Revista Cultura y Ocio

Pedro II de Aragón, cuando Aragón era una Gran Potencia

Por Manu Perez @revistadehisto

Pedro II de Aragón, apodado el Católico (1177-1213). A la muerte de su padre, Alfonso II, heredó el Reino de Aragón y los condados catalanes. Alfonso recibía el condado de Provenza, aunque quedaba sometido por vasallaje a su hermano Pedro.

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Pedro II de Aragón

El reinado de Pedro II se inició bajo la Regencia de su madre Sancha de Castilla, de acuerdo con el testamento de su padre, que había dispuesto que ésta gobernara hasta que su hijo cumpliera los 20 años. En septiembre de 1197, Pedro II convocó Cortes en Daroca, donde confirmó los fueros y privilegios de Aragón y tomó posesión de sus Reinos. Apoyado por su madre, prosiguió la política de alianza con Castilla que su padre había mantenido. Buscó la concordia entre los Reinos cristianos peninsulares y la posibilidad de crear un frente común contra el creciente poder almohade que, después de derrotar a Alfonso VIII de Castilla en Alarcos, en 1195, amenazaba las poblaciones Talavera, Maqueda y Toledo. Fiel aliado de este último, lo apoyó en las luchas que sostuvo contra Alfonso IX de León y Sancho VII de Navarra. Aragoneses y castellanos penetraron en León hasta Astorga y Salamanca, obligando al Monarca leonés a negociar con el castellano.

Con respecto a Navarra, acordaron los dos Reyes, en el pacto de Calatayud, en 1198, repartirse los territorios que pudiera arrebatar a aquél Reino. Sancho VII de Navarra fue sometido a un doble ataque: Alfonso VIII se apoderó de Álava y Guipúzcoa, mientras Pedro II tomaba Roncesvalles y Aibar (Navarra). Sancho VII, para evitar una mayor progresión en el doble ataque que se estaba llevando sobre su Reino, se entrevistó con Alfonso VIII en Calatayud en 1207, donde se pactó una tregua de cinco años. Pedro II tenía problemas económicos, fruto de una mala administración y de los enormes gastos que requería el mantenimiento de los intereses catalanoaragoneses en el Mediodía francés, pues la relación entre ambos Reinos se había intensificado a raíz de la boda entre Leonor, hermana de Pedro, y Ramón, conde de Tolosa en 1201. Esta penuria económica le impidió profundizar en las conquistas navarras. Sancho VII de Navarra le propuso que contrajera matrimonio con su hermana Teresa, pero este enlace fracasó por el grado de parentesco existente entre ambos. Los dos Monarcas deseosos de alcanzar un acuerdo, se reunieron en Monteagudo (Navarra) en 1209, donde Pedro II permitió que el navarro le comprara la paz.

Los graves disturbios que estallaron en el Languedoc, provocados por las desavenencias entre su hermano Alfonso y el conde Guillermo de Folcarquier, obligaron a Pedro II a marchar a Provenza en 1204, donde convocó a ambos a una reunión en Aiguesmortes (Nimes, Rosellón) con la esperanza de llegar a un acuerdo. Bajo su arbitraje, los rivales aceptaron la paz, con lo que Pedro II pudo pasar el resto del verano en la Provenza mientras se preparaban las naves que le llevarían a Roma, pues había creído conveniente para su dignidad recibir la Corona del Sumo Pontífice, quizá influido por uno de los famosos decretos de Inocencio III, que venía a decir que solo era Rey legítimo a quien el Papa daba la Corona. Aprovechó la situación para casarse en 1204 con María, hija de Guillermo de Montpellier y de Matilde, hija del Emperador Manuel de Constantinopla, guiado por el único propósito de anexionarse el Señorío de Montpellier. En noviembre de 1204, las galeras catalanoaragonesas fondearon en Ostia, donde Pedro II fue recibido por una representación del cuerpo cardenalicio que le acompañó hasta Roma y le alojó en la llamada Casa de Canónigos. Tres días después, en una brillante ceremonia, era coronado por el Papa Inocencio III. Pedro II puso su Reino bajo la protección de la Santa Sede y se comprometió a pagar un tributo anual de 250 mazmodines[1]. El Papa le concedió la merced de que los Reyes y Reinas de Aragón pudieran ser coronadas en Zaragoza por el Arzobispo de Tarragona. Pedro II, en su entrevista con el Papa, le manifestó su preocupación por la extensión de la herejía albigense en el Languedoc.

A su regreso a Roma, decidió implantar un nuevo impuesto, llamado monedaje, que gravaba los bienes muebles. Este impuesto, junto con el tributo y el vasallaje que había comprometido con la Santa Sede, disgustó a la nobleza y a los magnates, que se unieron para defender sus libertades, obligando al Rey a moderar el impuesto de monedaje.

La muerte de Ermengol VIII, conde de Urgell, en 1208, le permitió reunir bajo su Gobierno a todos los condados catalanes. A finales de 1210, llevó su Ejército al Reino de Valencia, donde tomó las plazas de Ademuz, Castellfabib y Benifasá. Los esfuerzos diplomáticos de Alfonso VIII y del Arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, se vieron coronados por el éxito al recibir, en febrero de 1212, la bula Papal que proclamaba la cruzada contra el infiel. En la primavera de 1212, Pedro II, con sus tropas catalanoaragonesas, se reunió en Toledo con las castellanas de Alfonso VIII, las navarras de Sancho VII y los contingentes de cruzados extranjeros. El 16 de julio, el Ejército cristiano infligió una grave derrota a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa, donde Pedro II y sus huestes destacaron por su valor y arrojo.

Desde 1202, la Santa Sede venía haciendo esfuerzos para frenar y desterrar la herejía albigense que se extendía por el Languedoc, aunque sin ningún resultado. En 1207, el legado papal, Pedro de Castelnau, quiso obligar a Ramón, conde de Tolosa, a restituir los bienes que había confiscado a las iglesias. El conde se negó y fue excomulgado. Airado, el conde pidió que alguien le vengara de semejante afrenta. Uno de sus caballeros aceptó y asesinó al legado Papal en 1208. Ante tal hecho, Inocencio III decretó la cruzada contra los albigenses en 1209, entregando el mando a Simón de Monfort.

Vista la situación, Pedro II, que había recibido el vasallaje del conde de Tolosa, del vizconde de Béziers y Carcasona y de otros señores del Languedoc, se enfrentaron a un grave dilema: si defendían a sus vasallos tenía que luchar contra los cruzados, es decir, se enfrentaba al Papa. Pedro II envió embajadores a Inocencio III para que prohibiera a Simón de Monfort llevar la guerra a las tierras de su hermana Leonor, pero no lo consiguió. En 1209, Simón de Monfort entró en Béziers y Carcasona haciendo una espantosa matanza entre sus habitantes. El espíritu de la cruzada se había desnaturalizado; de religiosa se convirtió en política, sobre todo porque Simón de Monfort deseaba crearse un condado a expensas de los Señores del Languedoc. En 1211, Monfort cercó la ciudad de Tolosa, cuando se encontraba en ella el conde y los de Foix y Comingues, que obligaron a los cruzados a levantar el sitio. Pedro II buscó una vez la conciliación entrevistándose con Simón de Monfort. Según la Crónica de Jaime I, el Monarca aragonés entregó como garantía a su hijo Jaime, de tres años de edad, con el compromiso de casarlo con la hija del Jefe de los cruzados, Amicia, y entregarle los condados que ya ocupaba. Monfort aceptó, pero no se avino a un acuerdo pacífico. Ante la imposibilidad de alcanzar la paz, Pedro II intervino militarmente en defensa de sus vasallos. El 11 de septiembre de 1213, Pedro II, al mando de un pequeño Ejército, se lanzó a un combate desesperado poniendo sitio al castillo de Muret, a orillas del río Garona, que Monfort había fortificado y que constituía una grave amenaza contra Tolosa. Simón de Monfort acudió en ayuda de los sitiados y cercó a Pedro II y a sus escasas tropas. El desenlace fue rápido: Pedro II y muchos de sus caballeros quedaron en el campo de batalla. Su cuerpo fue recogido por los Hospitalarios y llevado al monasterio de Sigena (Huesca), para que reposara junto a los restos de su madre. Con Pedro II se acaba la hegemonía de los condes de Barcelona sobre el Mediodía francés. Su hijo, Jaime, quedó en manos de Simón de Monfort, quien consiguió su propósito de apoderarse del Languedoc, cuya soberanía le fue concedida en el Concilio de Montpellier, celebrado en 1215.

Pedro II se había casado con María de Montpellier, en 1204, guiado por el único deseo de entroncar con esta familia y heredar el condado. Poco después solicitó el divorcio para casarse con María de Monferrato, heredera del Reino de Jerusalén, pero Inocencio III se mostró inflexible y no se lo concedió, lo que frustró los planes de Pedro II. El Monarca, amador voluble, pronto apartó de su lado a María de Montpellier. En cierta ocasión, su consejero Guillermo de Alcalá le hizo creer que le llevaba a la alcoba de cierta dama de la que andaba encaprichado, pero donde acudió fue a la cámara de la Reina. Fruto de aquella noche fue el nacimiento de Jaime, que se produjo el uno de febrero de 1207.

Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es

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Bibliografía

RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.

Foto portada: De I, SanchoPanzaXXI, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2527284

[1] Los mazmodines eran monedas de oro acuñadas por el emir almohade Abu Yacub Yusuf Axadid en 1163.

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