Tras el asesinato de cinco policías blancos por un exmilitar negro que los cazó por su raza en venganza por dos negros muertos por policías blancos pocos días antes en otras ciudades, el jefe de la policía de Dallas, Texas, David Brown, lloraba cargado de dolor, desconcierto e impotencia.
David Brown es negro, como muchos otros jefes de la policía en los EE.UU., como una enorme cantidad de jueces que llenan las cárceles de negros, como políticos, militares, empresarios y profesionales de todas las ramas universitarias, incluido el presidente Barack Obama.
El posiblemente mayor sabio vivo estadounidense es negro, descendiente de esclavos. Thomas Sowell, de 86 años, es economista, antropólogo, filósofo, politólogo y muchas cosas más, catedrático de media docena de estas disciplinas y autor de 40 libros imprescindibles para conocer las urdimbres del mundo y de su país.
Los ya clásicos “Black Rednecks and White Liberals”, algo así como “Obreros negros y progres blancos”, “Race and Economics”, y “Ethnic America”, denuncian la desgracia de ser negro que conoció durante su paupérrima infancia en Harlem.
Esa desgracia es que millones de negros han decidido des-integrarse, separarse de la principal corriente social y cultural que permite prosperar, y que necesariamente no es el origen racial blanco, negro, hispano o asiático: es ir a la escuela, formarse, esforzarse, integrarse socialmente.
Al no hacerlo y optar por nuevos folclores salvajes de drogas y violencia, crea barrios marginales vigilados por policías atemorizados, también muchos negros, que disparan antes de que crean que se lo harán a ellos.
Sowell denuncia, además, a las élites de progres blancos que justifican la des-integración sociocultural de esos negros que crean guetos y culturas marginales y violentas, generadoras de rechazo (distinto a la segregación racial), miseria, muerte y cárcel.
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