Revista En Femenino

Papá está

Por Maternarte
Quienes pasan por mi blog y han leído las entradas Mi maternidad y No pudo ser... sabrán que ando en medio de cambios personales. Por una historia muy larga, desde julio de 2010, mi hijo (ahora de dos años y siete meses) y yo vivimos en Córdoba (Argentina) y su papá a 900 kms... hasta hace diez días, que su papá definitivamente se ha venido a radicar a nuestra ciudad. En todo ese período, hubo algunas visitas de por medio (cuatro) pero ahora ya está aquí.
Si bien la intención del papá es que vivamos todos juntos y como una familia feliz, después de tanto tiempo separados y con mucha agua pasada bajo el puente, no es simple. Por eso, en principio le dije que no. Pero eso no quita que sea el papá de mi hijo, y por lo tanto, al final, desde que llegó el sábado 29 de octubre, nos visita casi todos los días.
Más allá de lo que pueda pasarnos como pareja, él es el papá de Nico, y más allá de cualquier defecto que pueda tener (como cualquier persona) él es muy afectuoso con nuestro hijo.
Así que en este momento se ha vuelto importante re-construir el vínculo papá-hijo. Para empezar, Nico está feliz con su papá, que por suerte ese mismo lunes consiguió un trabajo (donde lo explotan, después de diez días trabajando aún no ha tenido ni un franco, descanso laboral, pero al menos consiguió trabajo), pero créanme, es mejor que el que tenía antes, cuando Nico era bebé (y no estaba nunca, ni de día ni de noche).
Lo que yo, como mamá, quería ir consiguiendo, era que él, Nico, tuviera la confianza que su papá ahora está. Quiero decir, su papá antes nos visitaba unos días, y luego se iba y no volvía por meses. En un momento, estuvo seis meses sin ver a su papá, imagínense...
Por suerte, con un proceso paulatino y de acompañamiento de mi parte como mamá, está prácticamente conseguido.
Los primeros tres días, era la tarde, Nico veía que su papá no venía, y se quejaba, hacía berrinche, lloraba, se quejaba. Entonces yo lo sacaba un ratito afuera (le encanta salir a la calle) y se calmaba un rato, hasta que se hacía la hora que su papá venía.
Llegó un momento en que eso no fue suficiente. Una tarde salimos a la calle, y él seguía llorando, quejándose, enojado. Entonces pienso "si le gusta bañarse, lo llevo adentro, lo pongo en la bañera, y juega y la espera se hace más corta". Entramos y mientras preparaba todo, Nico seguía con el mismo enojo, quejándose a los gritos. Entonces le digo "vení". El se me acerca, yo me agacho, lo abrazo y le digo "vos estás enojado porque papá no está". Se quedó mudo. "Papá está en el trabajo y en un rato viene, acordate que mamá te dijo que ahora vive cerca y está cerca". Se quedó tranquilo, se bañó, y luego llegó su papá. La tarde siguiente estuvo tranquilo, sabía que su papá llegaba en algún momento.
El tema está en que cada vez llega más tarde. Los primeros días llegaba 7 de la tarde pero está empezando a llegar a eso de las 8 u 8:30 p.m. Entonces a Nico se le hace larga la espera, está naturalmente ansioso, en esta nueva etapa con papá cerca.
Entonces estábamos una tarde los dos y me mira y me dice "má, ¿pá?". "Papá está en el trabajo", le contesto yo, "ya va a venir".
Ayer a la tarde su papá no venía a visitarnos (tenía que hacer otra cosa). En nuestra ciudad, ayer la máxima fue de 43 grados centígrados, así que el plan que armamos para pasar la tarde lo más fresquitos posible fue sacar la bañerita de Nico al patio y él jugó todo el tiempo y yo con mi traje de baño mojándome de vez en cuando. Imaginen que estuvimos de 5 de la tarde hasta las 8 de la noche, y creo que entramos a la casa porque estaba viniendose tormenta con viento algo fresco (bue, ayer, cualquier cosa era "fresco"). Y, a pesar que papá no llegó ayer, Nico estuvo tranquilo. Lo que para mí fue una tranquilidad. Más allá que su papá ayer no nos visitó, Nico sabe que su papá está. Y como mamá, para mí la tranquilidad de mi hijo es mi felicidad.

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