Revista Cultura y Ocio

Octubre 1936. Cerca de Madrid.

Por Cayetano
Octubre 1936. Cerca de Madrid.
-Vamos a limpiar este pueblo de rojos de mierda como tú. Casa por casa. No vais a quedar ni uno.    Habían llegado hasta allí andando. Atardecía. Las nubes se iban impregnando del color rojizo que iba adquiriendo el firmamento aquella tarde de octubre. El pueblo se había quedado atrás, como a un kilómetro. En ese tramo de la carretera, se abría una especie de zona desarbolada a la izquierda y allí precisamente se habían detenido. La persona que iba maniatada sabía lo que le esperaba. Reconocía perfectamente el atuendo de algunos de ellos. Hombres de camisa  azul, correaje, pistola al cinto. Gentes sin escrúpulos que le miraban como se mira a un microbio, desde lo alto y con una mueca de asco y desprecio. Sus captores no iban a tener compasión alguna. Estaban  impacientes, deseosos de venganza. Y además se estaban divirtiendo con la situación…    - Vosotros que quemáis iglesias y matáis a los curas lo tenéis crudo. Esto no es nada comparado con lo os vais a encontrar después. Dentro de un rato os estarán esperando allí abajo con los brazos abiertos. Da recuerdos a Satanás cuando lo veas.
Estaba cansado, vencido, aturdido por los golpes recibidos y la sangre derramada. Pensaba que resultaría totalmente inútil explicarles que él no había participado en nada de lo que se le acusaba y que su único delito era el de ser un ciudadano de ideas republicanas y haber defendido la legalidad vigente. Pero no iba a servir de mucho porque ya estaba sentenciado de antemano. Así que mejor no decir nada. ¿Para qué? No tenía ganas ni siquiera de implorar por su vida. No merecía la pena.  Todo estaba perdido. A pesar de la triple línea defensiva, con alambradas y nidos de ametralladoras camufladas, el pueblo había sido tomado sin grandes dificultades y otros como él, denunciados por algunos vecinos, habían sido ya ejecutados. Octubre 1936. Cerca de Madrid.
La localidad era para las tropas del general Varela un lugar muy importante en el avance por el suroeste hacia Madrid, distante tan sólo unos 30 kilómetros. Una vez tomado el pueblo, se desató una feroz represión y fueron fusilados más de doscientos milicianos. Por eso casi estaba deseando que acabara aquel calvario cuanto antes. Pero los captores parecían estar divirtiéndose con la situación, alargando unos minutos más el final, como leones ante su presa desvalida y acorralada.
Los acontecimientos vividos en las últimas horas se agolpaban ahora atropelladamente en su memoria. Recordaba perfectamente cómo se habían desarrollado los hechos. A primera hora de la mañana, apenas amaneció, habían llegado a su calle haciendo chirriar los frenos un coche y un camión. De ellos se había bajado apresuradamente un grupo de personas armadas. Empezaron por la casa de la esquina. Se oyeron golpes y gritos, alguien dando órdenes. Una mujer suplicando para que no se llevaran a su marido. Niños llorando. Más voces. Más gritos. Más golpes. Más llanto. Un hombre maniatado era introducido a empellones en el camión. Después otro. Cuando golpearon la puerta de su casa con las culatas de sus fusiles, gritando como endemoniados, ya sabía a quién buscaban. No se podía escabullir.  De nada sirvió que su mujer abriera la puerta diciendo que él no se encontraba en casa. La apartaron de un empujón y se colaron dentro. Cuando salió a dar la cara para protegerla, le propinaron un culatazo en la cabeza que le hizo tambalear. Luego, con el rostro ensangrentado, le ataron las manos a la espalda y mientras le insultaban y le daban patadas le sacaron de allí a la fuerza como a un animal que conducen al matadero. Finalmente le hicieron subir al camión con los otros y se fueron rápido de allí. Continúa. Fragmento de un capítulo de "En la frontera", un pdf de descarga gratuita

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