Revista Opinión

Otros Pactos de la Moncloa: más insulto que farsa

Publicado el 30 octubre 2015 por Monetarius

14460522273382

Se repiten las fotos. Como en esos marcos electrónicos donde incesantemente se intercambian escenas repetidas. En la introducción a El 18 Brumario de Napoleón Bonaparte escribe Marx en cita repetida: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”. Theodor Adorno, a quien le robaron la alegría en Auschwitz, dijo que Marx se quedó corto. Que es verdad que se repite, pero de manera terrorífica. Respuestas idénticas cuando están cambiando las preguntas.

Hablan ahora de una segunda Transición a la democracia. Yo creía que las transiciones a la democracia se hacen desde las dictaduras. En España quieren que nos transitemos a nosotros mismos para quedarnos en el mismo lado. Una segunda transición en nombre del consenso, de no hacer ruido, de sacrificar todo porque la historia lo exige.. Empezaron pronto las ficciones. Es mentira que Don Pelayo fuera familia de Recaredo. Pero había que hacerlo católico desde la cuna. Vivimos de mentiras desde los comienzos. A ver si van a tener razón los árabes de Al Andalus cuando sostenían que el suelo de la península ibérica marcaba carácter. En España no nos cansamos de las trolas. Nos escapamos, eso sí, con la risa. Pero los que se ríen de verdad son otros. Somos muy irreverentes pero muy obedientes. Por el bien de España, dicen, hacen falta otros pactos de la Moncloa. Y una segunda transición. Rajoy hace manitas con la oposición en los jardines del palacio. Resuenan las carcajadas en Suiza y en la tinta de las amnistías fiscales. La segunda vez como farsa. Terrorífica.

Una llamada de urgencia a Mariano Rajoy de su asesor electoral, Pedro Arriola le ha advirtido:

-Tienes que recibir también a Pablo Iglesias; no es solamente que pueden gobernar, sino que si no le recibes suben en las encuestas. Y así no vamos a poder seguir ocultándolos.

-¡Pero no decías que eran unos frikis y unos perroflautas!

-Eso era al comienzo. Ahora creo que hasta se duchan todos los días.

-Maldita sea. Al final voy a tener que trabajar. Tú sigue con las encuestas que yo voy a terminar el Marca que esta mañana no he tenido tiempo.

Así o algo parecido. Rajoy se ha dado cuenta ahora, con la legislatura terminada, que tiene que hablar con la oposición. Que su plan de fomentar el choque de trenes para ir a las elecciones con un único lema -¡España se rompe!- se le ha ido de las manos. No contaba con que Artur Mas está aún más desesperado que él. Mariano Rajoy, por la vía de urgencia, ha tenido que activar el plan que le había comentado Felipe González y Susana Díaz, un plan hablado con Albert Rivera y que cuenta con el beneplácito de su Alteza Real Don Felipe VI y el Ibex 35. Un plan del que no anda muy alejada Convergencia i Unió, aunque Mas ande dando tumbos y evaluando si ponerse una chupa de cuero con remaches o buscar un empleo de comisionista en una empresa constructora.

Unos segundos Pactos de la Moncloa que consigan algunas ventajas económicas para las élites catalanas (con algunas cesiones a Andalucía para que Díaz pueda justificar su apoyo), todo en preparación de una reforma cosmética de la Constitución que sirva al nuevo Rey para justificar un reinado hereditario en el siglo XXI en un país democrático de la Europa occidental.

La conflictividad laboral fue la constante durante la Transición. Y el modelo pactado necesitaba frenar las luchas de los trabajadores. Por eso necesitaban repetir hasta la saciedad la idea del consenso. Es decir, no sacar a los muertos de las cunetas, aceptar a políticos que habían firmado sentencias de muerte en Gobiernos de la dictadura, aceptar un Rey elegido por Franco como su sucesor, perder capacidad adquisitiva, aceptar resignadamente la violencia de la extrema derecha. Consenso. Es decir: yo hablo, tú te callas y obedeces. Los pactos de la Moncloa fueron apoyados por los partidos y los sindicatos (la patronal no cumplió) cuando la Constitución aún no estaba aprobada. Carrillo ofreció a Suárez lo único con lo que podía negociar a cambio de una silla en la mesa: la paz social a través del control que tenía de Comisiones Obreras. El PCE ganaba así un espacio político que no había conseguido en las urnas al ganarle la mano el PSOE pese a su inexistente lucha contra el franquismo.

Los Pactos de la Moncloa anticiparon el comportamiento que iba a repetirse con la Constitución: un acuerdo entre élites que evitase cualquier desbordamiento popular a través de exigencias de participación que no pudieran controlarse. Como había dicho en 1975 Samuel Huntington, había que frenar los “excesos de democracia” y el marco institucional nunca podía ser construido desde abajo. Pese a todo, 1978 fue el año de mayor conflictividad laboral de la nueva etapa parlamentaria. Y la ciudadanía seguía exigiendo para recuperar las libertades perdidas, la calidad de vida perdida, la dignidad perdida. Llegó el intento de golpe de estado del 23F de 1981 y todo volvió a detenerse. Un golpe que triunfó en todos sus extremos. El PSOE llegaría en 1982 disciplinado al gobierno. Y ya estábamos en la OTAN. Y los sindicatos firmaron un acuerdo con la patronal. Y se detuvieron las exhumaciones de las fosas. Y el Rey ya lo era de todos los españoles. Y todo seguía atado y bien atado.

El 23F no era importante por sí mismo. Lo relevante era el relato. Da igual que fuera el entorno del Rey Juan Carlos quien organizara el golpe. De aquella opereta saldría como el salvador de la democracia. Algo parecido está ocurriendo con la declaración de la República catalana. Lo relevante es lo que queda del discurso. Aunque esa declaración no vaya a ningún lado. El nuevo relato ya está construido: España se rompe, necesitamos el acuerdo de los que no quieren que las cosas cambien realmente (los que han vaciado la Constitución se llaman constitucionalistas, igual que los traidores a la patria en 1936 se llamaron a sí mismos nacionales). Pongámonos de acuerdo para solucionar este terrible problema, sentemos las bases de la nueva convivencia y que el nuevo Rey sancione que, gracias a su buen hacer, hemos salido de una gran amenaza.

Por el camino, se habrán devorado el impulso popular de cambio que expresó el 15M; se habrán cargado la posibilidad de solventar el reto catalán con un referéndum como el escocés en una España diferente donde no hiciera falta que nadie se marchara; habrán dinamitado las exigencias de acabar con la corrupción. Será una quimera lograr un sistema electoral que acabe con la desproporcionalidad y ahonde en la democracia, imposible alcanzar un rango constitucional garantizado a los derechos sociales, inhallable la real la independencia judicial, ni asumir que el desarrollo tecnológico destruye ya de manera plena empleo y se apliquen soluciones imaginativas, garantizar una renta básica a quienes no tengan trabajo o sean trabajadores pobres, sancionar que torturar animales no es cultura y que sea imposible por ley negar las medicinas, la luz, el agua, la vivienda y la comida a quien no pueda pagársela. Y que nos pregunte por la jefatura del Estado. Porque esa es la España en la que queremos vivir. Moderna, democrática, solidaria. Muy al contrario, los Pactos de la Moncloa que quieren resucitar en mitad del ruido van a sancionar todas las reformas hechas. Todos los partidos que firmen ese acuerdo asumirán las reformas laborales, el atraco al bienestar del artículo 135, el Pacto de Estabilidad, las privatizaciones, los rescates a los bancos, los desahucios, los bancos malos y los bancos peores, las sanciones a los inmigrantes, la amnistía fiscal…

Los partidos se han ido a pasear cogidos de la mano en la Moncloa. Y han demostrado que Ciudadanos nació con la intención de ser simplemente la muleta del bipartidismo. Ese “Podemos de derechas” que pidió el Presidente del Banco de Sabadell. Está sólo Podemos para representar a todos esos millones de españoles que no quieren que otra vez nadie tome por ellos las decisiones que corresponden al pueblo. Sólo Podemos, por su actitud en Catalunya durante las elecciones hablando a todos los catalanes y no solo a una parte, puede articular la solución. Se cierra la legislatura y todo ha empeorado, pese al jabón mediático que intentan Rajoy y los cachorros impúdicos del PP. Estamos como en mayo de 2014. Bueno, peor, porque las cosas regresan como farsa o como catástrofe. Ha empezado la campaña. Y querrán darnos otra vez gato por liebre. Monclovita.


Volver a la Portada de Logo Paperblog