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Pacific Rim: destrucción masiva

Publicado el 24 agosto 2013 por Juancarrasco @JuanCdlH
24.08.13 | 00:00. Archivado en Cine, Estrenos
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Uno de los encantos fílmicos de Guillermo del Toro, imposibilidad de redención para los detractores, es el absoluto respeto por sus propios valores y la marca de la casa pese a quien pese. En esta producción, autodefinida como uno de sus trabajos más obsesivos y personales, el realizador da rienda suelta a su lado más friki y con un gigantesco presupuesto respaldándole pone en escena a unos no menos gigantescos protagonistas robóticos, cóctel de Godzilla, Transformers o Mazinger Z bien agitado con hielo picado, buenos ingredientes y mucho cuidado en los mínimos detalles, algo tan poco propio de las cintas de este género en Yankilandia. Las mencionadas máquinas de destrucción masiva (jaegers) serán el último bastión de la humanidad contra unas descomunalmente enormes criaturas (kaiju) que salen de una especie de falla submarina y que amenazan la seguridad de todo el planeta. Y así las cosas, entre todos, globalidad que salpica de verosimilitud al argumento, habrá que defender a torta y misilazo limpios nuestra propia existencia.

Pacific Rim: destrucción masiva
La ambientación es realmente brillante, y los detalles estéticos, al servicio de un escenario futurista con sentido y alma, esos toques de máquinas con arañazos, y la relación emocional compartida por los dos pilotos de cada robot (ya que serán necesarias dos personas neuronalmente compatibles para mover con propiedad a semejante mastodonte) definen a Del Toro una vez más como un artesano incapaz de poner el piloto automático, aunque se trate de vehículos como estos. Especial atención pido desde aquí a detalles como momentos puntuales de la música haciendo simbiosis con los acontecimientos o las apariciones en pequeños papeles de actores fetiche para el director como el gran Ron Perlman o nada menos que Santiago Segura, que sigue montándoselo así de bien. Y ya puestos, enlacemos con un reparto que está encabezado por Charlie Hunnam y Rinko Kikuchi (los pilotos), aunque la cinta repose en mayor medida su peso en la fuerza que emana del comandante que interpreta con suma facilidad profesional Idris “The Wire” Elba.

Se trata de una película de extremos, y como tal tiene picos de brillantez alternados con defectos de serie. Entre los primeros, además de todo lo citado hasta el momento hay que señalar que se trata, como no podía ser de otra manera sabiendo quién es el firmante, de una película con efectos, no de efectos; dicho matiz denota que el ordenador vacuo no se apodera de las riendas de lo que se nos relata bajo ningún concepto. En el lado opuesto nos encontramos con la ridiculez caricaturesca de un par de personajes que desentonan completamente, cierto abuso del cliché fanfarrón made in USA y algún detalle que puede sacar de ambiente. Mención aparte merece una desmesura visual que puede llegar a empachar en igual medida que apabullar a un espectador que, como en mi propio caso, aunque esté ya muy acostumbrado a las mejores tecnologías en el cine, no puede evitar sorprenderse ante el imaginativo despliegue como el de las luchas “entre” los edificios o el momentazo del “barco-porra”. Queda asegurar tras este intento honesto de exponer pros y contras que se trata de una cinta novedosa y muy recomendable para el frikismo inquieto en su conjunto.

Dirección: Guillermo del Toro. País: USA. Duración: 131 min. Intérpretes: Charlie Hunnam (Raleigh Becket), Rinko Kikuchi (Mako Mori), Clifton Collins Jr. (Ops Tendo Choi), Ron Perlman (Hannibal Chau), Idris Elba (Stacker Pentecost), Charlie Day (Dr. Newton), Rob Kazinsky (Chuck), Max Martini (Herc), Burn Gorman (Gottlieb). Guión: Travis Beacham y Guillermo Del Toro. Producción: Jon Jashni, Guillermo del Toro, Thomas Tull y Mary Parent. Música: Ramin Djawadi. Fotografía: Guillermo Navarro. Montaje: Peter Amundson y John Gilroy. Diseño de producción: Carol Spier y Andrew Neskoromny. Vestuario: Kate Hawley.


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