Revista Cultura y Ocio

Papá Piernaslargas, de Jean Webster

Publicado el 13 octubre 2020 por Oly
Papá Piernaslargas, de Jean Webster

Tengo que reconocer que muchos de mis eternos pendientes son clásicos infantiles o juveniles. En general los disfruto mucho -algunos de ellos se encuentran entre mis libros favoritos-, pero también es cierto que me cuesta más conectar con ellos si no estoy del humor correcto; sobre todo con aquellos repletos de una moralina anticuada, producto de la época en la que fueron escritos, o con personajes exageradamente optimistas en ocasiones. Cuál ha sido mi sorpresa al encontrarme con un libro que no considero totalmente infantil, con una protagonista alegre, sí, pero coherente con sus vivencias, y sin una excesiva intención moralizante por parte de la autora. Quizá no pase a formar parte de ese grupo exclusivo de obras que más me han marcado a lo largo de mi vida, pero sin duda lo recordaré con especial cariño y lo releeré a placer en el futuro.

Papá Piernaslargas nos cuenta la historia de Jerusha (Judy) Abott, una joven huérfana de diecisiete años que trabaja en el mismo orfanato en el que ha vivido siempre. Pero esto cambia cuando uno de los benefactores del lugar se fija en sus aptitudes para la escritura y decide pagarle de forma anónima los estudios en la universidad. Lo único que tiene que hacer a cambio es escribirle una carta una vez al mes hablándole de su vida diaria, estudios, experiencias y demás, de una forma distendida y cercana. Es así como conocemos a fondo a Judy y seguimos sus pasos durante los cuatro años en la universidad, siempre a través de las cartas dirigidas al misterioso Papá Piernaslargas.

Una de las razones principales por las que tenía ganas de leer esta novela es precisamente el modo en el que está escrito. La novela epistolar es uno de los subgéneros que más disfruto, me parece una de las formas más interesantes de conocer a un personaje en profundidad y con cercanía, pero también es cierto que no a todos los lectores les ocurre lo mismo; muchas de las críticas negativas que he encontrado de este tipo de libros a lo largo de los años están relacionadas con la extensión de la correspondencia y lo monótonas que pueden llegar a resultar. Por eso creo que es necesario destacar que uno de los puntos fuertes de Papá Piernaslargas es justamente el estilo de las cartas: ágiles, cortas, directas y graciosas, un reflejo de la propia protagonista. Jerusha es alegre, divertida, tenaz y optimista, y lo demuestra constantemente con esa honestidad e ironía que la caracteriza. Ese entusiasmo por la vida es el resultado de su recién adquirida libertad; acudir a la universidad no sólo supone labrarse un futuro prometedor y dejar atrás una existencia de miseria, sino también la oportunidad de disfrutar de todas esas pequeñas cosas que otras chicas dan por sentadas pero que a ella se le han negado siempre, como tener amigas, ir a bailes, comprar vestidos, conocer chicos, leer libros, etc. Todo esto y mucho más lo vamos descubriendo, como decía antes, a través de todas las aventuras y situaciones que le narra a su benefactor, así como de las decisiones que toma y que muestran hasta qué punto va madurando y volviéndose autosuficiente. Además somos testigos de su soledad y su intento por conectar con otras personas, sobre todo con esa figura casi paternal que se niega a tener contacto directo con ella a pesar de ser el responsable de su nueva vida. Todo esto mientras hace las paces con su pasado.

Si viera usted mi cerebro, Papá, no daría crédito al pozo de ignorancia que alberga: yo empiezo a darme cuenta ahora de hasta dónde llega. Nunca he oído hablar de las cosas que sabe, simplemente por contagio, la mayoría de las chicas que tienen una familia como es debido, y una casa, y amigos, y biblioteca. Por ejemplo: no he leído los libros de Mamá Oca, ni David Copperfield, ni Jane Eyre, ni Alicia en el país de las maravillas, ni una sola página de Rudyard Kipling. No sabía que Enrique VIII se había casado más de una vez, ni que Shelley fuera poeta. [...] Me paso el día esperando que llegue la noche, para poner el cartelito de "no molestar" en la puerta, colocarme mi bata roja, que es comodísima, y las zapatillas de borreguito, hacer una pila con todas las almohadas del sofá para la espalda, encender la lamparita de cobre que tengo junto al codo, y leer y leer y leer.

Algo que me parece interesante destacar es lo que comentaba al principio; se trata de una novela juvenil, un coming of age con un lenguaje muy sencillo, pero a la vez protagonizado por una chica mayor de edad que se enfrenta sola a la vida adulta y que adquiere voz propia. Esa es la principal diferencia que le encuentro respecto a otras novelas juveniles/infantiles con las que muchas veces es comparada. Tiene un tono y estilo pueril e inocente, pero sus mensajes no lo son tanto, lo que permite una percepción diferente de la obra dependiendo de la edad del lector. Su crecimiento personal es evidente a través de sus acciones, pero también de sus opiniones sobre temas sociales, de religión o política, pasando por educación, matrimonio o los derechos de la mujer. No hace demasiado hincapié en ninguno en concreto, algunos incluso son mencionados con bastante sutileza, pero ahí están, en una obra publicada en 1912. Personalmente lo considero un ingenioso y ameno alegato a favor de la educación y de la igualdad social, todo ello tratado con normalidad en una divertida, tierna y entrañable pequeña obra. Además, también podemos encontrar una historia de amor dulce y sencilla que no eclipsa la personal e individual de Jerusha. Porque sí, la único voz que importa, aunque no lo parezca por el título, es la suya -como debe ser-.


Volver a la Portada de Logo Paperblog