Revista Opinión

Para qué sirve un rico

Publicado el 05 septiembre 2011 por Carmentxu

Marca blanca sin culpables a quienes señalar con el dedo y llevar al Tribunal de La Haya la de esta crisis tan larga, tan profunda, que reta el sube-baja de las estadísticas con una línea horizontal en la zona inferior, convertida ya en una sima erosionada por tanto tiempo de acción conjunta de despilfarro, mala gestión y especulación loca: beneficio para hoy, hambre para mañana y para los demás.

Para qué sirve un rico
Si ni la reforma laboral está sirviendo para crear empleo, ni las políticas de ajuste presupuestario para dar confianza, acabar con la crisis, que sigue rampante, y ni siquiera para vislumbrar una luz al final del túnel, habrá que adentrarse en terrenos desconocidos. Un buen sendero, ahora que también nos van a cobrar por ir a los bosques a buscar bolets, también públicos por cierto, podría ser el de aumentar impuestos: esa política fiscal común pactada en el seno de la UE que nunca fue. Pero no incrementar impuestos a los que ya pagan, a los de siempre, que son migajas en el mundo de las grandes cifras, sino a los ricos. Y no me refiero con ricos a asalariados con un buen salario, sino a los de verdad, a esa clase social tan poco social hasta ahora, mimada por los sucesivos gobiernos que ha habido y habrá, sean del color que sean.

Hasta ahora, el miedo a que huyan a otros países más amables ha echado atrás una verdadera política fiscal que trate a todos por igual. El objetivo hasta ahora ha sido que el millonario no huya y que se quede aquí. Pero, ¿de qué sirve que esté empadronado si después va a disfrutar de todas las exenciones y reducciones fiscales posibles e imposibles, si puede crear sociedades prácticamente exentas de impuestos como las SICAV y, aún mejor, tener sus cuentas en paraísos fiscales para escabullirse del fisco sin complejos? Si tampoco invierte en ninguna empresa productiva o de innovación y no crea empleo más allá de su servicio doméstico, entonces sólo sirve para crear inflación y así no le queremos. Alejemos, pues, el fantasma de la inflación, ahuyentemos el déficit, demostremos a los mercados que estamos dispuestos al mayor de los sacrificios, al de nuestros hijos más queridos haciendo que contribuyan como el resto de mortales. Así podrán entrar en el cielo porque, aunque sus riquezas no lo parezcan, todo apunta a que son mortales.


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