Revista Cultura y Ocio

Para nada

Publicado el 18 octubre 2011 por Cluisa



 “…se te helarán los ojosla madrugada y el esperma…”
Mario Benedetti. No lo harás en vano
Tirar, fornicar, copular, hacer el amor, follar, hay muchas formas de llamar al acto sexual entre seres humanos. Susan Sontag escribió en su Diario que “el orgasmo concentra”, y Eduardo Liendo escribió en Los platos del diablo “después del coito el hombre es un animal triste”, ambas afirmaciones podrían ser, seguramente, ciertas.
La energía del sexo abraza la existencia humana de un modo lacerante. Para bien o para mal, el sexo nos conecta con la vida, desde su primaria finalidad: la reproducción. Sin embargo “cogemos” por placer, cogemos por deseo, por ganas.
La vida sexual de muchos es activa, pero no por ende satisfactoria (casados, solteros o divorciados). No creo, por ejemplo,  que las prostitutas disfruten cuando trabajan, en Leaving las Vegas, el personaje de Elisabeth Shue, mantiene una relación “real” sin mucho sexo, porque para ella “coger” era parte de su trabajo, just routine. De igual modo, a veces, tener sexo, se convierte en rutina.
El sexo es socialmente importante, contradictoriamente, llega a no serlo tanto, cuando lo practicas con cualquiera. El sexo es importante, pero no lo es tanto cuando se lleva a cabo de un modo automático: just routine como Elisabeth Shue en el film de Mike Figgis.
En estos tiempos de “todos contra todos”, tal como si se tratase de  Closer, film del 2004, donde Julia Roberts, Jude Law, Natalie Portman y Clive Owen se lanzan a la aventura sexual en colectivo, a veces, tomamos como  vano un acto que quizás podría verse redimensionado si lo miráramos desde otra óptica. Incluso en el matrimonio, que es donde -ocasionalmente- se desdibuja y destruyen las "ganas" reales. 
Quizás podríamos  pensar que, cuando uno tira, fornica, hace el amor, o se folla a otro, es como si le entregaras por ese instante, tu cuerpo. Como si dejaras de ser tú o fueses tú en perfecta resonancia con alguien más. En la vida podemos “follar” con mucha gente, besamos a tantos otros, sin embargo  la tendencia a banalizar esos actos (banalizar no porque no nos lleven al matrimonio o compromiso, banalizar tambien cuando se hace por "cumplir" o sin deseo de por medio), no nos fijamos en cuantos fluidos, saliva y roce, hay envueltos en ellos.
El ámbito privado de tu boca en la ajena: muchos microorganismos viajando de polo a polo. Ni hablemos del sexo oral: tu boca en comunión con la privacidad del otro, cuán intimo es lamer y saborear el glande o la vulva de tu prójimo. Cuán intimo es la saliva, el semen, los fluidos corporales de alguien más mezclándose con los tuyos.
Olvidemos a la iglesia católica que lleva la vida entera diciéndonos que para acostarnos con alguien debemos estar casados (que como ya dije puede ser muy banal el sexo en el matrimonio too), no me refiero a eso.
Sencillamente, creo que establecer una relación intima con alguien, más allá del carnet social de cada uno –casados, solteros, divorciados- es un acto que no se debería vilipendiar o prostituir, restregándonos con cualquiera o haciéndolo monotonamente, sin magia, sin juego, sin apetencias "reales", ¿A quien le gusta comer sin hambre?
Hacer el amor, copular, fornicar, es una entrega de placer personal hacia otra persona. Cada polvo, cada fluido, cada orgasmo, significa entregar algo tuyo al otro, contarle un secreto.
No hace falta estar casado para coger, no te pido que uses condón, que te cuides del sida, eso que lo hagan los médicos, los sexólogos, y las campañas estatales.
Te pido que te guardes de entregarle tus secretos a cualquiera.
Hay algo que descansa en tu espíritu cuando la persona indicada te pone la mano encima, cuando te la coges (seas hombre o mujer) mirándola a los ojos.

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