Revista Ciencia

Paseando por la historia de Valencia

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22
Hay otra Valencia, la que está oculta entre los muros de sus monumentos o el corretear de sus fuentes. Llena de curiosidades y leyendas que esperan ser escuchadas.

Vamos a recurrir a nuestra imaginación porque no queremos que este recorrido para descubrir el casco histórico de Valencia esté repleto de fechas ni datos técnicos que luego se olvidan. Solo los mencionaré para poder ubicarnos en la historia de esta ciudad mediterránea. Un recorrido divertido repleto de curiosidades, vivencias de sus gentes y ¿por qué no? también de las leyendas que se fueron creando en torno a ellas. Vamos a conocer esas pequeñas cosas que pocos cuentan. ¿Te apetece?

La historia de cada ciudad se encuentra reflejada en sus monumentos pero, sobre todo, en el carácter de sus gentes, descendientes de aquellos que a golpe de tiempo fueron escribiendo su pasado.

La ciudad de Valencia fue fundada en el año 138 a.C por un cónsul romano, Décimo Junio, que estableció aquí una colonia. Valentia Edatorum fue una ciudad secundaria porque estaba eclipsada por la propia Saguntum. Y solo comenzó a expandirse y adquirir cierta importancia cuando ésta inició su decadencia.

Dominada por romanos, visigodos y musulmanes, el Cid Campeador la conquistó en el año 1094 y Jaime I de Aragón en el año 1238.

Como muchas ciudades medievales Valencia estuvo amurallada. Hoy, solo vamos a poder ver dos de las puertas de entrada a la ciudad. La muralla fue derribada en el siglo XIX.

Las torres de Quart fue una de las moles defensivas que tuvo Valencia. Puerta de entrada a multitud de episodios históricos de los que fue protagonista. Ya en el Cantar del Mío Cid se citan estas torres al relatar la batalla entre los 4.000 caballeros del Campeador y los 50.000 guerreros del rey musulmán. Fueron cárcel de mujeres y en su fachada se muestran las huellas de los obuses franceses que intentaron derribarlas durante la guerra de la Independencia. Al lado de las torres existe todavía un lienzo de muralla que nos recuerda que Valencia fue una ciudad fortificada.

Las torres de Serranos son otra de las puertas que nos queda presente de aquellos tiempos. Un nombre que se originó porque estaban orientadas al camino que traía a los viajeros desde la serranía valenciana. Y aunque fueron construidas con carácter defensivo, si las comparamos con las de Quart bien podríamos llegar a pensar que fueron parte de algún palacio señorial al contemplar algunos detalles de su arquitectura.

Puerta y elemento de defensa porque su fachada exterior aunque con arcos góticos su barbacana y almenas nos recuerdan otra funcionalidad. Pero más allá de la fachada de entrada su parte trasera nos muestra abiertamente las estancias y escaleras que daban acceso al nivel superior.

El puente de Serranos fue el primer puente de piedra que tuvo Valencia ya que los demás que salvaban el cauce del Turia eran de madera y terminaban siendo destruidos cada vez que el río aumentaba de caudal.

Otro de los hermosos puentes que tiene Valencia es el del Mar. Lo llamaron así porque era el que unía la ciudad amurallada con el camino que llevaba a los poblados marítimos. Curiosamente fue uno de los más castigados por las innumerables crecidas del río Turia. Es un hermoso puente porque sus escaleras nos recuerdan a las olas del mar.

Volvemos a las torres. Si cruzamos el puente de Serranos vamos a entrar en la calle Sagunto, una vía repleta de curiosidades históricas. Porque fue protagonista durante el viaje de Fernando VII a Valencia ya que el rey entró a la ciudad desde aquí.

Regresaba de Francia con el sobrenombre del Deseado ya que había sido retenido por Napoleón. Así que este monarca merecía un gran recibimiento por parte de los valencianos. El ayuntamiento hizo público un bando en el que los vecinos de la calle Sagunto debían limpiar la fachada delantera de sus casas; no debían verter aguas sucias mientras el rey estuviera en Valencia y tenían que decorar los balcones con macetas de flores que estuvieran fuertemente atadas para evitar cualquier accidente.

Publicaron otras normas para el resto de la ciudad como que no se podía circular con carros y caballos entre el palacio de Cervellón- donde se encontraba alojado Fernando VII- y la catedral; no se debían montar los puestos callejeros de venta ambulante y las casas de juegos tenían cerrar antes de las nueve de la noche; nadie debía dormir en la calle y los vecinos estaban obligados a alumbrar sus casas con farolillos desde antes de anochecer hasta que saliese el sol.

Al final de la Edad Media Valencia vivió una época de esplendor. Fue entonces cuando los mercaderes solicitaron la construcción de una lonja para la contratación de sus negocios. La Lonjade la Seda es el edificio civil más importante del gótico valenciano y está declarado Patrimonio de la Humanidad. Puede ser que lo que más nos llame la atención sean sus columnas salomónicas que representan la unión del cielo y la tierra a través de unas palmeras que desvían sus ramas para formar las bóvedas. Fue en este salón donde se hicieron las celebraciones oficiales durante la visita de Felipe II y la boda de Felipe III.

Una de las curiosidades de este edificio es que en su fachada existe un balcón donde las personalidades se reunían para ver las corridas de toros que se celebraban en la plaza del mercado. Al lado se levanta un torreón con una escalera de 110 peldaños sin eje central que, en aquella época, fue todo un alarde técnico.

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La Lonja de la Seda se encuentra en una zona a la que llamaron el barrio de los mercaderes.

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En esta plaza de forma irregular se levantaron tres edificios completamente diferentes que formaron un rincón muy emblemático de Valencia porque aquí se entremezclaban el ir y venir de los valencianos, el silencio de los fieles y las transacciones de los comerciantes.

La iglesia de los Santos Juanes es una de las más antiguas de Valencia y se encuentra frente a la Lonja. En sus alrededores se encuentra la vieja leyenda del pañuelito que fue uno de los milagros más famosos de San Vicente Ferrer.

En ella cuentan que estando predicando junto a la iglesia echó un pañuelo al aire y éste fue a caer en la puerta de una familia muy humilde que estaba pasándolo muy mal. Este pañuelo indicó a los fieles el camino de la caridad.

Y en lugar privilegiado de Valencia, entre la Lonja de la Seda y la iglesia de los Santos Juanes se levanta el Mercado Central. Aquí se encontraba el antiguo recinto romano que fue ampliado durante la época musulmana. La posterior muralla cristiana ensanchó los límites de la ciudad y acogió la lonja de los mercaderes y a la burguesía valenciana.

Esta plaza fue, durante siglos, muy importante por la gran cantidad de productos frescos que se vendían. Muchos mercaderes llegaban a Valencia con el ánimo de poder vender todas sus mercancías. Bulliciosos puestos de flores, especias, verduras y carnes. Pero no solamente fue famosa por los puestos de mercado que se montaban y desmontaban diariamente sino porque existía una horca que pendía fija para ejecutar a los condenados.

Y aunque en 1869 se intentó levantar un mercado con estructura de hierro este edificio no fue inaugurado hasta 1928. Un espacio irregular que se tuvo que adaptar a la trama urbana dando lugar a un espacio comercial de 8160 metros cuadrados.

Con un armazón de vigas de hierro que se apoyan en estructuras metálicas lo más hermoso del Mercado Central es la azulejería y su cúpula monumental que ilumina gran parte de su interior. Con sus 1300 puestos es uno de los más grandes de Europa.

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En la plaza del Ayuntamiento confluye la vida de toda la ciudad. Un gran espacio triangular que fue punto de encuentro y mentidero para los valencianos. Ésta plaza es la que más nombres ha recibido durante su historia: Bajada de San Francisco; Espartero; Reina Isabel II; plaza de la Libertad; Emilio Castelar; plaza del Caudillo y del País Valenciano.

Aquí se estableció el palacio de Abú Zeyt y el convento de San Francisco que marcó el límite de la ciudad hasta el siglo XIV al convertirse en parte de la muralla. Con la demolición del convento a principios del siglo XX se construyó el actual ayuntamiento. Su fachada, con dos torres cónicas, se mantiene orgullosa ante el reloj y sus cuatro esculturas que representan la Prudencia, Fortaleza, Justicia y Templanza.

El Ayuntamiento mantiene alguna anécdota histórica: en él se reunió el gobierno de la República durante la Guerra Civil.

Quizás, el edificio que más concentre miradas sea el de Correos que se encuentra en frente del Ayuntamiento al otro lado de la plaza. Una gran construcción del siglo XX que destaca por su gran cúpula de hierro y cristal y una gran torre que fue antaño la antena que se utilizaba para enviar los telegramas.

El ensanche noble, aquel que va desde la calle Colón hasta la Gran Vía Marqués del Turia es el rincón dónde pasear, no tiene un significado físico ni un hábito para personas despreocupadas.

Esta zona de la alta burguesía valenciana es la ideal para que, con nuestra cámara de fotos, cacemos fachadas con abundancia de líneas y elementos decorativos.

Quizás, una de las joyas modernistas más hermosas de Valencia sea la Estación del Norte. Un edificio de líneas rectas que se equilibran con una romántica decoración de cerámica y azulejo. Un interior cálido y muy acogedor con unas coloridas vidrieras que tamizan la luz del Mediterráneo. Alarde de clarividencia de su arquitecto, Demetrio Ribes, que supo cómo dar la bienvenida al viajero que entrara en Valencia.

Uno de los rincones más representativos de Valencia es la plaza de Zaragoza o quizás, uno de los más históricos. Porque en uno de sus vértices se recorta en el cielo valenciano su torre más representativa: el Miguelete. Bajo de ella, la catedral; y en el otro extremo, la torre de Santa Catalina y dos edificios esquineros y modernistas que son dignos de admirar.

La plaza de Santa Catalina era uno de los lugares más concurridos de la ciudad. A modo de curiosidad era llamada Puerta del Sol porque aquí se encontraba un café con ese nombre que era el lugar escogido por muchos escritores y poetas para sus tertulias diarias. Incluso llegó a ser reunión de conspiraciones políticas.

La catedral de Valencia se construyó sobre una antigua mezquita mayor. Al tardar cinco siglos en concluirse es una amalgama de estilos arquitectónicos. Tres son sus puertas que nos trasladan a un interior repleto de leyendas y tesoros. La más pequeña, la románica, es la que se encuentra en la plaza de la Almoina y tiene imprimida en su puerta una hermosa leyenda medieval.

La puerta de los Apóstoles es la que da a la plaza de la Virgen y es Patrimonio Inmaterial Cultural de la Humanidad: el Tribunal de las Aguas. La puerta de los Hierros es la principal y en ella destaca una magnífica verja de hierro barroca.

¿Es posible encontrar un tesoro en pleno siglo XXI? Pues sí. Al menos así está catalogado el hallazgo en el año 2004 de los restauradores de los frescos renacentistas en la catedral. Y lo más sorprendente ehttp://www.carloslmarco.com/wp-admin/post-new.phps que, esta vez, el tesoro no se hallaba bajo el suelo sino en la cubierta de la Capilla Mayor.

Y es que hace más de quinientos años, dos italianos, realizaron un gran mural al fresco por encargo del cabildo valenciano. Un trabajo que consistía en redecorar el ábside que había quedado dañado por un incendio en 1469. Estos pintores italianos llegaron junto a Francisco de Borja, el futuro papa Alejandro VI.

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Durante seis años y a cambio de tres mil ducados, los artistas italianos se comprometieron a llevar a cabo la decoración de la capilla. Pero alguien del cabildo consideró que los materiales que estaban utilizando eran de muy mala calidad, sobre todo, la cantidad de oro y los azules empleados. Terminaron su trabajo pese a todos los problemas y recibieron el dinero convenido.

Años más tarde y debido al estado de conservación de los frescos que se habían oscurecido por el humo de las velas, el obispo de Valencia ordenó una nueva decoración. Así que la espectacular cúpula pasó a ser la protagonista de la capilla. Se creyó así que las pinturas habían sido destruidas con la nueva construcción.

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Pero una mañana del año 2004 los restauradores que se encontraban limpiando la decoración barroca confirmaron que las pinturas no habían desaparecido y que, además, estaban en buen estado de conservación. Hoy lucen con todo su esplendor.

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Si entramos por la puerta de los Hierros a la derecha encontraremos la capilla del Santo Grial. Dicen los Evangelios que Jesús en la Última Cena utilizó una copa. Y aunque existen muchos estudios diferentes sobre si éste que vemos aquí es el verdadero Santo Grial, se cree y se expone como tal.

El Santo Cáliz apareció en Roma llevado por San Pedro. Al cabo de 250 años el emperador Valeriano desencadenó una persecución contra el cristianismo en la que pereció el Papa Sixto II, quien antes de morir entregó el Santo Grial a su diácono que huyó a Huesca. Ante la invasión musulmana el cáliz fue escondido hasta el año 1134 en San Juan de la Peña. Más tarde esta reliquia pasó por Zaragoza y Barcelona antes de llegar de manos de Alfonso V a Valencia para ser depositada en la catedral.

Y dejó de ser leyenda porque con fecha 22 de agosto de 2014 la Santa Sede aprobó el Año Santo Jubilar cada cinco años en conmemoración del Santo Grial que hemos estado venerando en la Catedral de Valencia. El Arzobispado estudia el camino de peregrinación que, posiblemente, tendrá su inicio en los Pirineos donde fue ocultado ante la invasión musulmana.

La puerta de los Apóstoles de Valencia sirve de marco para una de las instituciones más venerables de Valencia, el Tribunal de las Aguas. Todos los jueves no festivos se reúnen sus miembros y escuchan las quejas de los labradores que se reparten el agua de las acequias que riegan la huerta valenciana. Hombres vestidos de negro, a la antigua usanza, que escuchan las quejas que el agua ocasiona. Los síndicos deciden de forma irrevocable la sentencia más justa. La vista es oral y la sentencia de obligado cumplimiento.

Pero lo más hermoso de la catedral es el Miguelete. Este campanario tiene 51 metros de altura y una escalera con 207 peldaños nos separa del suelo. En una de las salas se encuentran las doce campanas que emiten los siete tonos de la escala y cinco semitonos. La mayor de las campanas recibe el nombre de Miguel y pesa 11.000 kilos.

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En ocasiones, el toque de sus campanas ha provocado accidentes cuando el campanero las volteaba agarrándose al yugo de madera y rodaba sobre ella. Las campanas tocaban arrebato cuando intentaban avisar de algún peligro y su sonido era diferente cuando alertaban de la muerte de un hombre, mujer o niño. Al atardecer el toque de campanas avisaba que las puertas de la muralla se iban a cerrar.

En la plaza de la Virgen se encuentra el monumento dedicado al río Turia y sus ocho acequias. En un pedestal sobre una fuente de forma ovalada está representado el río en una figura de bronce con el torso desnudo y sosteniendo el cuerno de la abundancia desbordante de frutos. Acompañándole se hallan las ocho acequias vertiendo sus aguas y representadas por muchachas valencianas.

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Y en frente de la fuente nos encontramos con la Basílica de Nuestra Señora de los Desamparados. Es posible que se conozca la devoción que tienen los valencianos por su patrona. En su origen se encuentra la iniciativa de un monje que quiso fundar un hospital para inocentes. Así era como se les llamada a los enfermos y perturbados mentales. Este lugar fue dotado de una virgen que debía velar por los desamparados. También se dedicaba a todos aquellos a los que sorprendía la muerte fuera de casa y en la horca.

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Desde la plaza de la Virgen y por la calle Caballeros vamos a entrar al rincón más genuino de Valencia; ese que mantiene su ambiente tradicional. Viejos caserones y palacios con patios interiores.
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Nos encontramos con el Palacio de la Generalitat que nació como representación de las cortes para cobrar un impuesto que hasta el rey debía pagar.

Algo desconocido incluso para los propios valencianos fue el grave problema que tuvo la ciudad para abastecerse de agua potable. La fuente de la plaza del Negrito fue la primera que vertió agua en Valencia. Se inauguró en 1850. Es de hierro fundido con una bonita imagen de un niño negrito que sustituyó a la original porque con el paso del tiempo se había oscurecido y a todos les encantaba llamarlo así.

Una puerta y un pasillo nos proporcionan el acceso a la iglesia de San Nicolás. Cada lunes y durante todo el año la calle Caballeros experimenta un aumento de idas y venidas de personas de toda condición que acuden a esta iglesia. Los tres lunes. Hay que hacer el camino andando y en silencio o rezando durante tres lunes seguidos para pedir un favor concreto. Si así se hace este favor es concedido por San Nicolás.

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Una tradición que tiene su origen en una leyenda en la que un hombre, padre de tres niñas, las quiso prostituir para costear la dote de cada una de ellas. Pero las muchachas, que se resistían a ello, optaron por pedir encarecidamente a San Nicolás que las salvara. Acudieron a él durante tres lunes. El santo, de forma milagrosa, proporcionó el dinero a las muchachas dejándoselo en una bolsita de tela. Por eso, la imagen del santo lleva tres de ellas encima de un libro que porta en su mano.

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Otra de las curiosidades de la Valencia del ayer es la relativa a los fantasmas de la plaza del Esparto. Un lugar llamado así porque todos los jueves se abría un mercadillo en el que se vendía esparto y otros objetos.

Pero no solo estuvo muy concurrida por el ir y venir de los comerciantes y compradores sino porque a principios del siglo XX en el número cinco de esta plaza se escuchaban unos ruidos muy extraños que fueron atribuidos a duendes y brujas. La vivienda fue desalojada por las autoridades y poco a poco sus propietarios fueron volviendo a ella sin poder descubrirse la procedencia de aquellos ruidos que atemorizaban hasta al más valiente. Dijeron que se trataba de bromas estudiantiles o de los tranvías que rodaban cerca de allí. Pero el caso era que la casa seguía temblando aún cuando no circulara ninguno.

Incluso algunos vecinos comenzaron a rumorear que el culpable era el propietario de la casa que estaba situada detrás porque quería que se vendiese y para provocar terror y obligar a vender había colocado un motor que era el causante de los ruidos. Y aunque se registró su vivienda nunca pudieron encontrar nada.

Nos vamos a un lugar sorprendente aunque hace falta mucha imaginación para recomponer la muralla musulmana que aquí hubo. Nos encontramos en el Portal de la Valldigna, un arco que se apoyaba sobre un torreón árabe. Cuando se hizo el ensanche de Valencia quedó abierto pero después del año 1400 se prescindió de la primera puerta y se abrió un arco en la muralla que dio paso a la morería. Aquí estuvo el taller donde se imprimió en 1474 uno de los primeros libros editados en España.

Hasta el año 1646 existió en Valencia un edificio en la calle Comedias en el que había un local para el teatro y salones de juegos. Aquí se representaron obras de Lope de Vega quien acudía las tertulias mientras estuvo viviendo en la ciudad. El Corral de la Olivera era un edificio que tenía muy mala fama y que estaba rodeado por callejuelas muy estrechas donde los delincuentes se escondían para asaltar a sus víctimas. Funcionó hasta 1748 año en el que fueron suspendidas esta clase de diversiones públicas. El local se derribó y en su lugar se construyó la iglesia de san Felipe Neri.

Y tras la huella de los edificios, de las calles bulliciosas y las leyendas que dan al casco histórico de Valencia otro carácter diferente nos vamos a buscar el frescor, el descanso y el aroma a jazmín. Vamos a pasear por uno de los secretos mejor guardados por los valencianos, los Jardines de Monforte.

Y cuando entramos en el jardín vemos una puerta con la figura de dos leones que reconocemos enseguida. Sí, son los leones de las Cortes. Los primeros que se hicieron y que fueron desechados por ser considerados demasiado pequeños para ser expuestos en el edificio oficial.

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Un rincón muy poco conocido repleto de bustos italianos, laberintos vegetales, plazoletas pequeñas con fuentes muy intimistas, una preciosa pérgola cubierta de buganvilla, un lago y un sorprendente promontorio de rocalla que nos eleva sobre el jardín para poder contemplarlo.

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Así que, aquí, la Valencia extrovertida y alegre encuentra su reposo y silencio.

Fuente: Blog El Camino de Marian.

C. Marco


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