Estoy convencido de que el espectáculo dantesco que se vio ayer en el Bernabéu fue fruto de la acumulación de ‘clásicos’ con la guinda de las ruedas de prensa previa. Alguien me dirá que los equipos se estudiaban para dar el zarpazo al partido, pero a mi me dio la sensación de que lo que veíamos anoche era el mecanismo de una bomba de relojería a la espera de su activación.
Acostumbrado a los arbitrajes de la Liga, su expulsión me parece algo exagerada, pero estoy seguro (aunque esto sea jugar a la hipótesis, algo que siempre critico) de que no hubiera acabado el partido.
Su salida, innegablemente, cambia el escenario. Hay espacios en el medio y el Barça los aprovecha.
Y luego estuvo Afellay. Me veo en la obligación de mencionarle antes que a Messi ya que un tweet mío con su entrada fue mal interpretado.
El holandés acaba de llegar y está teniendo pocos minutos, aunque en estas últimas semanas su participación y rendimiento están mejorando.
Celebré su entrada porque, al ser el último en llegar, era el que debía estar más ‘limpio’ de todo lo que se venía arrastrando, el que menos sabía de qué iba toda la historia de fuera del campo. Viendo lo que se estaba viendo en el campo, si apostaba por hacer su juego, seguro que su equipo y el espectador culé/imparcial agradecería su ingreso.
Y creo que así fue.