Revista Cine

Ocean, sutil

Por Francescbon @francescbon
 OCEAN, SUTIL
Algo de ojo tendré para esto. Los cuatro años que ha tardado Frank Ocean en entregar su segundo disco no han hecho más que confirmar lo magnífico de Channel Orange y cómo éste creció con el tiempo y cómo caló entre la gente. De qué, si no, una expectativa de tal tamaño y toda esa liturgia habitual de anuncios de fechas, anulaciones, retrasos que sólo suele darse cuando se habla de algo importante. Y Ocean ha demostrado, por lo menos, madurez y personalidad como artista, la suficiente para no ceder a lo sencillo en apariencia que hubiera sido confeccionar un disco de estructura parecida al anterior, para evitar el fácil recurso de buscar equivalentes a las canciones más destacadas de esa obra magna, y eso es algo que aquí se respeta mucho. Qué difícil, es, por eso, evaluar de primeras un disco que apenas se ha podido escuchar entero unas pocas veces. También en eso se ha demostrado la importancia de Ocean. Cuántas reseñas de primera escucha, cuántas impresiones iniciales que no hacen más que demostrar que este mundo ya ha sido cambiado, para siempre, por la presencia de internet. Horas en estar disponible para descargas, horas para asimilar la sorpresa relativa, y vamos, oigamos el disco, juzguemos los primeros, que el que da primero da dos veces. Blond no tiene un impacto tan inmediato como su antecesor. Pasma que la canción que lo abra contenga una parte vocal inicial con el pitch acelerado. Sorprende que las partes vocales sean tan dominantes, que las instrumentaciones sean en algunos momentos tan escasas, tan espartanas. Es posible que sea uno de esos discos a los que mucha gente le va a costar entrar. Los ritmos están algo relegados, son lentos y perezosos, estructuran las canciones pero no se hacen con ellas. Las canciones son cortas, nada de diez minutos con cambios de ritmo. Puede que sea algo pronto para que Ocean entregue su Behaviour particular. Pero lo que no ha hecho ha sido ceder a entregar un disco borracho de gloria previa. A lo mejor es un acto de prepotencia muy sutil. Cuántas suposiciones. Qué pasará en unas semanas, en unos meses, calará algo tan hondo como esos golpes de ritmo que abrían Super Rich Kids. 

De momento, la guitarra en Ivy me recuerda tanto a Prince como a algunos temas de los primeros Style Council, el piano percusivo y la subida de cuerdas en Pink + Blue parecen extraídos de alguna decadente película francesa de los 60 musicada por Michel Legrand, y lo que suena en Skyline to, al que le noto un extraño y cosmopolita aire de Rufus Wainwright, puede, no sé, todo son hipótesis, que sea un theremin. Pronto para decirlo: la inspiración tiene caminos muy caprichosos, y más aún son los que tomamos los oyentes ante un disco. Importa la secuencia, importa la presencia de temas centrales a los que asirse, importa que no haya canciones que nos despierten las ganas de usar el skip, pero importa la actitud. Y la actitud de Frank Ocean aquí es la adecuada: la de un músico (como el Kanye West de los dos últimos discos) que no deja que otros tomen las riendas de su carrera. Por eso. no voy a comparar aquí sus dos discos. Estoy muy seguro de que merecen la pena ambos y de que la carrera de Ocean va a dar más alegrías en el futuro. Blond. con sus ritmos sutiles sus colaboraciones que cuesta identificar, su renuncia al hit, nos lo confirma.



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