Revista Cultura y Ocio

Odia al calor

Publicado el 15 junio 2017 por Molinos @molinos1282
Odia al calorEl calor en mayúsculas aplasta, atora, embrutece, encabrona, crispa, hostiliza, da ganas de llorar, marea, debilita, hincha los tobillos, hace fluir riachuelos de sudor por el canalillo, marea, baja la tensión, quita el hambre, da jaqueca, desorienta, nubla la vista,  desconcentra, empana, ralentiza,  desorienta, provoca espejismos e impide dormir por la noche y adormece durante el día. 
El calor verdadero apaga la vida. No ilumina, nos envuelve en una bruma deslumbrante en la que todos los colores viven sin ganas, agonizan, esperando que el calor se canse. Las cosas, las personas, los edificios, los paisajes, todo pierde nitidez, sus contornos se difuminan y desdibujan. Hasta que no llegue el sol de otoño nada volverá a ser concreto. 
El calor es apocalíptico, llega como una plaga bíblica y no se puede escapar de él. Las calles se estrechan porque todos caminamos en plan comando, pegados a las paredes, aullando por encontrar la sombra. Llegar a casa no es garantía de refugio, abres las ventanas y descubres cómo se siente tu comida en el microondas. Tu cama, una hoguera. 
El calor que abrasa enmudece el mundo. Un tono rojo y denso lo cubre todo, amortiguando los sonidos. Solo oímos chicharras y, con mucha suerte, el zumbido sordo del aire acondicionado. Al caer la tarde, la noche, empezamos a escuchar algo: persianas subiéndose en busca de una inexistente brisa, los coches, los seres humanos atreviéndose a salir a la calle, ocupando las aceras y boqueando de puntillas para tratar de respirar aire que no provenga directamente del infierno de asfalto por el que caminan. 
El calor efervescente te aleja de los que quieres, los abrazos se vuelven pegajosos, el sexo se convierte casi en natación sincronizada y cualquier tipo de actividad física en el exterior se convierte en deporte de alto riesgo. 
Entonces, ¿qué nos ha dado el calor? Las sandalias, el placer de meter los pies en agua fría, las camisetas de tirantes, los ventiladores de techo que hipnotizan hasta cerrarnos los ojos, el gazpacho, el granizado de limón, los paseos por la orilla del mar, las piscinas al aire libre, las noches en la terraza, al fresco. 
Ajá. Lo que nos gusta del calor es todo lo que nos sirve para librarnos de él. 
Odio el calor. 

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