Revista Cultura y Ocio

Opinión de un buen colchón de israel solá

Por Miss_cultura @miss_cultura
OPINIÓN DE UN BUEN COLCHÓN DE ISRAEL SOLÁ
Bárbara y Andrés son una joven pareja de treintañeros que por fin se deciden a vivir juntos. La primera noche tras la mudanza, ya tumbados en la cama, leen una noticia que les llama la atención; un futbolista de primera división duerme en un colchón de 45 mil euros, un colchón poco menos que divino. Será por el cansancio, será por ilusión, pero esa misma noche Andrés tiene una revelación en forma de sueño absurdo; ese colchón tiene que ser suyo. Por suerte esta Bárbara, opositora, centrada, opositora, organizada, opositora, la que no tiene intención de cometer semejante estupidez. Pero, será por el cansancio de estudiar la oposición o será porque tenía que ser, que una vez que Bárbara ve el colchón en la tienda comienza a imaginar su vida con él y ahí es donde ni la oposición se le resiste. Entregados a una espiral de deseo irrefrenable; ¿entre ellos? no, hacia el colchón, Andrés y Bárbara no dudan en hacer todo lo que esté en su mano, en su pie, en todo su cuerpo para conseguir ese colchón. Harán tanto por conseguir su sueño que perderán el propio y tanto por vivir y dormir sobre ese colchón que...

Esta obra es un desconcierto maravilloso. Me he sentido como una polilla que va hacia la luz, pero desconoce el lugar al que llegará.

Un buen colchón tiene un texto electrizante y los diálogos navegan siempre entre dos mares muy distintos tales como: oscuridad y luminosidad, tensión y quietud...

Los actores prenden una chispa pequeña y nos invitan a soñar con ellos.

Carlos Chamarro será el encargado de guiarnos por este viaje tan emocionante, en el que los conflictos se desarrollan de una manera tan natural que sorprende.

Veki Velilla y Víctor Palmero con su energía escénica crean una atmosfera perfecta para que te enganches a la historia.

Me vuelvo loca cuando una idea insignificante como la de un colchón prende una mecha. Adoro cuando el texto me hace soñar despierta y me fascina cuando los soñadores lo hacen al lo grande.

Enamorada me encuentro de la conexión que logran crear Carlos, Veki y Víctor en torno a cada palabra, cada acción y gesto con tanta espontaneidad y complicidad.

Una obra que parece comedia, pero que con su afilado texto nos da bofetadas constantes y hace que el sonido de cada palabra que se dice resuene en el espectador.

Los actores en un buen colchón destacan por su versatilidad y por su manera de adaptarse a cada situación, incluso no sabiendo si están improvisando o no.

Ha habido algunos momentos en los que pensaba ¿esto estaba dentro de la obra? y me ha pasado con los tres actores, aunque quizás Carlos es el que más juega con nosotros (o no).

Un buen colchón es una experiencia teatral inmersiva en la que la cuarta pared desaparece constantemente y en la que el escenario es tan realista que se convierte en un personaje silencioso, el cual, creo que si pudiese hablar diría mucho.

Ese colchón se convierte en el elemento principal de la trama, en el tema de conversación central, en ese objeto anhelado, pero como espectador te darás cuenta de que es sólo es algo a lo que aferrarse, algo por lo que realmente luchar, algo que se puede tener, una metáfora ¿o no?

El final de la obra cierra todas tramas e ideas con gran asombro, pero es maravilloso ver como en un buen colchón empieza y termina de una forma única.

No me gusta leer la sinopsis y me alegro mucho, pues ha sido una grata y magnifica sorpresa.

Una obra tan original, tan tenebrosa y al mismo tiempo tan cautivadora que la volvería a ver, pues estoy segura que ha habido matices que se me han pasado o no he sabido ver.

Me ha encantado su complejidad y su sencillez, pero con lo que más he disfrutado ha sido con esos giros inesperados y con ese final redondo, ese final perfecto, ese final soñado...


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