Revista Cultura y Ocio

Oona y Salinger. Frédéric Beigbeder

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Oona y Salinger. Frédéric Beigbeder
    "En la primavera de 1980, los habitantes del Paley Park de Nueva York presenciaron una escena bastante insólita. Una larga limusina negra aparcó frente al jardín público; serían alrededor de las tres de la tarde. El chófer abrió la puerta a una pasajera de unos sesenta años con traje blanco y gafas de sol, que bajó lentamente del vehículo. La dama permaneció inmóvil un instante, se manoseó el collar de perlas con gesto nervioso, como si rezara con un rosario, y se dirigió a la esquina izquierda del parque. Tras acercarse a paso lento al muro de agua, bajo los arbustos, la rica señora extrajo del bolso unos fragmentos de porcelana rota. Luego su comportamiento se volvió muy extraño. Se arrodilló y empezó a escarbar frenéticamente la tierra con sus uñas de manicura. Un hombre que comía un perrito caliente se preguntó por qué aquella mendiga hurgaba en el parterre en lugar de buscar provisiones en la papelera, situada en la otra punta del parque."
      Hay libros en cuyas páginas sabes que vas a terminar simplemente por sus protagonistas. Eso es lo que me sucedió cone ste, y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Oona y Salinger.
     Finalizan los años 30 y comienzan los 40 y estamos en Nueva York. En ese Nueva York deslumbrante que se mueve en limusina y a golpe de combinados, una ciudad por la que se mueve Oona O'Neill formando con sus amigas un trío de herederas y llevando consigo la etiqueta de "hija de" el famoso dramaturgo Eugene O'Neill. Y esta jovencísima Oona conoce a Salinger, un joven que cae a sus pies rendido, enamorado y con el que vive un pequeño romance hasta que él se va alista tras el bombardeo de Pearl Harbour. Llegado este punto sus vidas se separan quedando unas cartas que muestran a él en un infierno, enamorado de una joven que sigue viviendo ajena a ese horror, y que, además, se casa con otro, Charlie Chaplin.
     Comienza este libro con una explicación sobre el punto supuestamente exacto entre realidad y ficción en el que se encuentra esta historia. Esto es: los personajes existieron y la relación entre Oona y Salinger, ese que se hiciera famoso en El guardián entre el centeno, también. Incluso existieron las cartas, pero el autor del libro no tuvo acceso a ellas y es ahí donde comienza la ficción en la que personas y lugares estuvieron. Lo que muchos telefilmes dan en llamar reconstrucción basada en hechos reales. Dicho esto, situemos la historia en esos años 40 en los que Capote, Hemingway, por supuesto Chaplin, y un sin fin de personas cuyos nombres son más que conocidos, se pasean por las páginas de este libro cuya ambientación y coro es un auténtico placer leer. Tal vez porque ya los conozcamos o porque caigamos presa de un embrujo similar al que Woody Allen recrea en su película Midnight in Paris, es fácil meterse en la historia que muestra su lado menos amable en la crudeza de la guerra. Una guerra que se antoja aún más cruda al comparar un lado y otro del mismo universo, que ni siquiera está protagonizado por personas lejanas que jamás se conocieron, sino por las dos partes de esta frustrada pareja que deja un corazón roto.
     Sus protagonistas son francamente interesantes, y eso sin necesidad de ficcionarse, Salinger es un joven que se enamora, pasa por la Segunda Guerra Mundial, un intento de suicidio y se convierte en el autor de una de las novelas que han pasado a la historia de la literatura. Ella por su parte, cuentan que fue la inspiración de Capote para su Desayuno en Tiffany's, una mujer que no superó jamás el rechazo de su padre y que, posiblemente por eso, buscó refugio en brazos de un hombre mayor. Y quizás sea aquí donde he tropezado con esta novela. Uno espera que una historia con esos protagonistas y un coro de secundarios como el ya comentado, brille a cada instante, y no llega a ese punto. Es una novela interesante, asistimos a los sentimientos, las cartas, la historia... pero le ha faltado a la ficción, la fuerza que tuvieron sus protagonistas en la realidad. O tal vez sea como esas películas cuyo cartel se llena de nombres tan famosos que unos acaban haciendo sombra sobre otros sin dejar a ninguno destacar por sí mismo. No lo sé, pero Beigbeder, que ha demostrado con anteriores títulos que es un escritor que llega a brillar, no termina de hacerlo en una novela que, por lo demás recomiendo por mucho que alguno de vosotros está pensando en prensa del corazón y comparando contenidos. A fin de cuentas, ¿quién no quiere asomarse a esos maravillosos años cuarenta en un ambiente tan especial como el que se nos presenta en esta novela?
     Y vosotros, ¿os acercáis alguna vez a este tipo de novelas que hablan de sucesos reales ficcionados?
     Gracias.

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