Revista América Latina

Nunca te irás del todo

Publicado el 24 septiembre 2014 por Yohan Yohan González Duany @cubanoinsular19

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Por Yohan González

“Ni a los ruidos con silencios
Ni a otras tierras con más oro…”

 

Dicen que los isleños, a diferencia de quienes nacen en tierra firme, cargamos bajo nuestras espaldas la maldición de vivir obsesionados con el horizonte y su infinidad. Rodeados de mar -nuestra única frontera-, ansiamos averiguar que hay más allá de donde nuestros ojos no pueden ver y nuestros pies no nos pueden llevar. Quizás por eso es muy difícil que algunos nos acostumbremos a transitar siempre el mismo suelo y a respirar el mismo aire. Sea para toda la vida o tan solo a ratos, cual terapia de oxigenación, el isleño siempre deseará, en algún momento de su existencia, transgredir las barreras y aventurarse a conquistar el horizonte.   

Cuando se parte sin fecha de regreso, al menos no inmediata, los días que anteceden a la partida se convierten en una extraña carrera contra el tiempo. Una parte desea que el tiempo transite lo más rápido posible, otra desea que los últimos momentos sean eternos. Adelante, la aventura y la incertidumbre; atrás, los años, los primeros pasos, las calles, los amigos, el hogar, la sangre. Será por eso que, inquietados sobre el futuro y a los sucesos por venir, algunos aspiran a que los misterios de la fe y la religión tracen un halo de luz sobre lo que es opacidad e incertidumbre.

Es ante el desafío de surcar los cielos o de combatir contra las olas de un bravío y traicionero mar que se comienza a sentir que estamos dejando de ser aquellos que éramos, que nos convertimos en una cifra más de las frías estadísticas de los que parten. Nuestro cuerpo parte y gran parte de nuestro corazón y mente con él, la otra, se queda anclada en aquel pedazo perdido en el mar que queda atrás.

Con el tiempo, quizás semanas, meses o años, Cuba regresa convertido en ave, eso que muchos llaman “el gorrión” y que nos recuerda aquel hogar al que siempre estaremos atados. Vuelve Cuba a nosotros en el recuerdo del sabor de la comida, el mar, los campos, el aire, la lluvia o el calor; nos atormenta en la música, en el sabor del ron o en el apagón, pero Cuba regresa, de una forma u otra.


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