Pablo, el inventor (chiflado)

Esta mañana, durante el desayuno, le hice algunas preguntas rápidas a Pablo para ver qué tan preparado iba para presentar su conferencia. El tema que debía exponer hoy: “El radio como medio de comunicación”.

Llevamos varios días trabajando sobre esto. Comenzamos por investigar cómo funcionaba el radio… no logré que Pablo siquiera pronunciara bien la palabra “co-mu-ni-ca-ción”, por lo que “e-lec-tro-mag-né-ti-cas” ya era una petición demasiado descabellada. Así que decidimos mejor hacer una línea del tiempo… me di por vencida cuando 1920 se convirtió en el año de “un millón veinte nueve diez”.

Decidí entonces que mejor nos íbamos a ir por lo más básico: El radio se inventó para que mucha gente pudiera escuchar al mismo tiempo la información importante que alguien quería comunicar (al parecer, “comunicar” sí se puede pronunciar,  “comunicación” es imposible). La gente debía usar su imaginación para ver en su cabeza lo que el locutor (o el locotor, como diría Pablo) estaba narrando. Después de toda mi explicación, ésta fue la pregunta que le surgió a Pablo en ese momento: “¿Eso sucedió el día en que llegó el Capitán América a pegarles a todos?”

― Nooo. ¡Pablo! ¿De qué hablas?  ¿Y cómo sabes quién es el Capitán América?”.

(Paciencia, paciencia).

Anoche hicimos un “radio” para que lo pudiera utilizar con sus compañeros del salón. Metimos el receptor del monitor para bebés dentro de una caja disfrazada de radio antiguo; y utilizamos el transmisor como micrófono. Me pareció que esta actividad iba a dejar bastante claro el tema de cómo funcionaba este asunto.

Durante varios días, le repetí la información para ver si por ósmosis (o por milagro) algo de esto le entraba en la cabeza y con suerte lo podría repetir al momento de exponer.

Sin embargo, esta mañana, lo último que me dijo antes de salir por la puerta fue:

― Ma, ¿sabes qué voy a inventar?

― ¿Qué?

― Algo que NUNCA ha existido.

― ¿Ah, sí? ¿Qué?

― El radio antiguo…

(You´ve got to be kidding me!!!)

― ¡Pablo!

― ¡¿Qué, ma?!

― Nada, gordo. Te quiero. Suerte en tu conferencia…