Revista África

Parecía que había menos guerras en África... pero no

Por En Clave De África

(JCR)
Hasta el año pasado, parecía que África iba camino de romper el maleficio de ser el continente más afectado por conflictos armados que no salía nunca de espirales interminables de violencia. Recuerdo haber leído un artículo escrito ese año en la revista African Affairs por el profesor Scott Strauss, titulado “Wars do end. Changing patterns of political .violence insub-Saharan Africa” en el que decía que el número y la intensidad de los conflictos en África se había reducido en la última década. Bastantes analistas aseguraban que se trataba de una tendencia que se afianzaba y que la paz se convertía en la regla, y no en la excepción, en los países africanos. Mucho me temo que los acontecimientos que se han sucedido a gran velocidad en distintos puntos de África durante los últimos meses están dando la vuelta a estas predicciones tan optimistas. En este post me limito a presentar los principales focos de conflicto que hoy, a mediados de 2014, existen en el continente africano:

No voy a hablar de la situación interna de países como Túnez (que intenta contener a grupos terroristas como puede), Egipto o Libia, porque este blog es sobre África subsahariana y yo, de los países del Norte de África, entiendo bastante poco. Pero sí puedo decir que la muerte de Gadafi, en 2011, trajo como consecuencia un rearme de los grupos terroristas a los que el dictador libio consiguió tener controlados mientras vivió. Las armas salieron del país por circuitos mafiosos. Los militares y los dignatarios de Gadafi las fueron vendiendo poco a poco a los compradores que las necesitaban para desestabilizar África y muchas de esas armas se encuentran en las rebeliones de Mali, Nigeria, Centroáfrica, Siria… Todo el Sáhara, desde Marruecos hasta Egipto, se ha convertido en un pasillo por donde circulan grupos armados afines a Al Qaeda y que los ejércitos de países como Malí, Níger o Mauritania no consiguen controlar. Tras su intervención en Mali a partir de enero de 2013 Francia ha decidido quedarse en la zona con una nueva operación militar llamada “Barkhane”. Sin el apoyo francés los gobiernos de la zona no conseguirán controlar a los grupos terroristas, pero la esta presencia puede significar también que Francia controlará muchas decisiones en los terrenos político y económico de algunas de sus antiguas colonias.

Aunque el conflicto del Norte de Nigeria no es una guerra declarada, los yihadistas de Boko Haram se han convertido en el grupo rebelde más mortífero de todo el mundo, con un promedio de 24 muertes por ataque (para hacernos una idea, en Irak esa cifra está en torno a dos muertos por asalto). Además, Boko Haram se ha convertido en un problema muy serio para países vecinos como Camerún, donde cada vez hay más secuestros y ataques mortíferos llevados a cabo por este grupo. Chad y Níger también están en el punto de mira de Boko Haram, que a pesar de todo tiene numerosos simpatizantes en el norte musulmán de Nigeria y en países vecinos y un flujo de armas que no cesa. La incompetencia y corrupción en el ejército nigeriano y las malas relaciones entre los presidentes de Nigeria y Camerún son dos elementos que hacen que este problema tenga, hoy por hoy, difícil solución incluso con toda la colaboración por parte de expertos militares de Estados Unidos y de algunos países europeos. Al sur de Nigeria, otro conflicto llamado “de baja intensidad” desarrollado por el MEND sigue desangrando la extracción del petróleo y alimentando la piratería en el Golfo de Guinea.

En el Este de África, la guerrilla islamista de Al Shabaab, en Somalia, ha perdido terreno en su propio país gracias a la presión de los ejércitos de la Unión Africana, aunque la capital Mogadiscio aún es a menudo un objetivo donde Al Shabaab realiza ataques cuando menos se lo esperan. Pero lo peor de este conflicto es que los islamistas, al verse debilitados, han respondido con ataques fuera de Somalia, sobre todo en Kenia: el ataque al centro comercial de Westgate Mall en Nairobi, en agosto de 2013, y los recientes ataques en la costa del Índico han dejado en evidencia la poca profesionalidad de los servicios de seguridad kenianos y han dejado en harapos la industria turística del país, de la que dependían millones de personas.

Los conflictos armados en la República Centroafricana y en Sur Sudán son los más mortíferos y destructivos que sufre África actualmente. Ambos, aunque llevaban mucho tiempo gestándose, estallaron el año pasado. En Sur Sudán, desde diciembre de 2013, han muerto ya decenas de miles de personas y según anunció la ONU a finales de julio, cuatro millones de sur sudaneses están en riesgo de padecer hambruna durante los próximos meses. Los dos bandos en conflicto, dominados por las etnias dinka (del actual presidente Salva Kiir) y núer (mayoritaria entre los rebeldes de Riek machar), han cometido horribles masacres entre poblaciones civiles pertenecientes a la “etnia del enemigo”. A pesar de conversaciones de paz y firmas de alto el fuego, la violencia no cesa sobre el terreno. Y más al norte, en las regiones sudanesas del Nilo Azul y de los Montes Nuba, hay otras dos guerras que pasan bastante desapercibidas a la comunidad internacional, que ahora mismo sólo se preocupa de Ukrania y Gaza. Pero no por ser conflictos escondidos son por eso menos mortíferos.

También en la República Centroafricana, donde la violencia ha tomado un carácter sectario de musulmanes contra cristianos, las dos facciones armadas principales (Seleka y anti-balaka) firmaron un acuerdo de alto el fuego en una reciente negociación en Brazzaville, pero antes de que se secara la tinta de las firmas ya empezaron de nuevo los enfrentamientos en el interior del país, sobre todo en Bambari y Batangafo. En la capital, Bangui, parece que la situación de seguridad mejora, pero el resto del país sigue bajo el control de las bandas armadas, a las que las fuerzas internacionales francesas y de la Unión Africana no consiguen desarmar. Las milicias están muy divididas y los representantes que firmaron el acuerdo de paz no tienen autoridad sobre sus propios soldados. El país no tiene fuerzas de seguridad operativas y su frágil gobierno apenas controla unos pocos barrios de la capital. Triste es decirlo, pero el conflicto centroafricano parece ir para largo. Y muy al Este del país otro grupo insurgente, el formado por los rebeldes ugandeses del LRA, sigue atacando a la población y causando desplazamientos.

No olvidemos el otro largo conflicto que desde mediados de los años 1990 asola el Este de la República Democrática del Congo. Aunque hace pocos meses el principal grupo rebelde, el M23, fue derrotado por el ejército congoleño con un importante apoyo de las fuerzas internacionales de la MONUSCO y que los rebeldes hutu del FDLR han empezado a deponer las armas, otras guerrillas, como el ADF y los Mai Mai siguen activas en las provincias del Kivu Norte, Kivu Sur y Oriental.

Además de estos conflictos armados abiertos, en algunos países de África están empezando a mostrarse algunos detonadores de violencia que podrían explotar durante los preparativos a elecciones que deberían celebrarse durante 2015 y 2015. Los casos más notables son los de Burundi, que está retrocediendo a pasos de gigante y está pasando de ser un modelo de paz a convertirse en una dictadura donde el régimen en el poder ataca sin piedad a la oposición y la sociedad civil. Se sospecha que el gobierno está armando a miles de jóvenes de las milicias conocidos como los Imbonerakure. Y en Congo-Kinshasa el ambiente se está caldeando peligrosamente ante los descarados intentos de Kabila de cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder. Otro país que hace años salió de una larga guerra y que ha sido un modelo de paz es Mozambique, donde los antiguos rebeldes de la Renamo volvieron a realizar ataques desde el año pasado, amenazando las próximas elecciones.

No se trata de ser catastrofista, pero si nos remitimos a los hechos, después de algo más de una década que se anunciaba bastante prometedora, buena parte de África está volviendo a encaminarse por la peligrosa senda de la guerra, y la tendencia parece ir en aumento. Es una verdadera pena que la paz no dure por estas latitudes.


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