Revista Cultura y Ocio

Obligada a leer Hamlet

Por Dayana Hernandez

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Sí, todos conocemos las primeras líneas, pero bueno yo nunca he visto la obra representada ni lo había leído hasta hace poco, Hamlet no me cayó muy bien, hablaba mucho pero nunca actuaba y cuando lo hacía no lo hacía a tiempo, pero que lleno de razón estaba cuando dijo esto:

Ser o no ser. Esa es la cuestión. ¿Qué es más noble? ¿Permanecer impasible ante los avatares de una fortuna adversa o afrontar los peligros de un turbulento mar y, desafiándolos, terminar con todo de una vez? Morir es… dormir… Nada más. Y durmiendo se acaban la ansiedad y la angustia y los miles de padecimientos de que son herederos nuestros míseros cuerpos. Es una deseable consumación: Morir… dormir… dormir… tal vez soñar. Ah, ahí está la dificultad. Es el miedo a los sueños que podamos tener al abandonar este breve hospedaje lo que nos hace titubear, pues a través de ellos podrían prolongarse indefinidamente las desdichas de esta vida. Si pudiésemos estar absolutamente seguros de que un certero golpe de daga terminaría con todo, ¿quién soportaría los azotes y desdenes del mundo, la injusticia de los opresores, los desprecios del arrogante, el dolor del amor no correspondido, la desidia de la justicia, la insolencia de los ministros, y los palos inmerecidamente recibidos? ¿Quién arrastraría, gimiendo y sudando, las cargas de esta vida, si no fuese por el temor de que haya algo después me de la muerte, ese país inexplorado del que nadie ha logrado regresar? Es lo que inmoviliza la voluntad y nos hace concluir que mejor es el mal que padecemos que el mal que está por venir.

Shakespeare

Escribi esto hace dos noches, cuando creí que no soportaría más.

Es cierto, no soy un héroe épico con rapsodas cantando mis hazañas pero sí que sufro con Hybris la irremediable imposición de ser quien soy. Esta noche, me asfixio dentro de la piel en la que estoy, siento que no puedo soportar más habitarme así. Verás, hago un gran esfuerzo por comprender a mi cerebro, pero ¿cómo lo comprendo si mi cerebro soy yo? No somos yo y mi cerebro, no somos dos cosas distintas o ¿será esa una posibilidad?
Ahora, esta presente angustia y solo eso, es posible que haya surgido de algo puramente superficial, incluso banal, pero la he dejado fermentar hasta que me ha colmado de una abismal separación. Quisiera partir de mí misma, quisiera decirme adiós, con lágrimas en los ojos ondearme un pañuelo, ver cómo me alejo en un barco a una isla sin retorno donde se encuentre el descanso en perdición. No hay suficiente alivio en drogas psicodélicas o palabras de evangelización. No hay mística que logre persuadirme. Bajo la evidente complejidad de lo que nos sucede todo esta formado de una oculta simplicidad. Pero estoy tan ciega, estoy llena de resentimiento, aún cuando este siendo oprimida por mi vida, no imagino otra más que la mía, y además ¿de que sirve imaginarse viviendo de otra manera? si estar vivo en cualquier forma que se este vivo resulta siempre en alguna clase de opresión. Es el destino que se nos revela cual oráculo interestelar. Pertenecemos a una imparable hecatombe de padecimientos que se remontan a una era más allá de la prehistoria, a una ley de de desunión fatal. A menudo me pregunto qué enigmático desenlace obtenemos al ser parte de esta infalible inmolación natural.

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Arte: Leonardo Da Vinci


Obligada a leer Hamlet

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