Revista Cultura y Ocio

"Pasos en la escalera", de Laura Rivas: las vidas que se esconden tras las puertas de una escalera

Publicado el 12 octubre 2015 por Lidiacasado


Título: Pasos en la escalera
Autora: Laura Rivas
Editorial: Literanda
Género: novela corta, costumbrismo, metaliteratura, realismo
Páginas: 120
Publicación: 15/7/2015


Una universitaria principiante se instala en el sexto piso de un edificio viejo, frío y sin ascensor. Sus nuevos vecinos: un niño-batman, una vieja loca por James Dean, un escritor que vende batidoras, una dependienta que oye voces en inglés para desoírlas en español, un médico con el botiquín desmantelado, una niña fea...
Alguien se lanza al vacío contra el asfalto oscuro de la calle. El perturbado del séptimo sospecha que puedes leer sus pensamientos. En lo más alto del edificio, un astrónomo deprimido vigila con obstinación la luna. Y si se cumplen las predicciones de los informativos, habrá una espectacular lluvia de meteoros. Interesados, pueden subir hasta la azotea. En caso de pérdida, sigan el rumor de pasos en la escalera.
   Uno de mis vicios inconfesables es mirar a través de las ventanas que tienen las luces encendidas de noche y ver lo que ocurre en esas habitaciones en las que nunca entraré. Solo se pueden captar pedazos de vidas ajenas pero es cierto que a veces esa poca información puede dar muchos datos de quienes protagonizan las historias que ocurren en esos cuartos anónimos. Y otras veces, lo poco que se insinúa en ese fugaz segundo durante el que su vida queda expuesta ante mis ojos da alas a mi imaginación para rellenar los huecos y fabricar una realidad alternativa a ese retazo de historia que he sido capaz de atrapar.
   Por eso he disfrutado tanto de la segunda novela de Laura Rivas. Ya me gustó la primera, Rompecabezas, y me encanta lo que suele publicar en su blog (y en el que tiene dedicado a Salamanca, que me rechifla), así que tenía ganas de ver por dónde iban sus pasos literarios en su evolución hacia la segunda novela. Y he de decir que no me ha decepcionado, todo lo contrario. Y lo ha hecho tanto por el fondo como por la forma en la que cuenta la historia (las historias) que dan vida a esta obra.
   Me ha gustado el fondo porque Rivas es capaz de sacarle brillo a la cotidianidad, a las historias de todos los días, para poner sobre la mesa un reflejo de la realidad que sirve para tanto para sentir cierta identificación con determinados personajes (el miedo social de la universitaria que abre la novela me ha llegado al alma) como para reflexionar sobre las vidas que vivimos, sobre lo que se esconde bajo la aparente normalidad, sobre el valor que tienen las pequeñas historias y sobre el puzle social que van componiendo las pequeñas piezas que somos cada uno de nosotros. Y lo que ese puzle dice de nuestro momento, de nuestra época, de nuestra forma de vivir y sentir.
   Rivas construye una novela coral contada a base de escenas, a base de retazos que van dando idea de continuidad, de unidad, de que todos formamos parte de la misma realidad aunque vivamos aislados en nuestra particular celdilla de la colmena. Surge, así, la reflexión entre lo colectivo y lo individual, entre lo particular y lo común, entre las ingerencias y conexiones que nacen entre nosotros y los demás cada día.
   Y lo que más me ha gustado de la novela es la forma de conectar esas escenas sueltas, esas pinceladas de vida cotidiana: los pasos en la escalera, los ruidos que se cuelan a través del patio de vecinos, las mirillas que se abren y las puertas que se cierran. Rivas va hilando las historias de su novela a través de una secuencia continua que a mí me ha recordado mucho a una técnica que se puso muy de moda hace unos pocos años para hacer, sobre todo, vídeos musicales: el lipdub. No sé si lo recuerdas, son esos vídeos en plano secuencia en los que la cámara va yendo de unos personajes a otros sin transición. En un vídeo musical, todos los personajes van cantando la canción y eso y el plano secuencia es lo que da unidad a la obra. Pues creo que en esta novela pasa lo mismo. Rivas es capaz de ir enlazando las diferentes escenas que conforman la novela a través, por ejemplo, de los pasos que nos llevan de quien acaba de salir de casa (y sabemos por qué en la escena que acabamos de leer) a la que vive quien escucha esos pasos en la escalera. 
   Con esta manera de hilvanar las historias, Rivas incide, a través de la forma, en lo que se cuenta en el contenido: esa reflexión sobre lo ajeno y lo propio, lo colectivo y lo particular, mi vida y la de los otros, las vivencias de los demás que oigo a través de las paredes o de las ventanas abiertas o de las mirillas y cómo afecta a la mía. 
  Y me ha encantado también el juego metaliterario que mantiene con uno de los personajes, al más puro estilo Unamuno. Se trata de un personaje que, en la novela, sufre una enfermedad mental y que, en su paranoia, está convencido de que todo lo que les ocurre es una novela y que algo muy muy malo está a punto de suceder (y sucede en la trama). Un juego que le da a la novela un punto onírico, irreal, divertido y de reflexión sobre la propia literatura que me ha gustado mucho.
   La autora vuelve a lograr contar y, sobre todo, transmitir mucho en muy pocas páginas. Con un estilo ágil pero, como se ve por lo que acabo de decir, tremendamente trabajado, Rivas nos invita a reflexionar sobre las pequeñas historias que todos vivimos y su valor, sobre lo que vivimos y lo que dejamos escapar, sobre lo que podríamos hacer por los demás y no hacemos, sobre lo que los demás saben de nosotros a través de lo que se escapa a través de los muros de nuestras casas, no tan inexpugnables como nos creemos.
   En definitiva, una pequeña gran novela que me ha encantado.
   Nos seguimos leyendo.

Agradezco a la autora el envío de este ejemplar.

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