Cuando
millares de jóvenes pierden la cabeza en borracheras de una semana, ofrenda al
valor del macho ante los toros y a las hembras adoradas como diosas paganas que
invitan a que las manoseen, no pueden denunciarse acoso ni abusos sexuales,
como acaban de hacer en extraño contubernio el Gobierno y las fuerzas
autoproclamadas progresistas.
No. Y aunque
este año haya cinco denuncias de abusos que investiga la policía, decenas de
chicas exhiben aún hoy sus desnudeces en ritos de preapareamiento para enervar
a los bovinos. Obsérvense toda esta secuencia fotográfica del diario económico
El Confidencial Digital.
Esas
chicas están creando una tradición orgiástica que si consigue su Hemingway se
hará tan famosamundialmente como los encierros.
Las fiestas
en honor del pamplonés Fermín, obispo de 31 años decapitado en Francia por su
puritanismo en 303, se han convertido en lo contrario de su doctrina.
Recuerdan
a Gomorra, y a Sodoma, porque no sólo toquetean a mujeres que compiten con los
toros para saber quién genera más testosterona, sino también a hombres, de los
que no hablan las noticias, a los que muchos osos y musculocos gais creen accesibles.
Sería justificable que curas, monjas y demás puritanos se quejaran de las imágenes de las chicas magreadas (RAE:sobar, manosear lascivamente a alguien) en nombre de San Fermín.
Pero es
de una hipocresía beatona que protesten el PSOE, IU y otras organizaciones izquierdistas
y abertzales, y para no quedarse atrás en antimachismo progresí el pepero Juan
Manuel Moreno, secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.
Porque
nuestra sociedad sexualizada es heredera de la revolución izquierdista del 68,
de la píldora anticonceptiva y del aborto libre.
“Ni
sostén ni bragas”, gritaban las mujeres liberadas, en entusiasmo libertario que
decayó al aparecer el SIDA.
Pero como este mal parece estar controlado, se grita que “Bajo los adoquines, Sanfermines”.
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SALAS