Revista Opinión

Paradojas de la fe

Publicado el 28 agosto 2011 por Jackdaniels

Antonio Muñoz Molina

“Las leyes, en España, han ido por detrás de los hábitos sociales. Pero el peso tremendo del pasado ha seguido actuando con más eficacia de lo que parece. Los comentaristas de derechas claman contra el gobierno de Zapatero como si hubiera traído la revolución social y la persecución del catolicismo, pero si algo ha caracterizado a este hombre ha sido su frivolidad y su afición a los gestos cosméticos por encima de los proyectos rigurosos. A Rodríguez Zapatero le gustaba declarar que era “un rojo”, rescatando innecesariamente un término con resonancias sombrías de la guerra civil, pero su política fiscal de estos años no ha rozado siquiera los privilegios de los más ricos. Este gobierno supuestamente anticatólico ha continuado sosteniendo con dinero público a la Iglesia, y subvencionando al cien por cien sus centros educativos, en un país donde la escuela pública está cada vez más desasistida. Y casi cuarenta años después de la muerte del tirano que entraba bajo palio en las catedrales, las autoridades civiles de la democracia continúan asistiendo a los desfiles y las ceremonias de la iglesia católica, y los ministros juran sus cargos delante de un crucifijo. En este afán por figurar en las solemnidades religiosas son idénticos los políticos de izquierda y derecha, los centralistas españoles y los independentistas catalanes o vascos: con idéntica desvergüenza cultivan un populismo que sin duda les dará algunos votos, pero que tiene un efecto corruptor sobre la conciencia de la ciudadanía al hacer borrosa la separación entre la Iglesia y el Estado, y al privilegiar a una confesión religiosa sobre todas las demás, y sobre el derecho de quienes no pertenecen a ninguna.

A quienes conocimos la obscena complicidad de la jerarquía eclesiástica con la dictadura de Franco nos da miedo, estos días, la creciente vehemencia católica de la derecha, que se ha desatado sin ningún disimulo durante la visita del Papa: la identificación agresiva de lo español con lo católico y lo vaticano, el proselitismo escandaloso de medios informativos que por ser públicos deberían ser neutrales y se han convertido durante dos semanas en aparatos de propaganda sectaria. En esos medios oficiales, y en los periódicos conservadores, el millón o millón y medio de jóvenes que vitoreaban al Papa se han presentado como la antítesis luminosa de esa otra juventud reivindicativa y desaliñada que un poco antes ocupaba el centro de Madrid: los unos, alegres, saludables, rezadores; los otros sucios y promiscuos. Esa división radical entre los unos y los otros sin duda va a acentuar en el futuro la temible dificultad española para lograr lo que ahora mismo más nos hace falta, una base de concordia que nos permita hacer frente con alguna posibilidad de éxito a la situación desastrosa en que nos encontramos. Pero llevamos tanto tiempo viviendo en el delirio –la falsa prosperidad, la burbuja de la construcción, el fracaso educativo, la obsesión por el pasado lejano- que no es probable que la marcha del Papa y la de su millón de peregrinos nos devuelvan a la realidad.”

El resto en “Paradojas católicas”.




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