Revista Viajes

Palermo, el ombligo del mediterráneo

Por Diodenorl @diodenorl
Colaboración de Federica Marasà.


Entre la Historia, la cultura y las tradiciones, el rostro siempre joven de una ciudad antigua.Si he sido expulsado del paraíso, ¿cómo puedo yo dar noticia de ello? Son los versos de un poeta árabe que, obligado a abandonar Sicilia, se lamenta ante el simple recuerdo de la isla. Hermosa y condenada, presa codiciada por conquistadores despiadados, amante generosa pero infiel, Sicilia ha sido un crisol de etnias y tierra de paso, un puente sobre el Mediterráneo hacia los fríos del norte o los desiertos del sur. Cada pueblo que ha violado la intimidad del suelo siciliano ha dejado huellas indelebles de su paso y quizá ninguna ciudad  guarda su recuerdo como Palermo.

              
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Basta aventurarse en el casco antiguo para vislumbrar las reminiscencias de la dominación árabe-normanda: callejones estrechos como laberintos minoicos que todavía hoy conservan, debajo del italiano, el nombre en árabe; la imponente catedral, construida sobre una mezquita sarracena, que en una columna del pórtico sur conserva una inscripción intacta que contiene un versículo del Corán y que en su nave derecha acuna el sueño de Federico II, el stupor mundi; el antiguo Cassaro (del árabe al-Casr, el fortificado), el eje viario que desde el mar conducía hasta la necrópolis fenicia, más tarde ocupada por el Palacio, residencia del emir y posteriormente de los soberanos normandos; la Capilla Palatina, en la cual todavía hoy sigue siendo visible el más antiguo ciclo pictórico islámico llegado hasta nosotros que se articula en mocárabes (del árabe mucarnas, alvéolo).

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Catedral de Palermo

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Inscripción en árabe en la catedral de Palermo

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Mocárabes de la Capilla Palatina

Por no mencionar el Palacio de la Zisa (la espléndida), erigido en el Parque Real, llamado el Genoardo (del árabe Yannat al-Ard, es decir, jardín o paraíso en la Tierra), con su estructura típicamente árabe, dotada de habitaciones del siroco y orientada hacia el nordeste para disfrutar de la brisa marina durante los meses más calurosos del año. Un salto atrás en el tiempo, por tanto, de por lo menos mil años. Pero no sólo un salto a la tierra de Las mil y una noches... Por cierto, parece que los guardianes del tesoro del Palacio de la Zisa son los demonios, representados en la bóveda del arco de entrada a la Sala de la Fuente. Las leyenda dice que estos diablillos traviesos bailan en un movimiento perpetuo y que nadie hasta ahora ha conseguido nunca contarlos ni por lo tanto romper el hechizo que protege el tesoro. Dicha leyenda ha generado un dicho popular palermitano, que se utiliza cuando las cuentas no cuadran: E chi su, i riavoli ra Zisa? (¿Y qué son, los diablos de la Zisa?)

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Altar mayor de la Capilla Palatina

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Mosaicos en la Capilla Palatina

Cada rincón, cada esquina de Palermo rezuma Historia y pasión, en una tensión hacia el futuro sin olvidar nunca los orígenes, las tradiciones, casi como un resorte que a veces se extiende hacia la novedad, pero que rápidamente retorna a su forma natural. Palermo es como una mujer que bajo su vestido transparente quiere seducir a los hombres, pero de inmediato se escapa a sus miradas hambrientas y curiosas y oculta su rostro bajo un púdico velo negro. Así que si el antiguo Cassaro (hoy Corso Vittorio Emanuele) es cortado en dos por la nueva Via Maqueda (siglo XVI), inmediatamente es necesario recurrir a las certezas, es necesario restablecer el orden: he aquí que aparecemos en la Piazza Vigliena, conocida como Quattro Canti, cuatro fuentes colocadas en las cuatro esquinas de la plaza, en representación de los ríos de la ciudad vieja (Oreto, Kemonia, Pannaria y Papireto) y -no podían faltar- las cuatro santas palermitanas (Ágata, Ninfa, Oliva y Cristina), patronas de la ciudad antes del advenimiento de Rosalía, santa protectora desde 1624 y todavía hoy veneradísima en el monte Pellegrino

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Placa de una calle del casco antiguo con su nombre en italiano, hebreo y árabe

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Palacio de los Normandos

Si en el Piano Pretorio se coloca (en 1574) una fuente escandalosa a causa de sus estatuas desnudas, llamada Fuente de la Vergüenza, es necesario desviar la atención de los transeúntes y entonces se recurre a los gritos procedentes del vecino Ballarò, el mercado más antiguo de Palermo, donde incluso hoy en día los colores y los olores de los productos más tempranos se mezclan con las voces de los comerciantes acalorados. A tiro de piedra del bullicio de los vendedores, se encuentra la iglesia de Jesús, conocida como la Casa Professa, un magnífico ejemplo de la fusión de la cultura artística siciliana en el Barroco europeo: se dice que la capilla fue construida sobre el refugio de algunos ermitaños. Una vez más, la contradicción es la clave para interpretar la ciudad: ruido y silencio, sagrado y profano.

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Palacio de la Zisa

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Los diablos de la Zisa


Pero el cuidado de las almas no lo es todo: Palermo, desde finales del siglo XIX, se deleita con dos hermosos teatros de valor histórico, el Teatro Politeama Garibaldi, diseñado como un teatro al aire libre durante el día que luego se cubre, caracterizado por la sala con forma de herradura y por su policromía exterior, y el Teatro Massimo Vittorio Emanuele, el más grande edificio teatral lírico de Italia y uno de los mayores de Europa (el tercero por tamaño). También en este caso, las dicotomías representan el alma secreta de la ciudad: el Politeama, como sugiere su nombre, en el proyecto de su autor estaba destinado al pueblo, a las exhibiciones de gimnastas y acróbatas de los circos ecuestres; sin embargo hoy es sede de la Orquesta Sinfónica Siciliana. El Massimo, por el contrario, es el teatro de la aristocracia, de las grandes obras líricas. No es casualidad que su enorme cúpula semiesférica sea visible desde gran parte del territorio. 

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Piazza Vigliena, conocida como Quattro Canti (Cuatro Esquinas)

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La iglesia de Jesús, conocida como Casa Professa

Pero en Palermo el escenario por excelencia no es que los grandes teatros, no es el de los actores de carne y hueso: más bien es el de las marionetas que, en el llamado teatro de los pupi, habla de los Paladines de Francia y  de Carlomagno, de la justicia y del amor. Para las clases menos pudientes de la llegada de los pupi es, en origen, el acontecimiento más esperado: los pupari (aquellos que manipulan las marionetas o pupi) dividen la representación en varias noches que deben culminar necesariamente en una escena de batalla. Para los efectos especiales se utilizan marionetas especiales, que pierden la cabeza o se parten en dos (para por arte de magia volver enteros en el espectáculo siguiente), o brujas que pueden cambiar su rostro e pasar de una carita angelical a la máscara de la muerte. Desde 2001, el teatro de pupi es reconocido por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, e todavía hoy es una tradición viva que se alimenta de pequeños teatros repartidos por todo el casco antiguo.

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Teatro Politeama Garibaldi

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Teatro Massimo Vittorio Emanuele


El casco antiguo, de siempre el corazón de la ciudad, rebosa de gente tanto de día como de noche: en todas partes se puede degustar la cocina local y no es necesario sentarse en una mesa. La conocida comida de calle es una tentación permanente que asalta en cada esquina: los panelle e cazzilli (buñuelos de harina de garbanzos acompañados de croquetas de patatas blandas), el pan con bazo o las stigghiola (tripas de ternera o cordero asadas en grandes braseros) son algunos ejemplos. Pero no se puede obviar la pastelería tradicional: los célebres cannoli (requesón de oveja con gotas de chocolate envuelto en una especie de cilindro de oblea frita y crujiente), la cassata (del árabe cas'at, tazón, torta a base de requesón azucarado cubierto con almíbar y fruta confitada) y finalmente la pasta real (dulce hecho con almendras que reproduce la forma y el color de frutas y, a veces, verduras), más conocido como frutta di martorana, por el nombre de una de las iglesias construidas durante el período árabe-normando. La tradición cuenta que fue el propio Federico II el primer destinatario de los frutti di martorana elaborados por las monjas del mencionado convento.

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El teatro de pupi

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Los pupi, marionetas típicas sicilianas


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La frutta di martorana

Hablar sobre Palermo, su vida y sus contradicciones, sus colores y sombras, las temperaturas cálidas la mayor parte del año, la costa abrupta y las doradas playas, la cultura y a veces la dificultad de integración... es una empresa ardua: se puede intentar, pero no se garantiza el resultado. Palermo es la tela de Penélope, de día parece terminada pero de noche empieza de nuevo: cuando crees que la has conocido, comprendido, se sale de cualquier esquema y te sorprende. Es fácil odiarla, pero es imposible no amarla en secreto. 
LA AUTORA
PALERMO, EL OMBLIGO DEL MEDITERRÁNEO
FEDERICA MARASÀ
Nací en Palermo, donde vivo y estudio en la Facultad de Derecho. Antes de dedicarme e los estudios jurídicos, asistí a un instituto de cultura y lenguas, un ciclo formativo que me ha permitido cultivar mi pasión innata por la literatura, el arte y los idiomas. Me encanta viajar y visitar lugares que he visto sólo en los libros... ¡cada vez que lo hago me parece que ya conozco una parte de ellos! Adoro el teatro y la oportunidad que ofrece a los actores de hablar sin pronunciar palabra, a través de los gestos y las expresiones del rostro. Releo los libros que me han marcado, porque siempre descubro detalles que en la primera lectura no había captado. No tolero los prejuicios, los juicios apresurados y a las personas que llegan con adelanto a las citas: ¡la vida necesita tiempo! Y yo también...
Texto © LAGARTO ROJO 
Permitida su reproducción previa autorización y siempre que se cite su procedencia.Para más información:http://www.palermotourism.com/Default.asp?clg=spa
http://www.lasicilia.es/palermo
http://www.comune.palermo.it/comune/assessorato_turismo/ (en italiano)Síguenos:Lagarto ROJO
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