Revista 100% Verde

Otro mundial de fútbol, más bello

Por Cooliflower

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“Qué asco”, “once millonarios en pantalón corto dando patadas a un balón”, “el opio del pueblo”, “¿en serio te gusta esto? Yo creía que eras más intelectual”.

Tonterías. El fútbol es un deporte maravilloso.

Y sobran razones: El terreno de juego puede ser cualquier rincón de la tierra reciclado ya sea arenoso, nevado o asfaltado; la pelota una maraña de trapos, una pieza de fruta, cualquier objeto de forma más o menos esférica. Las porterías rayas imaginarias, dibujos de tiza, dos pares de piedras… Los niños y niñas que comienzan a practicar no necesitan un físico portentoso; desde los menos altos a los más enclenques, listos o torpones, todos tienen cabida y función en el esquema de juego. El fútbol fomenta la participación, el compañerismo, el trabajo en grupo. El deporte rey lo es porque mueve la ilusión, y el corazón, de millones de chavales que malviven en la calle. ¿Cuántos tenistas profesionales han surgido de una chabola? ¿Cuántos golfistas de una favela?

En este mundial, celebrado en el país con la mayor fábrica de futbolistas del mundo, lo realmente vergonzoso es ver el dinero desperdiciado en tantas infraestructuras a medio acabar. Es una pena que el gobierno brasileño haya malogrado la oportunidad para limpiar su imagen de corrupción, y conseguir que la inyección económica acabe donde debería estar: en las escuelas de fútbol de barrio; allí muchos jóvenes escaparán de las drogas y las bandas callejeras. Aunque jamás lleguen a ser profesionales, los niños recibirán educación y valores sociales, justo en el extremo opuesto de la opulencia individualista y pijerío FIFA.


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