Revista Arte

'Pantalla Global' en el CCCB

Por Bill Jimenez @billjimenez

Por Elisenda N. Frisach

Que vivimos en un mundo globalizado donde el más nimio incidente del más recóndito lugar es susceptible de ser noticia a lo largo y ancho de la Tierra es una realidad que difícilmente puede negarse. En este sentido, la exposición que ofrece el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) hasta el 28 de mayo, con el ilustrativo título de Pantalla Global, es una reflexión lúcida, amena e incisiva sobre los mecanismos mediante los cuales nuestra sociedad ha devenido un gigantesco escaparate interminable e interconectado, permanentemente expuesto a un público masivo que es a la vez actor y espectador de lo mostrado.

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Y si bien los responsables de seleccionar y difundir una serie de datos e informaciones a cualquier parte del globo son los mass media en general, es sabido que la prensa escrita y la radio están perdiendo paulatinamente peso e incidencia, mientras que la televisión e Internet se han convertido en los dos grandes instrumentos de creación de opinión. Y no es baladí que ambos sean medios de comunicación que utilizan una pantalla como canal.

De hecho, si algo ha singularizado al siglo XX –y a su confuso y actual heredero– es el cambio de un modelo de civilización basado en la palabra escrita a una realidad cultural apoyada sobre todo en las imágenes, capaces de ofrecer, por su propia naturaleza, un contenido sucinto, impactante y directo, y por ello mismo más proclives a la inmediatez, a la superficialidad y al hartazgo.

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Es, por tanto, a través de un estudio de este triunvirato de la última contemporaneidad (cine, TV y la Red) que la muestra lanza una mirada sobre la incidencia que a diario han tenido, tienen y parece ser que tendrán estas tres formas de difusión de contenidos sobre el zeitgeist de nuestra era. De ahí que, con una coherencia digna de encomio, todo el catálogo esté únicamente constituido por un compendio de filmaciones proyectadas en distintos tipos de pantallas, a cargo de autores como Toni Curcó, Nicolas Provost o Benet Román, donde destaca no solo la elección de las mismas o su forma de mostrárnoslas, sino, especialmente, el montaje con el que se engarzan.

De esta forma, ocho audiovisuales hacen un somero recorrido sobre el espíritu que configura Pantalla Global. 'El Imperio de las Estrellas', a modo de prólogo, indaga sobre la formación de los cánones ético-estéticos que rigen nuestra sociedad; un culto a la apariencia, la belleza y la imagen personal que se inicia con el Hollywood clásico y culmina con el exhibicionismo egotista de los vídeos personales colgados on-line en páginas como Youtube o Vimeo.

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Le siguen 'Pantalla Histórica', 'Pantalla Política', 'Pantalla Deporte' y 'Pantalla Publicidad', todas ellas dedicadas a la importancia que en cada uno de los campos que acotan ha tenido la irrupción de las nuevas tecnologías de la comunicación.

A la sazón, si 'Pantalla Histórica' ilustra la indisoluble vinculación de la historia de los siglos XX y XXI con las imágenes (fotografías, reportajes…) y la forma en que esta amalgama de sucesos complejos a menudo es condensada –y simplificada– en sus momentos visuales emblemáticos, 'Pantalla Política' es un sagaz compendio del uso que hace la clase política de las pantallas a su disposición para ganar adeptos, con lo que vacía de contenido su discurso en pro de una fachada atrayente: un arte que parece haber aprendido la ciudadanía de medio mundo, merced a los movimientos instigados por las redes sociales o a los vídeos tomados desde móviles que atestiguan verdades diferentes a la 'oficial'. En cuanto a 'Pantalla Deporte', supone la otra cara de la moneda del 'culto al héroe' ya encarnado por las estrellas del séptimo arte; y es que no olvidemos que hablamos del gran espectáculo de masas de nuestro tiempo, cuyo poder de convocatoria es aprovechado por la publicidad, gran protagonista del ingenioso videoarte de 'Pantalla Publicidad', todo un lenguaje visual que nace con el cinematógrafo y que es quintaesencia de la sociedad de consumo.

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El resultado de todo lo expuesto es una hipertrofia de imágenes que inundan al espectador y le llevan al empacho y la insensibilidad, lo que justifica su afán de nuevas emociones, reflejado en un crescendo de escenas epatantes en 'Pantalla Exceso', evidencia de la pornografía del sexo, la violencia y el horror tan común hoy en día, perfectamente simbolizada en esa 'Hipervelocidad' que cierra la sección.

Por otro lado, la importancia que las pantallas tienen en nuestras vidas queda reflejada de manera soberbia en 'Pantalla Vigilancia', con ese ojo orwelliano que controla y graba nuestra existencia desde la ecografía dentro del útero hasta la línea recta en el monitor de constantes vitales.

El último apartado corresponde a 'Pantalla Juego', dedicado a la realidad virtual, donde se constata cómo las pantallas también imperan en otra faceta básica de la vida moderna, esto es, el tiempo libre: un panem et circenses dominado por la interactividad que propician las consolas domésticas, los smartphones o las tablets.

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Junto a estos ocho montajes, la exhibición también cuenta con el capítulo aparte denominado  'Contracampo', con seguridad la joya de la corona de la propuesta, dado que, en absoluta congruencia con la temática que vertebra el conjunto, hace partícipes directos a sus espectadores y les propone enviar sus propios vídeos sobre cualquiera de las cuestiones en las que se ramifica dicha temática, unas creaciones que pueden verse en el propio museo o a través de Internet (para más información, véase la web http://pantallaglobal.cccb.org/).

En resumidas cuentas, Pantalla Global se constituye en una esclarecedora y divulgativa panorámica en imágenes de una época marcada por la saturación, el fragmentarismo, el caos y la pérdida de valores y, por tanto, por la insatisfacción, la soledad y el egoísmo.

Pero no desesperemos: se apuntan nuevos horizontes de esperanza que ese apabullante exceso de oferta no debe hacernos olvidar. Sintomáticamente, junto a las puertas de salida de la muestra, un cartel reza con ironía: 'Lo sentimos, pero a partir de aquí ya no hay realidad aumentada'. En efecto: solamente queda la realidad desnuda, en sí misma, a menudo incomprensible pero siempre insustituible: la mejor y única experiencia, el prodigio inagotable de la propia vida.


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