Paisaje, de Lygia Bojunga

Una escritora brasileña radicada en Londres recibe una carta peculiar de Lorenzo, un Lector (con mayúscula, porque él considera que es una ocupación importante) que se declara fiel a la manera de escribir de la autora y cree, por tanto, que entre ellos existe una gran afinidad. A raíz de ello, desarrollan una relación por correspondencia muy particular, hasta que entra en escena un paisaje repleto de enigmas: el elemento que terminará de enredarlos a ambos y a todo el que gravite en torno a ellos.

Lygia Bojunga es una escritora brasileña muy conocida por sus obras de literatura infantil y que luce en sus estanterías (digo yo que es un buen sitio para ponerlos) premios tan prestigiosos como el Hans Christian Andersen o el ALMA. En esta ocasión, lo que nos ofrece es el cierre de un círculo abierto por otras dos obras precedentes (Libro. Un encuentro y Creando a Ana Paz), formando así una especie de trilogía sobre el libro y el universo que lo rodea. La propia Lygia explica que si en los dos primeros títulos había hablado de lectura y escritura, respectivamente, en este tercero lo que quería era mezclar ambas cosas. Ya se intuye, pues, la dificultad para entender y explicar ante qué nos encontramos exactamente. En la contracubierta del libro nos dicen que es una “novela”. Algo me chirría con ese calificativo. Vamos a ver. ¿Se narra una acción? Sí, con su introducción, nudo y desenlace. ¿Existen personajes? También. Es más, la construcción del personaje de Lorenzo a través de sus actos y, sobre todo, de sus monólogos (epistolares o dialogados) es sólida y genuina, y no está exenta de dosis de humor y puntos de genialidad. De hecho, él es el personaje que sostiene toda la trama, y todos los demás personajes que intervienen, incluida la propia escritora, toman forma definitiva a través de las palabras de Lorenzo (algunos de ellos, incluso, existen sólo a través de sus palabras), lo que no deja de ser un recurso original y muy atractivo. Pero lo que pasa es que tanto la trama como los personajes (también Lorenzo; o, debería decir, en especial Lorenzo) están totalmente al servicio de cierta exposición de ideas. Por eso creo que es mejor presentar este libro como un breve relato que expone ciertas reflexiones sobre un tema concreto: el intrincado y fascinante misterio en torno al proceso de construcción y recepción de una obra literaria. Sin embargo, tampoco se trata de un relato que funciona como mero vehículo para un ensayo, y eso es porque toda esta amalgama de ideas aflora en la historia de forma sugerente y evocadora. Además, Lygia Bojunga emplea el recurso del relato dentro del relato, de forma que las fronteras entre las sucesivas ficciones quedan completamente desdibujadas, llegando a un final ambiguo que derriba la última barrera de lo verosímil. Todo ello para dejar claro que lo que de verdad importa en esta historia es el Paisaje, metáfora de la relación que une al Autor y al Lector. Creo que lo mejor que ofrece este libro es la posibilidad de sumergirse en las vagas impresiones que se van dibujando, fundirse con ese Paisaje que acaba siendo compartido por todos. Participar, al fin y al cabo, en el proceso de creación literaria y saberse Lector con mayúscula. Y, poniéndome un tanto más banal y práctica, también es una gozada hacer todo esto manoseando un precioso ejemplar pequeñito, compacto y blandito, con una tipografía y una presentación de lo más agradables, que además incluye una especie de dedicatoria de la autora en la que nos explica algunas cosas sobre la obra.

En definitiva, Paisaje no me ha resultado una lectura especialmente emotiva, y es fácil deducir que no supondrá un atractivo para el grueso del público juvenil. Sin embargo, los enamorados del libro la encontrarán interesante y disfrutarán de su extraña belleza. Detrás de su brevedad se intuye un algo más vasto, algo duradero, que puede seguir empujando fronteras y extendiendo sugerencias aun después de haber cerrado el libro.