Revista Arquitectura

Ocho que ochenta

Por Arquitectamos

Hace unos días me han publicado este artículo en el blog de la Fundación Arquia. Trata un tema que ya toqué hace unos años aquí. Y ahora estoy escribiendo otra vez sobre lo mismo. No me gusta insistir, de verdad, pero es que "ellos" insisten e insisten, y yo me sigo enfadando como el primer día. Así que perdonadme, pero voy de nuevo con ello.

El arquitecto Miguel Fisac vivió noventa y dos años, y los vivió con lucidez. Quién pudiera. Pero por muy enérgico y muy vital que fuera (que lo fue), a los noventa, cuando unos jóvenes arquitectos (Fernando Sánchez-Mora, Sara González, Blanca Aleixandre y Leonardo Oro) fueron a verlo, ya estaba retirado. (¡Qué me dices!) Le pidieron que se presentara con ellos a un concurso y se animó; incluso se entusiasmó, y se presentaron a varios.

Ganaron el del Polideportivo de la Alhóndiga en Getafe (Madrid). Podemos considerarlo una "obra menor" en su historial, un proyecto nada espectacular, pero muy sereno y equilibrado (que era de lo que se trataba), e incluso muy elegante en su sencillez.

Ocho que ochenta
Ocho que ochenta

Ocho que ochenta

Fue, con una vivienda en Almagro (Ciudad Real), su última obra. Una discreta y muy decente y limpia despedida.

El polideportivo lleva diecisiete años funcionando bien. Satisface la función para la que se convocó el concurso y para la que fue diseñado. Como digo, tiene un tono sencillo, modesto, cumple lo que tenía que cumplir y es un buen ejemplo de arquitectura útil para la sociedad y, a su modo tímido y honrado, es hermoso.

Bueno, pues no sé cómo se ha gestionado la nueva perpetración, pero de repente estos días nos lo encontramos así:

Ocho que ochenta

Aquí explican la movida: Se ha celebrado en Getafe la Primera Edición del CI Urban Fest, festival de arte urbano de cultura inquieta (jajajá, jajajá, jajajá)(1) con la inestimable colaboración del Ayuntamiento de Getafe y de la cervecera Mahou San Miguel, y con la participación de Greenpeace España(2) y de la Fundación Vicente Ferrer. Vamos, una cosa impresionante.

Todo es puro buen rollo, como de costumbre, y excelentes vibraciones tendentes a hacernos felices, a que no tengamos que seguir languideciendo ante edificios anodinos y a que nuestra vida sea un perpetuo ataque epiléptico.

Ocho que ochenta
Toda la familia Simpson sufre un ataque epiléptico antelas imágenes frenéticas y los destellos de la televisión.A partir de ahora los vecinos de La Alhóndiga también podrán.

Definitivamente no sé cómo se ha podido implantar la creencia, la convicción, de que una pared de color liso y claro es un aburrimiento que hay que evitar a toda costa, y de que para que una colectividad pueda vivir feliz hay que pintarle las paredes de colores. No lo puedo entender. Ansían un entorno en el que no haya un instante de reposo visual, en el que solo se pueda salir de noche y con gafas oscuras, en el que sentarse un minuto en un banco a intentar leer o sencillamente a relajarse no sea ya posible porque los colores, los estímulos, las alegrías no nos dejen vivir.

No lo entiendo, pero se ve que el resto de la humanidad sí, porque está en todas partes. No hay ciudad en la que no se carguen cualquier atisbo de arquitectura discreta y limpia con chafarrinones de demagogia.

Se ve que no hay tapias cutres en Getafe, no hay naves industriales deslavazadas cuyos propietarios e incluso cuyos autores estarían encantados de que esta gente tan pizpireta les diera una manita de pintura. Pues no: Tienen que ir a lo de Fisac y compañía. Qué instinto, de verdad, qué puntería siempre.

Boa Mistura es un equipo de gente interesante(3), pero creo que ni siquiera ellos tienen derecho a hacer eso. O al menos no así. Mis amigos del Estudio AMA de Toledo los llamaron para que les hicieran unos murales en un proyecto suyo y quedó muy bien, pero porque lo hicieron de acuerdo con los arquitectos y en una línea coherente con las intenciones del proyecto. Aquí, sin embargo, me parece un atropello. Fisac murió en el año 2006, pero el resto de autores del polideportivo vive todavía, y por muchos años. ¿Les han preguntado? ¿Les han dejado intervenir, opinar, sugerir? ¿Alguien ha pensado que los arquitectos de un edificio (y encima de un buen edificio) tienen algún derecho intelectual o ético sobre él? ¿Alguien ha pensado que pintar un edificio no debería ser un acto ajeno al propio edificio?

Bah, para qué insistir. Lo he dicho ya demasiadas veces y la costumbre de agredir obras arquitectónicas no hace más que extenderse. Y no es algo hecho por gamberros y delincuentes, que ya sería muy deplorable, sino auspiciado y aplaudido por la autoridad, que de esa forma lo convierte en algo terrible porque nos sumen en el desamparo quienes tenían precisamente que protegernos. Bah, para qué insistir. Da igual ocho que ochenta. A nadie le importa nada de esto.

Ah, y la obra pictórica ejecutada (literalmente) por Boa Mistura se titula Empatía. Encima. Empatía. Nada menos que empatía. Lo que faltaba. Empatía con el edificio, empatía con los arquitectos, empatía con el entorno urbano, empatía con la arquitectura, empatía con las preexistencias. Empatía. Respeto. Verdaderamente es que hay que fastidiarse.

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(1).- Inquieta. Cultura inquieta. ¿No lo es siempre la cultura? Aunque en este caso que lo dicen tan directamente darían ganas de que no lo fuera tanto. Tate quieta.

(2).- Vale, Greenpeace, o sea, que a las ballenas sí las protegéis pero a los sufridos y honrados cachalotes de hormigón no.

(3).- Cuando los arquitectos no nos atrevemos a decir "bueno" (porque, oye, a lo mejor tampoco es para tanto) y no lo tenemos muy claro decimos "interesante". Y lo decimos con un dedo en la barbilla como si de verdad estuviéramos diciendo algo con sentido.


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