Revista Historia

¡Oh, Milena!

Por Nesbana

Para ti:

¡Oh, Milena, aciaga e infausta Milena! Qué lejos quedan tus cartas, tus bellas palabras siempre medidas, nunca gratuitas; lejos las artimañas intelectuales que cautivaron al gran escritor; lejos tus dudas sobre el abandono de tu triste marido; lejos las esperanzas brotadas en tu tuberculoso y epistolar amigo. ¿Cómo es posible que tu historia no se cumpliera? El destino te guardaba algo horroroso. La poesía de tu vida siempre quedaría en los legajos que él sólo entendería; las palabras, que tanto costaba arrancar de tu boca, se esfumarían; los súbitos viajes se perderían en su memoria. Todo llegaría a su fin: su muerte y tu muerte. De nada valdría el interés intelectual mutuo que se había despertado; tampoco las constantes cábalas de él para arreglar un efímero encuentro que, no obstante, colmaría su sed última; y, por supuesto, tampoco tus renuencias conservadoras, tu rechazo a la vida con él y tu cobardía execrable. ¡Oh Milena, llega el fin! Y ese fin se llama Ravensbrück y no Kafka, se llama infección renal y no vida en Austria; aguantaste, sí, fuiste dura y asumiste lo que la vieja Europa, en forma de revolución nazi, te colgaba a tus espaldas. Pero ya no hubo más; se hizo la oscuridad. 1924, 1944: ¡borren los dioses tales fechas!

 

milena
 


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