélico se refiere.Pocos meses antes, el 2 de agosto de 1990, una fuerza de coalición compuesta por treinta y cuatro países liderados por Estados Unidos lanzaba un ataque militar sobre Irak. Fue la respuesta de occidente a la anexión violenta que este país había llevado a cabo del Estado de Kuwait. El enfrentamiento provocó la muerte de decenas de miles de civiles y bajas en ambos ejércitos. Ante estos datos podríamos cuestionarnos la veracidad del título que Baudrillardpuso a su obra. No obstante laafirmación, aunque arriesgada, no se basa en los sucesos que tuvieron lugar en el golfo pérsico sino en el uso que los medios hicieron del conflicto. La información que se retransmitió en directo (especialmente por la CNN) distaba de describir lo acontecido. Presentadores de programas televisivos, políticos, tertulianos… todos contribuyeron en la creación de una realidad simulada, una ficciónde carácter especulativo cuyos beneficios terminaron transformando la guerra tradicional en una bomba mediática de alta rentabilidad. Cambia el enfoque. Lo importante ya no es si la guerra tendrá o no lugar sino generar una imagen rentable de la misma. La televisión cumple con obstinación su papel de llenar el vacío al mismo tiempo que provoca un estado de conmoción social transitorio. Entre torrentes de información se pierde la sustancia del acontecimiento y se va dibujando en el imaginario colectivo un producto ficticio, algo que temer. Observamos comola voluntad de espectáculo (que trasciende del ámbito estrictamente político y militar) deja atrás la voluntad de poder o conocimiento.

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Las estrategias de simulación determinan la actual condición del mundo social y político. Baudrillard afirma que la historia parece recomenzar desde una saturación de sus interpretaciones. A estas alturas los hechos (por muy graves que sean) se comportan como simulacros y acaban siendo visibles como un elemento más del espectáculo.Se podría decir que su pensamiento tuvo una influencia directa en la situación que los hermanos Wachowski plantearon en Matrix. La película reflejauna sociedad que vive en una realidad creada por otra para su propio beneficio. Los ciudadanos forman parte de una ficción sin ser conscientes. Fue en cierta manera premonitorio de lo que vendría, de lo que se estaba gestando. Pero la hegemonía de la televisión tuvo su final con la llegada de internet. Nos hemos adentrado en lo que el sociólogo polaco ZygmunBauman denominó “modernidad líquida”: una sociedad consumista y banal en un tiempo sin certezas. Los vínculos humanos se han vuelto precarios y las relaciones superficiales. En este contexto, explica Bauman, nos hemos convertido en “ciudadanos adictos a la seguridad pero siempre inseguros de ella” y con ello contribuimos a normalizar el “estado de emergencia”. El miedo se acentúa cuando es difuso, poco claro, cuando lo entrevemos en todas partes pero no podemos situarlo en un lugar determinado. Está ligado a la incertidumbre, a nuestra ignorancia de las amenazas que presentimos pero que no llegamos a comprender. La sociedad actual vive bajo el temor de dichas amenazas (reales o imaginarias) amplificadas y difundidas por los medios. Terrorismo, enfermedades, desastres naturales, guerras…nos mantienen en un estado de shock que nos hace vulnerables. Naomi Klein detalló en su libro The Shock Doctrine” las consecuencias que se derivan de dichos miedos. En momentos de pánico, las reformas impopulares se llevan a cabo con mayor facilidad. Milton Friedman se aprovechó de situaciones de confusión y conmoción social para lograr la aprobación de determinadas reformas económicas que de otra manera se hubieran encontrado con la oposición ciudadana.

Baudrillard tomó como referencia al espectador pasivo, aquel que no escoge la información que recibe. Sin embargo ,con la aparición de internet se produce una alteración en la relación entre el individuo y el medio. Los internautas tiene la posibilidad de seleccionar (en parte) el contenido que desean y a la vez contribuir a crear otro e incorporarlo a la red. El control social en el mundo online resulta más complejo y sutil que en el televisivo. Se hace posible el intercambio de información y la difusión de conocimientos en tiempo real. ¿Constituye esto una mejora con respecto a la sociedad que describía Baudrillard en los noventa? Aparentemente sí, pero puede ser un arma de doble filo. Al igual que la televisión se empleó para producir simulacros y distanciarnos de la realidad objetiva, en internet también se produce una saturación de información, muchas veces alterada, que no representa el mundo material.¿En qué datos confiar? ¿Quién está al otro lado de la pantalla? Existen estudios clarividentes sobre los efectos que provoca el anonimato en nuestro comportamiento. Opinamos sobre lo que desconocemos, interpretamos un papel que no nos corresponde y que contribuye a articular un caos informativo. En este contexto resulta complicado distinguir lo que es verdad de lo que no. Nos hemos convertido en artífices de nuestra propia simulación.

Se han producido grandes diferencias entre la televisión que describía Baudrillard y las nuevas formas de comunicación basadas en internet. La producción y difusión de contenidos informativos ya no es unidireccional. Sin embargo, durante este proceso hemos pasado de tener dos realidades (la real y la simulada) a confundir ambas hasta el punto de que ya no es posible establecer una distinción. El mundo virtual ha incluido dentro de sí al mundo tangible y éste se ha vuelto completamente dependiente del primero. El ciberespacio es el escenario en el que todo confluye, el detonante las estructuras sociales tradicionales y artífice del nuevo orden mundial. Las tensiones y simulacros se producen y anulan sucesivamente, todo aparece y desaparece con velocidad. Tanto Bauman como Baudrillard supieron predecir el triunfo de lo efímero sobre lo duradero. Por otra parte su análisis sobre las guerras modernas no solo continua vigente, si no que se ha radicalizado. Mientras que Baudrillard describía los nuevos conflictos bélicos como representaciones a las que asiste la sociedad del espectáculo, en la actualidad la sociedad del espectáculo es la que produce y articula dichas representaciones. La realidad sucumbe a la ficción. Lo sólido se vuelve líquido y el futuro se desdibuja en la incertidumbre.


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