Revista Cultura y Ocio

"Patria" - Fernando Aramburu

Publicado el 26 octubre 2016 por Juancarlos53

" Soy tan cobarde como él y como tantos otros que a estas horas, en mi pueblo, estarán diciendo bajito para que no les oigan: esto es una salvajada, un derramamiento inútil de sangre, así no se construye una patria. Pero nadie moverá un dedo. A estas horas ya habrán limpiado la calle con una manguera para que no quede rastro del crimen. Y mañana habrá murmullos en el aire, pero en el fondo todo seguirá igual. La gente acudirá a la siguiente manifestación en favor de ETA, sabiendo que conviene dejarse ver en la manada. Es el tributo que se paga para vivir con tranquilidad en el país de los callados."

Fernando Aramburu presenta en este relato cómo viven realmente los integrantes de una pequeña localidad vasca la violencia terrorista. Es la historia de dos familias enfrentadas por culpa de la injerencia ideológica pese a haber estado antaño muy unidas, es una plasmación cierta -o, al menos, muy verosímil- de lo sucedido en el País Vasco durante los años más duros de la lucha armada. Esas dos familias viven en uno cualquiera de los pueblos de Euskadi, concretamente de la provincia de Gipuzkoa. Allí la presión social es fuerte por lo que es difícil sustraerse a la cotidiana participación en las manifestaciones, concentraciones, quema de contenedores y acciones varias que conforman el día a día de la Lucha. Los jóvenes, en especial varones, se ven impelidos a participar en las diversas ekintzas (acciones) programadas por los dirigentes, los cuales son conscientes, como dice un personaje, de que "ETA debe actuar sin interrupción. No le queda otro remedio. Hace tiempo que ha caído en el automatismo de la actividad ciega. Si no hace daño, no es, no existe, no cumple ninguna función. Este modo mafioso de funcionamiento está por encima de la voluntad de sus integrantes. Ni siquiera sus jefes pueden sustraerse a él. Sí, bien, toman decisiones, pero eso es sólo aparente. En ningún caso pueden no tomarlas porque la máquina del terror, una vez que ha cogido velocidad, no se puede detener. ¿Me entiendes?". (pág. 390)

Sin embargo la integración en la lucha armada no es un sino inexorable. En una de las familias, la de Miren y Joxian, uno de los hijos, Xose Mari, se integrará en la lucha armada llegando a ser miembro liberado de la banda; el otro hermano, Gorka, más reflexivo y apocado, es considerado raro por su actitud reservada y se verá obligado por la marea ambiental (" Un juego de amigos, un deporte. Vas, te arriesgas, de vez en cuando te sacuden un porrazo y a vivir. Después, en la taberna, bebes, comes y comentas con la cuadrilla, y uno nota con una especie de cosquilleo agradable que ha contraído la fiebre que calienta a todos y los une al calor de una causa. ") a asistir a los actos en pro de o en repulsa de convocados por los jaleadores de la Lucha; por último la chica, Arantxa, al igual que su amiga Nerea, son chicas alegres que participan en la vida del pueblo asistiendo a los actos convocados por la Organización pero no como miembros militantes sino dentro de las actividades propias de la chavalería:

" Le encantaba aquel lema que corría de boca en boca, que se leía en todas partes: 'Juventud alegre y combativa'. Y votaba, joven, alegre, combativa, a Herri Batasuna. No se imaginaba otra opción. Es cierto que la idea de la alegría le gustaba más que la del combate. ¿Tirar piedras, pegar fuego, cruzar coches? Eso era para los chavales. Así lo creían ella y sus amigas. O sea, que en cuanto empezaba la broca, vámonos, que estorbamos, abandonaban el escenario. Iban, sí, a concentraciones y manifas; pero es que en el pueblo más o menos todos los jóvenes participaban en ellas. También los hijos de los maquetos y, por supuesto, los del alcalde, que era del PNV. " (pág. 236)

La familia de enfrente, antaño amiga, es la formada por Bittori y el Txato. Ellas, íntimas amigas; ellos, compañeros en el mus, en el club cicloturista de los domingos, en las alegrías y en las penas. El Txato, que había tenido éxito en los negocios, ejercía de tío con los tres hijos de Miren y Joxian, menos afortunados,a quienes no dejaba de darles los caprichos infantiles que daba a los propios, Xabier y Nerea. Además, las chicas eran amigas entre sí y hasta Arantxa fue, en una época, medio novia de Xabier,

Pero el conflicto se metió por medio y arrampló con todo. Se vertió sangre.

Esto es lo que nos presenta Aramburu en su novela: la ruptura de una amistad consolidada por culpa de un conflicto externo que ninguna de las dos familias ha originado ni justificado, en principio. Pero es tal la tiranía, la fuerza del entorno social que se hace imposible sustraerse a la ola que, inexorable y constante, una y otra vez llega, lame, moja y poco a poco va calando hasta que la mente se ciega, alguien profesa y de cabeza se lanza a esa corriente que además lo acoge con la justificación hipócrita de la ideología. Llegados a este punto la escisión está clara y los actos más odiosos se justificarán: De un lado el vacío, las pintadas amenazantes, los insultos a la cara, los boicots en la empresa, incluso el asesinato; del otro, la humillación, el dolor silencioso, el destierro voluntario aunque no elegido, la pérdida de la amistad que se creía firme, la consideración de víctima y el deseo de no ser sólo eso el resto de la vida...

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) conoce a la perfección lo que fue la vida en Euskadi durante los años de plomo en que sucede gran parte de la historia. Aramburu, confiesa en las entrevistas concedidas a raíz de la salida de esta novela que en un momento dado él mismo, como joven vasco, se vio en la disyuntiva personal de tener que optar por declararse públicamente a favor o en contra de lo que se llamaba la Lucha, el Movimiento por la liberación y tal. No se admitían posturas tibias, no se admitía la indefinición... Ante tal tesitura optó por salir al extranjero y en 1985 se asentó en Alemania. Desde tal promontorio, en la seguridad absoluta, física y mental, ha observado a su País Vasco y se ha dado cuenta de la gran cantidad de mentiras, de engaños y sinsentidos que esconde la palabra " Patria", título que ha dado a la novela, extraído del término abertzale (patriota) que tanto ha servido para calificar a quienes para conseguir la llamada Patria Vasca optaron por la lucha armada.

El relato de Aramburu no ha sido muy bien recibido ni por unos ni por otros. ya sólo esa coincidencia, me hace pensar a mí que el novelista no lo ha hecho nada mal desde el punto de vista de lo que allí cuenta. Y no lo ha hecho nada mal porque muestra equidistancia, porque no se decanta absolutamente por unos o por otros, porque viene a decir que en la realidad no hay sólo blanco o sólo negro, porque la verdad absoluta no existe ni nadie la posee en exclusiva, porque las ideas no justifican nunca, nunca, el tiro en la nuca pero tampoco las agresiones en cuarteles y/o comisarías. Estas consideraciones han hecho que las Asociaciones de las Víctimas del Terrorismo hayan reaccionado airadamente frente a la novela porque la misma ha roto sus esquemas de seres sufrientes por siempre jamás. Estas asociaciones no comparten las palabras que Nerea, la hija del Txato, dice a su familia y tampoco el ambiente distendido en que vive la familia tras el paso de los años:

  • "Estáis emocionalmente bloqueados. Estáis la ama y tú en un agujero de pena y de rencor y de melancolía del que no podéis salir, y no sé yo si queréis salir. Yo he tocado fondo. Ya basta. [...] Así que de egoísmo nada. Incluso me parece más egoísta quedarme en esta ciudad lamiéndome las heridas hasta el final de mis días" (pág. 123).
  • "Mencionaban, sí, a menudo al Txato, pero rara vez en su condición de asesinado. Preferían hablar, bromistas, sonrientes, de su tozudez, de sus orejas de soplillo, del buen corazón que tenía. Y Bittori pedía de vez en cuando a sus hijos que no lo olvidasen. Ninguno de los tres abrigaba la intención de vivir el resto de su vida siendo principalmente víctima, nada más que víctima. Por la mañana, víctima; por la tarde, víctima; por la noche, víctima. " (p. 512)
Pero tampoco los más radicales quieren reconocer los excesos cometidos por sus gudaris que pese al abandono de las armas (la historia transcurre en 2013) siguen alimentando una retórica de enfrentamiento que, ahora sin armas, toma el victimismo como bandera. Es lo que le sucede a Miren, muy radicalizada por tener a un hijo en la cárcel por crímenes terroristas, que con el advenimiento del abandono de la lucha armada al ver cómo los que antes eran 'enemigos' vuelven a pasear libres por el pueblo se siente en situación incómoda y reacciona al principio con enfado y luego ya echando mano del habitual discurso nacionalista:
  • "Desde que se acabó la lucha armada, los enemigos de Euskal Herria se han vuelto valientes. Se creerán que son los únicos que han sufrido. Está claro que buscan venganza. Nos quieren machacar y que nos rebajemos a pedirles perdón. ¿Yo pedir perdón? Antes me tiro al río." (pág. 488)
  • "Somos víctimas del Estado y ahora somos víctimas de las víctimas. Nos dan por todas partes. ". (pág. 69)

Si la historia es interesante, la calidad literaria que destila la novela la hace aún más interesante. La narración se distribuye en 125 breves capítulos que no se suceden linealmente sino que son como las fichas de un puzzle sin componer . En estos 125 capítulos conocemos desordenadamente los pormenores de lo que ha separado a esas dos familias, antes tan unidas. Esta información se nos ofrece del modo como el mar llega a la playa: en suaves olas que avanzan y retroceden arbitrariamente. Por eso, dada esta arbitrariedad, la comunicación nos llega por boca de más de un personaje y fluye, por eso, con la naturalidad con que se conocen las cosas en la vida cotidiana: con suposiciones, silencios, ambigüedades, aciertos... Y con el lenguaje natural y propio de la zona, con un castellano lleno de vasquismos y modismos propios.

La manera de construir la novela se apoya fundamentalmente en un Narrador diverso, difícil de aprehender por su variabilidad, y que se presenta bajo las tres personas narrativas (" Queremos dar el paso definitivo. Y lo dieron. Ya lo habían dado. Durante cinco días permanecieron encerrados en una habitación no mucho mayor que esta celda. Tres pasos de ancho y cinco de largo. Quizá un poco más, pero no creas que mucho más. ", p. 258). Un narrador que muchas veces se dirge a una 2ª persona también inasible o difícil de saber quién es y que interviene activamente formulando preguntas (" Tampoco a Quique, qué más quisiera ese fatuo. ¿No estarás exagerando? Que me muera de repente. ", p. 298).

Muy relacionado con la figura del Narrador está la utilización de los diversosestilos narrativo. Lo que más llama la atención y considero un mérito innegable de la novela es la mezcla aleatoria que hace de los mismos en línea con el modo puzzle como presenta el asunto. Aramburu fuerza muchísimo sin llegar a romperlos, creo, los límites entre unos y otros estilos con afortunado resultado pese a lo sorpresivo. Ejemplos:

    Las dos amigas Nerea y Arantxa se encuentran por azar en San Sebastián y el encuentro se introduce y se inicia del siguiente modo:
"Nerea señaló la cafetería cercana. Y allá fueron cogidas del brazo. -¿Cuánto hace que no nos vemos? Uf, pues desde que Arantxa se fue a vivir con Guillermo en Rentería, hace cosa de año y medio." (p. 245)
    Este cambio en la persona narrativa también es notable:
"Yo, a lo mío, rumbo a la putada que me esperaba entre unos pinos de Mallorca, justo cuando más estaba disfrutando de unos días de relajación, sin lágrimas, ni rabias, ni discusiones; de la compañía de su hija, del sol, del agua del mar y de unos escarceos eróticos con un extranjero alojado en el mismo hotel. " (pá. 76)
    Curiosa manera de introducir el estilo directo utilizando nexos propios del indirecto. Aramburu, ciertamente aquí, hace uso de un EDL (estilo directo libre)
"Cuando vio la fuente de endibias con salmón y txangurro encima de la mesa, preguntó sorprendido si: -¿Tú has pedido esta porquería? " (pág. 557)

Lo he dejado para el final, pero bien podía haber abierto la reseña. La idea que me ha asaltado nada más finalizar la lectura de " Patria", ha sido la de la dificultad de la paz. Quizás aquí habría que echar mano de la frase que cierra "Las bicicletas son para el verano" de Fernando Fernán Gómez cuando ese adolescente que quería una bicicleta, deseo imposible de satisfacer por el estallido de la guerra civil, al finalizar ésta, ante un escenario desolador pregunta a su padre si entonces ya ha llegado la paz, y éste, serio y abatido, le contesta: " No, no ha llegado la paz. Ha llegado la victoria".

¿Qué ha llegado al País Vasco tras el abandono de las armas por parte de ETA hace exactamente ahora cinco años? Desde luego no la victoria de ninguna de las partes, pese a que los dos bandos enfrentados pretendan arrogársela. En todo caso, y aquí es donde incide " Patria", se abre paso un costoso intento de reconciliación dentro del espacio común a ambos; un espacio que aún abarcando la totalidad por lo que se han enfrentado, Euskal Herria, encuentra su cristalización, su dificultosa realización, en uno cualquiera de los muchos pueblos que en el País Vasco durante casi cincuenta años han nutrido con jóvenes impulsivos las filas de ese movimiento vasco que en su poco meditado planteamiento cayó en el terror por el terror llegando a atentar en ocasiones contra los propios del País sin más disculpa que la de ser explotadores si es que daban trabajo o a acusar de traidores a la causa a quienes puestos a pensar en uso de su libertad decidían abandonar la Organización. Y dejo sin nombrar los absurdos asesinatos de funcionarios y servidores del Estado, muertos sólo por serlo.

Es una interesante novela que mueve a la reflexión. Tiene el mérito de venir a engrosar el escaso número de obras que desde la ficción han tratado el problema vasco. Lástima que en España el índice de lectura no sea muy alto. Esta novela, y otras semejantes, debieran de ser de obligada lectura en las ikastolas. Esto sí que sería buena enseñanza, pero me da la sensación de que los tiros no van por ahí. Como decían " Golpes Bajos " en 1983 son "Malos tiempos para la lírica". Y para la narrativa que mueve a reflexión, añadiría yo ahora si Germán Coppini desde el más allá me lo permitiera.


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