Revista Opinión

Papá Estado

Publicado el 04 agosto 2016 por Tablazo Tablazo Cubanoti @tablazocom

Por: Roberto Camba – El título de este artículo responde a una tesis estructurada desde el poder, aparecida cuando – tras el colapso del socialismo en Europa del Este – el Estado cubano reveló su verdadera incapacidad para resolver los problemas de la población.  Era necesario culpar a otros, entre ellos al pueblo, presentarlos como incapaces, inconformes, malagradecidos, dependientes y demasiado exigentes.  Ya el “papá” no estaba en condiciones de darle todo lo que los “hijos” pedían.  Pero los cubanos no pedimos este “parentesco”.


Papá Estado


El concepto de Estado ha “evolucionado” desde: “multitud de hombres ligados por la comunidad del derecho y la utilidad para un bienestar común” (Cicerón); “asociación perfecta de hombres libres unidos para gozar de sus derechos y para la utilidad común” (Hugo Grocio); “el Estado no es el reino de la razón, sino de la fuerza; no es el reino del bien común, sino del interés parcial; no tiene como fin el bienestar de todos, sino de los que detentan el poder” (Marx);  hasta: “asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación y que, con este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de sus dirigentes y ha expropiado a todos los seres humanos que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas” (Max Weber).


El Estado asume generalmente funciones de defensa, gobierno, justicia, seguridad, asistencia social y relaciones exteriores.  Funciones limitadas para un presupuesto limitado.


En Cuba, tras el triunfo de la Revolución, el Estado se apropió de los negocios privados, haciendas, empresas prestadoras de servicios, bancos, industrias, hoteles.  Todo debía pasar a ser “propiedad estatal socialista de todo el pueblo”.  Sí, se entregaron tierras y viviendas; pero nadie puede dar lo que no tiene.  Para poder entregarlos, el Estado primero despojó a sus legítimos propietarios, usualmente sin pagarles indemnización.


La inmensa infraestructura arrebatada a las empresas privadas y cooperativas devino el patrimonio inicial de la empresa estatal socialista.  El Estado se convirtió en el ente todopoderoso que planificaba toda la economía, fijaba precios y salarios, centralizaba las importaciones y exportaciones, ejecutaba todo el comercio, prestaba todos los servicios, “distribuía” la canasta básica de alimentos, la ropa, el calzado, los equipos electrodomésticos, los medios de transporte, las viviendas, los teléfonos, rectoraba la educación y censuraba el arte y la prensa.  Poseía el 90% del fondo de la tierra y empleaba cerca del 95% de la fuerza laboral.


La meta era eliminar totalmente la iniciativa privada, hacer al individuo totalmente dependiente del Estado-Gobierno, puesto que la dependencia es antónimo de libertad.  Para los ideólogos socialistas es mucho más conveniente “otorgar como estímulo” al individuo un televisor, un teléfono, el derecho a una semana en la playa, o dos neumáticos de bicicleta; que empoderarlo para que se lo pueda comprar con el producto de su salario.  Esta arma deshumaniza los individuos hasta convertirlos en un rebaño agradecido (léase deudor) y fiel, dispuesto a combatir a otros individuos para ganar las migajas de su bienhechor.


Luego que el pueblo venezolano votara en contra de su Partido durante las pasadas elecciones parlamentarias, en su programa televisivo “Contacto con Maduro” # 50, el presidente de Venezuela, discípulo aventajado del castrismo socialista, le dijo al pueblo: “Tengo en duda construir viviendas, porque pedí tu apoyo y no me lo diste”.  Esto muestra el verdadero objetivo de las “misiones”/programas sociales en gobiernos populistas: comprar apoyo, chantajear al pueblo.


Duele ver a los cubanos luego de 60 años todavía penando por no tener garantía de servicios como electricidad, teléfono, gas manufacturado o transporte.  Al nacionalizar estas empresas el Estado tácitamente asumió la responsabilidad de garantizar estos servicios a la población.  Ni los garantiza ni deja a otros intentarlo (privados, empresas extranjeras).  Si en 1958 a un cliente se le acababa el gas, y se lo servían al momento de llamar a la empresa, o cualquiera podía tomar un ómnibus “Santiago-Habana” sin reservación previa y por un precio asequible; no debemos conformarnos con menos.  Si en otros países también “subdesarrollados” las compañías de telecomunicaciones compiten por instalarle un teléfono o conexión a Internet en el hogar a todo el que lo quiera; no podemos conformarnos con menos.


Es promesa constitucional del Estado “satisfacer las necesidades siempre crecientes de la población”.  ¿Cuándo?  La filosofía popular antagónica a la de “papá Estado”, plantea: “no me regales nada, déjame ganármelo con mi trabajo”.  Coincido plenamente.  Para tener semejante “papá” es preferible ser huérfano.


Por: Roberto Camba


Articulo tomado de: SomosMasCuba.com



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