Revista Cine

Películas para el fin del mundo

Publicado el 21 diciembre 2012 por Cinefagos

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¿Hemos muerto ya? ¿No? ¿Y ahora? ¿Estáis seguros de que era hoy?

Una de las modas más grandes de los últimos años ha sido el supuesto Apocalipsis maya que sucedería hoy mismo, entre el 21 y el 22 de Diciembre del año 2012. Libros, películas y sectas de todo tipo han hecho su negocio en la creencia de que el mundo tal y como lo conocemos llegaría a su fin debido a una alineación planetaria entre distintos cuerpos del Sistema Solar junto el resto de la galaxia, lo que propiciaría que un planeta perdido regresase a su órbita primigenia, la cual estaría precisamente donde nos encontramos nosotros.

Si alguien se ha creído esa historia sólo quiero darle mi más sentido pésame a él y a su sistema educativo, y recordarle que, por desgracia, todo seguirá igual mañana por la mañana, cuando todos saben que hasta nos vendría bien un cambio de aires en forma de asteroide gigante precipitándose sobre la atmósfera. Sin embargo, el Apocalipsis siempre ha sido una excusa perfecta para hacer una película, y el cine nos ha dejado grandes ejemplos de muy diversa temática al respecto, donde han explorado con más o menos gracia la forma en la que la bolsa dejaría de importarnos y ciertos políticos encontrarían una forma de dejar de estropear las cosas. Algunas han optado por el terror, otras por el gore, muchísimas por el cine-espectáculo de los blockbusters e incluso, varias de ellas, por el humor o una combinación entre la comedia y el terror de las películas de zombies. Vamos a recordar muy brevemente algunas de ellas, tal vez demasiado pocas, y de las distintas formas en las que podría suceder.

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Caso 1º Las máquinas se hacen con el poder.

Carl sagan dijo: “Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología en la que nadie sabe nada de estos temas. Esto constituye una fórmula segura para el desastre.” Las máquinas fueron creadas para hacernos la vida más fácil y sin embargo, nunca hemos terminado de fiarnos de ellas. Nos han dado miedo en numerosas ocasiones, tanto en relatos de ciencia ficción escritos por Asimov, como en las películas de los ochenta. Incluso Stephen King cometió el error de dirigir una película en la que una máquina expendedora de bebidas mataba a un entrenador de un pequeño equipo infantil de béisbol arrojándole latas de refresco. La idea de que podemos construir algo que sea más inteligente y rápido que nosotros es algo incómodo, y los robots de aspecto humanoide activan un mecanismo en nuestro cerebro denominado el Valle Extraño, cuyo significado podéis encontrar aquí.

Terminator: La saga iniciada por Cameron consta hasta el momento de cuatro películas. Las dos primeras, las más interesantes, nos cuentan cómo en un futuro muy cercano, la humanidad ha sucumbido frente a un holocausto nuclear, y una inteligencia artificial conocida como Skynet y desarrollada por científicos humanos es la responsable de construir un ejército de Cyborgs de aspecto esquelético destinado a la exterminación de la raza humana. Sin embargo, Skynet acaba perdiendo la guerra, y su única solución es construir una máquina del tiempo para acabar con el líder de la resistencia humana, John Connor, antes de su nacimiento.

La primera película fue un film de serie B, con un androide animado en stop motion y un Arnold Schwarzenegger que se consagró con su papel de androide sin emociones. Un aspecto muy ochentero y tecnología analógica crearon una película bastante entretenida.

La segunda parte, titulada El Juicio Final, repetía la fórmula, salvo que en esta ocasión Schwarzenegger era el héroe y Robert Patrick interpretaba a un androide de metal líquido capaz de transformarse en todo lo que tocaba. Veinte años más tarde, la visión de Cameron y el arte de Stan Winston siguen sin envejecer ni un ápice, y las entregas que vinieron intentaron mezclar estos elementos con Mad Max con resultados bastante decepcionantes.

Además, Terminator hacía constante referencia a un holocausto nuclear al que la humanidad estuvo muy cerca durante los años de la Guerra Fría, y estrenada a principios de los Noventa, tras el colapso de la URSS, era una visión muy hija de su época, antes de Internet y cuando los coches eran grandes máquinas angulosas.

Matrix: Si Terminator era una clara muestra del mundo pre – facebook, Matrix es todo lo contrario. Aunque sería bastante más acertado que la historia de Neo se centra en la época en la que los nicks y los chats eran la única forma de comunicarse en un mundo oscuro y aún por explorar. En 1999 nadie agregaba como amigos a los vecinos y a los hijos de tus primos segundos, o conversaba con sus compañeros de trabajo. Todos éramos desconocidos, y Neo era el alter ego de un oficinista aburrido que veía en una pantalla de ordenador una forma de reinventarse y de escapar a su propio yo. Tenía su avatar, la forma en la que prefería verse a sí mismo, y pronto descubriría que la realidad no es más que una ilusión creada por máquinas que mantienen encerradas a toda la humanidad para alimentarse de ellos. Nada de lo que vemos, por tanto, es real, y eso permite que los efectos especiales se recreen en algunos aspectos. Las secuelas fueron películas mediocres que multiplicaron la pirotecnia, las gafas de sol y los trajes de diseño olvidando la historia, y los cortometrajes titulados Animatrix lograron hacer el ridículo en ocasiones, no contar nada en absoluto o hacer caja.

El ciberespacio, que nos domina y al que acabamos sirviendo enganchados todo el día a los móviles y a las redes sociales es una nueva forma de sumisión y control. De Matrix ya hablé un poco más aquí, y es una de las franquicias que pudieron haber sido mucho más de lo que realmente acabaron siendo.

La Jungla 4.0: Meter esta película aquí no tiene mucho sentido, pero la tecnología es un elemento fundamental en ella. John McClane se ve obligado a custodiar a un hacker informático que ha creado una línea de código para un inversor privado, que resulta ser un antiguo empleado del servicio de inteligencia que decide destruir toda la sociedad estadounidense a través de los ordenadores. La cuarta entrega de la saga de La Jungla de Cristal perdió un poco de fuelle respecto a las predecesoras, y creo que no hay ninguna rama de la ciencia y la tecnología peor representada en la pantalla como lo es la informática. Ver a gente tecleando miles de veces por minuto y descargándose planos y códigos secretos militares en un segundo, poniendo todos los semáforos en verde, y borrando el plan de pensiones del pobre McClane no parece en absoluto realista, pero nos suelta un mensaje acerca de nuestra dependencia de la tecnología y de cómo a veces, esto lo único que consigue es dar más problemas que los que debería solucionar. Cuando el villano de la película decide organizar un “caos total” y todos los aparatos dejan de funcionar, volvemos a la edad de piedra y la frase de Carl Sagan al principio del post cobra un poco más de sentido.

Yo, Robot: La obra original se trata de una recopilación de relatos cortos de Isaac Asimov, donde explora las leyes de la robótica y cómo los robots podrían interactuar con nosotros. Hollywood, por supuesto, compró los derechos de la novela sólo para utilizar el título y las leyes de la robótica. Se trata de una película espectáculo donde Will Smith hace el tipo de papel por el que le apodaron “el chico de los cien millones de dólares”. Es un héroe analógico en una época digital, anclado a la antigua para resultar más simpático al espectador. A él no le gustan los robots, como Asimov predijo, quizá porque se mueven por lógica y no entienden de emociones humanas como el amor o la compasión. También, su aspecto humano nos recuerda al Valle Extraño, pero la lógica de la inteligencia artificial no resulta del todo satisfactoria. Sin embargo, el miedo a los robots antropomórficos es algo muy real y presente en el cine de ciencia ficción.

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Caso 2: Amenazas del espacio exterior

 Desde que H.G. Wells escribió “La Guerra de los Mundos” en 1898, la invasión alienígena ha sido un tema recurrente en la literatura y el cine. Cientos, miles de historias sobre gente de fuera que venía a machacarnos tuvieron su máximo apogeo en el cine de serie B de los años cincuenta, donde argumentos rocambolescos y seres de diseño bastante cutre llenaban los cines. El género de ciencia ficción, junto con un terror en blanco y negro, fue el sustento de muchos autores de la actualidad, y creó un subgénero que a día de hoy es muy revisitado, sobre todo con aires de nostalgia. La idea de que no estamos solos en el universo sólo es igual de aterradora que la idea de que no lo estamos, y de que tal vez, como en la novela de Wells, haya una inteligencia fría analizando nuestro planeta, observando y planificando nuestra destrucción. Pero por supuesto, las amenazas alienígenas no son sólo una excusa para los efectos especiales, sino que buscaban concienciar sobre ciertos temas que, exagerándolos un poco, eran más claros para nosotros. Ideas como la aniquilación de razas y culturas enteras en el nuevo mundo por parte de los exploradores españoles e ingleses o los horrores del nazismo y del fascismo más extremo, tanto del daño que somos capaces de hacer a nuestros propios vecinos.

La Guerra de los Mundos: fue la primera descripción sobre una civilización ajena a nuestro mundo (procedente, cómo no, del planeta Marte). Por supuesto, las armas de los humanos eran inútiles frente a una tecnología tan avanzada. Al final, de todas las explicaciones que jamás han dado los guionistas para justificar una victoria inesperada de nuestra especie, la que más me gustó siempre fue la primera, la de Wells, y sus extraterrestres muriendo tras comer, beber e interactuar con una planeta que les resultaba ajeno y que les aniquiló con enfermedades contra las que nunca pensaron luchar.

Independence Day: Revisiones de esa misma historia ha habido muchísimas. Una de las más famosas y taquilleras de los últimos tiempos, ha sido la  protagonizada por Will Smith, como ya dije, en su papel de salvador de la humanidad. Esta película se hizo famosa por sus espectaculares efectos especiales, que no dejaban nada a la imaginación. Las sutilezas no son para Roland Emmerich, su director, ni tampoco para los americanos, que tras algunas devastadoras derrotas, son quienes descubren un programa informático capaz de infectar con virus todos los sistemas de las naves espaciales, deshabilitando así sus escudos.

Esta chorrada tan vergonzosa como entretenida, con un presidente de los Estados Unidos pilotando un caza de combate (repito que es ciencia ficción) da a entender que son los americanos los que salvan al mundo entero una vez más, y son ellos los que coordinan el ataque, dejando fuera todas las posibles lecturas y buscando pegar el pelotazo en pleno verano.

Alien: La desventura de un pequeño grupo de camioneros espaciales bien puede ser una de las mejores películas de todos los tiempos, y también, una de las más terroríficas. Violada por su propio director y por Damon Lindelof con esa basura que es “Prometheus”, Alien no hablaba de grandes legiones, sino de un solo ser, completamente desconocido, tan hostil como enigmático, al que ni siquiera llegamos a ver en su totalidad. La nave espacial estrellada, el misterio del Space Jockey y su complejo sistema de reproducción, nos enfrenta a una historia de supervivencia que también deja de lado todas las posibles metáforas sobre el bien, el mal o las extinciones masivas llevadas a cabo por nuestra cultura. Si sólo uno de esos seres causa tal destrozo, la visión de cientos o miles de ellos usados como armas por el ejército es una visión que jamás llegó a concretarse cuando Alien 5 cambió de rumbo. Alien no muestra realmente el fin del mundo, pero sí nos da una buena idea de lo que un ser del espacio exterior puede causar

Campo de batalla: La Tierra: Podríamos reírnos y reírnos de uno de los mayores ridículos de John Travolta, pero analicemos rápidamente la película. Basada en un relato del fundador de la iglesia de la cienciología, secta (pues todas lo son) de la cual Travolta y Tom Cruise son grandes devotos. La película es una adaptación bastante mediocre que nos cuenta cómo el mundo fue destruido por una raza extraterrestre y ahora los humanos sólo existen como esclavos. Pero un pequeño grupo de ellos encontrará aviones de combate de más de mil años de antigüedad que aprenden a pilotar por su cuenta (Sí, claro, mi portátil de hace menos de un año se cae a cachos y los aviones aguantan un milenio sin coger polvo) y plantará cara a los alienígenas. Historias sobre esta peli hay para aburrir, así que ya sacaremos tiempo para hablar de ellas.

Armageddon: He decidido no hablar acerca de Transformers entre otras cosas porque no sabría si catalogarla en robots asesinos o extraterrestres asesinos. Además, Bay ya hizo gala de su particular forma de entender el cine con una película sobre un asteroide que se dirigía hacia la Tierra, y donde un grupo de perforadores sería la última esperanza de la humanidad.

Los asteroides son un peligro real, algo que la NASA tiene en cuenta. Ellos asesoraron a Michael Bay y le proporcionaron una piscina que utilizan para preparar a los astronautas para trabajar en gravedad cero. Bay mandó a la porra todo lo que le dijeron los expertos y creó una película que es como todas las suyas: entretenimiento descerebrado y poco más. Tiene un reparto bastante variopinto y una canción de Aerosmith muy pegadiza, y por supuesto, los americanos son de nuevo los héroes que salvan al mundo, con unos rusos que sólo aparecen para dar la nota graciosa. (la estación rusa MIR, Dios mío, ¿la recordáis?) En su momento, el propio Ben Affleck le preguntó a Michael Bay por qué entrenar perforadores para ser astronautas cuando era mucho más fácil, rápido y seguro entrenar astronautas para perforar un asteroide, y Michael Bay le mandó  “a tomar por culo y seguir trabajando”. Para mí, lo más sangrante es que la mujer de uno de los astronautas sólo permite a su hijo conocer quién es su padre después de que éste salve a la humanidad. Bien por ella, estará pensando en el cheque de la pensión que va a recibir ahora que su marido es un héroe. plas plas

Simultáneamente con Armageddón, apareció Deep Impact, donde los astronautas no corrían tanta suerte y de hecho, uno de los asteroides se estrellaba contra la Tierra provocando tsunamis que engullían ciudades enteras. Que aparezcan dos películas de idéntica temática tan a menudo sólo se justifica por cómo los estudios se espían los unos a los otros. Esta idea posiblemente sea una de las más plausibles a la hora de imaginar nuestro final, pasado, obviamente, por el filtro necesario para conseguir cine-espectáculo.

Expediente X: Sabéis de sobra lo gran fan que soy de esta serie, así que no podía dejar de mencionarla en un día como hoy. A principios de los noventa, el interés por los extraterrestres había decaído, y fueron Mulder y Scully quienes lo levantaron de nuevo con una trama que parecía más un thriller político que ciencia ficción. La historia nos mostraba al gobierno de los Estados Unidos siendo cómplice de los invasores extraterrestres, que vendrían a reclamar nuestro planeta y ante los cuales, en el episodio final, no había salida posible. Expediente X tiene una de las historias más sólidas e interesantes de la televisión de todos los tiempos, y hoy mismo, día 21, debería haberse estrenado una tercera película cuyo estado no se conoce en absoluto ya que la Fox no está por la labor de sacarla adelante. Dicha película hubiese significado el final de la serie, y estaría centrada en cómo Mulder y Scully, juntos por última vez, deben hacer frente a la invasión extraterrestre. Invasión que el villano de la serie, El Fumador, calificó como inevitable y que debería suceder… hoy mismo. El 22 de Diciembre de 2012. 

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Caso 3º Amenazas de nuestro propio planeta.

A pesar de que vivimos en un mundo que creemos conocer por completo, nuevas especies son descubiertas cada día, y aún hay zonas a las que el ser humano no ha llegado jamás. Sin ir más lejos, James Cameron está obsesionado con la exploración del fondo marino, convencido de que es lo más parecido a la exploración espacial que jamás va a realizar. Dentro de nuestro propio planeta hay tantos misterios que sirven como una nueva fuente de argumentos, sobre todo en la época en la que el medio ambiente y su defensa parece estar de moda, y cuando Al Gore por ejemplo ganó el premio nobel con una presentación en power point sobre el cambio climático.

Que el planeta es frágil es una realidad, pero también es cierto que hay mucho charlatán, mentiroso y aprovechado que no duda en usarlo para sus propios fines. De las noticias que salen no hay que creerse ni la mitad, ya que siempre suele haber un interés (por desgracia, comercial) en ello. Es así como me acuerdo de la primera película de esta categoría:

El Día de Mañana: Roland Emmerich, de la misma forma que Michael Bay, es incapaz de hacer una película si no destruye medio planeta en ello. El cambio climático era su nueva idea, y la teoría de que una nueva era glacial se aproximaba era demasiado tentadora como para dejarla a un lado. La película exageraba por supuesto todos los aspectos, condensando miles de años en tan sólo unas pocas semanas para que la acción fuese coherente con la duración de una película. Grandes inundaciones, frío extremo, y el curioso efecto de la inmigración hacia la frontera con México. La ciencia como excusa para el espectáculo.

El Núcleo: El núcleo de la Tierra corre el riesgo de dejar de girar, así que necesitan que un grupo de… ¿Intranautas? Desciendan hasta lo más profundo de nuestro planeta para hacer explosionar bombas atómicas que eviten que eso suceda. Inspirada claramente en “viaje al centro de la Tierra” de Julio Verne, esta película buscaba dar una vuelta de tuerca al manido viaje espacial, explotando al máximo los trillados planos de los monumentos del mundo entero sufriendo la ira de nuestro planeta.

Godzilla: Godzilla es el resultado de la radiación de pruebas nucleares, un monstruo enorme y con muy mal carácter que destruye la ciudad que se le ponga por delante. Existen cerca de 28 películas de Godzilla, aunque entre films no oficiales, parodias, series de televisión y versiones X, la cantidad es incalculable. Su primera aparición tuvo lugar durante la década de los cincuenta, y es un claro ejemplo de cómo la ciencia ficción utiliza los argumentos para hablarnos de los miedos y dudas de sus autores. Godzilla es el resultado del horror de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki, tal vez, una de las demostraciones más brutales de lo bien que se nos da matarnos los unos a los otros. La película y el personaje no trata acerca de un lagarto que escupe fuego, sino de una fuerza imparable, desconocida e injustificable que está aquí para acabar con todo lo que tienes, una metáfora nuclear cuyo significado se perdió con el paso de los años hasta convertirlo en una parodia de sí misma que practica artes marciales y lucha contra alienígenas de algodón mientras rompen edificios de cartón piedra.

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Caso 4º: Somos los causantes de nuestra propia destrucción.

Por desgracia, no todas las amenazas provienen de fuera, o escapan a nuestro control. Tal vez la peor de las realidades es que nosotros somos responsables de lo que hacemos y decimos, no sólo para con nosotros, sino para los que vendrán después. El último de los apartados hace referencia a todas aquellas ocasiones en las que la especie humana ha sido la responsable de su propia extinción, o han llevado al planeta a un punto de no retorno.

Hijos de los hombres: Alfonso Cuarón se basó en un concepto bastante interesante: la imposibilidad de procrear por parte de las mujeres de nuestra especie. Imaginaos simplemente que no pudiésemos tener hijos. También nos presenta un mundo agonizante por la radiación, donde la gente se suicida abrumada por el peso de su vida. Esta gran película tiene un último mensaje de esperanza, cuando descubrimos que hay una chica que está embarazada, y que podría ser la salvación para nosotros, la oportunidad de darnos perspectiva y pensar en nuestros hijos. Quizá, la película habla también del egoísmo y de la creencia que todo es eterno, y que da igual las decisiones que tomemos, porque no afectarán a nadie. Y sí lo harán.

Wall E: La maravilla de Pixar no es técnicamente una película apocalíptica, pero su comienzo sí que nos muestra las consecuencias del consumismo desmesurado y la contaminación de nuestro planeta. Wall- e es el último de los robots limpiadores, encargado de arreglar el desastre que la humanidad ha causado mientras los últimos humanos viven en una nave espacial a la espera de que la vida vuelva a florecer en La Tierra. Sin embargo, a espaldas de los últimos supervivientes, el ordenador descubre que no hay regreso posible, y que nuestro planeta se encuentra en un estado tan lamentable que hace imposible la repoblación. La idea de convertir nuestro hogar en un basurero gigante se acerca mucho a la realidad, y bien podría ser una de las posibilidades por las que yo apostaría si pensase en un fin de la humanidad. La película se aleja por completo del mensaje catastrofista de gran parte de las producciones comentadas para contarnos una historia de amor entre dos tostadoras robóticas.

28 días después: Hablar de ella es hacerlo de todas las películas de zombies, así que tendremos que analizarla como parte de un todo. El género que hizo famoso a George A. Romero y una moda algo pesada se ha utilizado con muchos fines. Desde las películas de acción más descerebrada del tipo Resident Evil, al terror de El Amanecer de los Muertos o incluso la comedia con la brillante Shaun of the Dead. Los zombies pueden querer que los asociemos con fanáticos de todo el mundo, personas que han perdido su voluntad propia y hacen y se comportan como otros les ordenan. Religiosos, políticos, seguidores de ideologías tan extremistas y destructivas como el nazismo, que tan cerca estuvieron de llevarnos a la destrucción. El corazón de los zombies es la idea de que somos nuestros peores enemigos, y que no hay nada más terrorífico que un hombre dispuesto y motivado, pero por una mala causa, por mucho que la sangre, el gore y los argumentos ridículos sean la parte con la que la mayoría de la gente se queda.

El Planeta de los Simios: Existen muchas películas, así que yo os recomendaría quedaros con la inmortal de Charlton Heston y con la última, protagonizada por James Franco. Ambas abordan el mismo tema desde ángulos diferentes y con fines distintos. Cuando el astronauta interpretado por Heston aterriza en un planeta gobernado por simios, piensa que se encuentra muy lejos de su hogar, pero al final, cuando encuentra la la estatua de la libertad semienterrada en la arena, sabe que su planeta desapareció hace mucho tiempo, tal vez fruto de un holocausto nuclear, la omnipresente sombra negra de la que no nos hemos librado aún. Por si acaso quedan dudas sobre lo que ha pasado, Heston nos maldice a todos, e incluso a las guerras, las causantes de que nos hayamos destruido. Sin embargo, las guerras no se hacen solas, sino que siempre son los hombres y mujeres con malas intenciones o demasiado inclinar a obedecer órdenes sin planteárselas primero (mirad la película anterior) quienes las provocan. En cuanto a la versión de 2011, podemos pensar que las enfermedades son el nuevo campo a investigar en el cine apocalíptico, ya que son la perfecta metáfora de la expansión de ideas perniciosas y también, de todo lo malo que puede salir de un laboratorio. Los científicos son de nuevo los malos de la película, lo mismo que en la década de los cincuenta. Un pequeño virus descontrolado, desarrollado por supuesto con un fin militar, que podría explotarnos en la cara y acabar con todos nosotros.

Por supuesto, este es un pequeño listado de películas que no abarcan ni siquiera una pequeña porción de cómo el cine ha imaginado el fin del mundo. No tengo tiempo ahora para comentarlas todas, y hay demasiadas que no he visto aún. Películas de la ciencia ficción más clásica como Planeta Prohibido vuelven a mencionar la idea de que una civilización siempre acabará por autodestruirse aplastada por el peso de su propia tecnología. The Road, protagonizada por Viggo Mortensen, nos habla de un cataclismo que ha asolado el planeta y un padre y un hijo que deben buscar un lugar donde encontrarse a salvo. La japonesa Returner repite el esquema de Terminator salvo que en esta ocasión, es un luchador del futuro quien viene a nuestra época para evitar que el fin del mundo comience. Y aún quedan muchas que me dejo, eso sin contar las que aún están por venir, como Oblivion, protagonizada por Tom Cruise y que se basa en el mismo concepto que Wall – e, aunque irá por un camino muy diferente.

Por suerte en algunos aspectos, y por desgracia en la mayoría, el mundo no se acabará hoy. Todo seguirá igual y el Sol saldrá el día 23 de Diciembre de 2012. Nos felicitaremos por estar vivos y algunos hasta se lo creerán. Las carreras de los escritores que han sacado novelas apocalípticas con el Apocalipsis maya como hilo central deberán ir buscando una nueva profesión, y la tan temida como ansiada fecha del fin del mundo pasará a engrosar la lista de predicciones fallidas, la cual por cierto es bastante larga. Ni el efecto 2000, ni la Segunda Venida de Cristo ni nada por el estilo han acabado afectando a la humanidad, pero las películas lo han reflejado así una y otra vez. La mayoría no tenían ningún mensaje que transmitir, y sólo querían hacerte pasar un buen rato y que te gastases el dinero en palomitas. Y sin embargo, todas se basan en cómo reaccionaríamos como seres humanos y qué medidas tomaríamos para salvar lo que merece la pena de este planeta en una situación de caos total. Ojalá jamás tengamos que llegar a ese extremo, pero es muy probable que dentro de cinco años alguien se saque de la manga una conjunción planetaria, un número demoníaco, una fecha maldita o un programa de J.J. Benítez para anunciar un próximo fin de la fiesta. Seguramente tampoco sucederá nada, pero el cine seguirá ahí para explotar todas esas teorías, tal vez como comedias de ciencia ficción, películas de terror de bajo presupuesto o blockbusters multimillonarios.

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