Revista Cultura y Ocio

Oráculo III. Trabajo.

Por Igork
Galopaba Ronaldinho, elástico y explosivo, sobre la hierba de Mestalla de un domingo por la tarde. En un bar bochornoso de un distrito sin nombre, en una de esas callejuelas de cuyo nombre nadie está seguro, Pepe y yo nos asfixiábamos cerveza en mano. Hasta los viejos de camisas de franela desbotonadas habían dejado de moverse, quietos, fundidos sobre las mesas de anises y coñacs. —Estoy agobiadísimo. No me adapto en el curro. Hay una tensión, un mal rollo que te cagas, y además con la gente no conecto. Nada.Pepe me miraba mientras parloteaba como un acólito que encuentra un confesor que escucha. Cuando acabé, dio un sorbo y me dijo:—El trabajo no es para hacer amigos. Es para ganar dinero.Ronaldinho pisó el área contraria como los hunos pisaron las praderas de Europa, listos para matar. Una oscilación pareció remover los cuerpos sudados de los viejos, impulsándolos hacia algún lugar durante un instante.
Tiempo después nos volvimos a ver. Paseábamos por esa avenida que lleva del verano al otoño. Volvimos a hablar de trabajo. Antes de despedirnos, me advirtió:—Y no lo olvides, Igor. Tiempo-dinero-tiempo-dinero —Pepe movía arriba y abajo las palmas de sus manos convertidas en extremos de una báscula—. Menos tiempo, menos dinero. Más tiempo, más dinero. Lo que no puede ser es lo de ahora.

William Turner, despojado y maduro, hacía cosas así...


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